—No me importa, sólo son niñas malcriadas. Llévenlas a sus habitaciones y mañana vemos qué hacer con ellas —repliqué luego de un largo día laboral.
La compra y venta de adolescentes entre 13 y 17 años era el mejor negocio que había hecho en lo que llevaba de vida. Pagaban muy bien por cada una, sobre todo por las menores, y mejor si eran vírgenes. No comprendía porqué precisamente las buscaban con esas características, tal vez por la dificultad que resultaba el obtenerlas.
Me recosté en ese colchón duro que me lastimaba cada noche la cintura, pero esta vez le resté importancia, únicamente deseaba dormir y olvidarme de esos gritos, reclamos y sollozos por parte de las "nuevas". Más pronto de lo que creí me perdí en brazos de Morfeo, entonces comenzó el terror.
—¡Vaya! Alguna vez yo fui tan afortunado como tú —me dijo un hombre de aspecto famélico, ojeras y barba brillante. Un completo desconocido—. Dime, ¿quieres dar un paseo? —confundida asentí a su propuesta.
Me arrepentí al minuto siguiente pero era tanta mi inquietud que fue imposible dar marcha atrás. Salimos por la puerta de mi habitación hacia un lugar desconocido, o por lo menos lo era para mí. Restándole importancia a la decoración digna de los años 50 fijé mi mirada en las cabezas de seres humanos que adornaban el lugar. No sabía qué decir, hacer o pensar. ¿Y si el hombre quería mi cabeza para ponerla a lado de esas otras?
—Son impresionantes, lo sé. Yo también tuve el permiso del Estado, como tú ahora lo tienes, de traficar con seres humanos —explicó el hombre de cabellos plateados—. Jamás valoré la vida de los dueños de esas cabezas, ¡eran un excelente negocio! —vociferó. Un escalofrío recorrió mi torso al ver sus actitudes.
—¿Por qué me dice todo eso? —pregunté dubitativa.
—Date cuenta del error que estás cometiendo. El hombre, y la mujer, por supuesto, no son cualquier artefacto, no fueron creados para venderse o comprarse mediante transacciones monetarias, mucho menos para dañarlos —escuché atenta—. Yo me di cuenta muchos años después, miles murieron por causa mía, pero tú aún puedes impedir que más niñas sufran lo que en su momento tú padeciste —los recuerdos llegaron a mi memoria como un tornado cargado de sentimientos encontrados—. No hay negocio, fama, dinero o poder que valga la vida de un ser humano —dicho esto, el dueño de escuálido aspecto desapareció y yo cerré mis ojos ante el aturdidor dolor de cabeza.
Desperté con la respiración digna de una persona que corrió cientos de metros sin entrenamiento previo. Rememoré mi sueño, ¿o acaso fue real? No sabía con exactitud, estaba sumamente confundida.
Tomé el álbum fotográfico en donde estaban las imágenes de las chicas que había vendido y las próximas a ser vendidas, un presagio extraño retumbó en mi estómago. En mi mente solamente repasaba esta oración: "Perdón, perdón, no lo vuelvo a hacer".
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¡Hola! :)
Este cuento está basado en el libro de Augusto Monterroso: Mr. Taylor (1994).
Se los recomiendo, ayuda a reflexionar acerca de varias situaciones.
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Libertad
General FictionEsta colección de poemas, ficciones, mini ficciones y cuentos fue realizada en completa libertad, cuando nadie me impuso un tema, un título, un estilo o cualquier otra restricción. Lo más curioso es que la mayoría de ellos fueron hechos durante una...