Uno

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A esa hora del día, pocas eran las personas que seguían fuera de sus casa, por lo que sus pasos resonaban en aquella calle. Su guitarra, cuidadosamente guardada en su funda, provocaba un golpeteo monótono. Suspirando, se cruzó de brazos, acomodando la correa de aquella bolsa. No sabía el por qué había aceptado aquella proposición, pero, a su vez, se alegraba de haberlo hecho. Una leve brisa se cruzó con él, despeinado unos mechones celestes de su cabello. A pesar de que el verano se aproximaba a grandes zancadas, todavía se sentía la presencia de la primavera.

Cerró un instante sus ojos, recordando el duelo que había tenido lugar unos días atrás.

No se le había pasado por la cabeza que aquel chico pudiese tocar la guitarra tan... bien. Se podría decir que ninguno de su grupo lo miró por más de un segundo.

Pero cuando se hizo con el instrumento...

Su manejo fue espectacular. Parecía ser solo uno con la música. Mientras, que, a él, le costó quizás demasiado seguirle el ritmo.

Aunque, cuando lo miró, con aquellos ojos...

Bon gruñó por lo bajo. ¿De verdad sentía eso? Es decir, ambos eran chicos, no era posible.

Tal vez... Era y es admiración. Exacto. Solo admiración.

A quién quería engañar. Cuando admiras a alguien, no recuerdas a esa persona todo el día, pensando en el momento en el que juntasteis vuestras manos.

¿Por qué era todo tan complicado y sencillo a la vez?

Tan enfrascado estaba en sus pensamientos que poco le faltaba por saltarse la entrada del parque.

Una gran reja, de metales entrelazados que formaban flores o simples figuras abstractas, abría el paso a un lugar de ensueño para los amantes de la naturaleza y de la paz. Árboles, arbustos, flores... Era bastante similar al parque que imaginas como perfecto o ideal. Unas farolas, apagadas, se alzaban orgullosas, vigilando a los visitantes desde lo alto, mientras que un camino de piedras te alentaba a internarte en aquel lugar.

El chico se detuvo, expectante. No era un mal sitio para una cit-... quedada con un amigo. Se suponía que iban a practicar juntos alguna nueva canción, aunque resultaba raro, sabiendo que ambos eran de equipos ''enemigos''. Pero no se atrevió a negarse, no si se trataba de él...

Cuando uno habla del rey de Roma... Alcanzó a verlo, más allá, sentado en un banco de madera que bordeaba el sendero de piedra. Parecía prestar especial atención a su teléfono, leyendo algo o hablando con alguien. Si estaba hablando con una persona en particular... ¿Quién sería? Aunque, ¿por qué sentía un nudo en el estómago?

Se acercó al otro joven, dudoso. ¿Estaría molestándolo? Técnicamente habían quedado, pero... Mientras debatía la posibilidad de marcharse en silencio, su amigo levantó la mirada de la pantalla.

Sonrió al recién llegado mientras guardaba su móvil en un bolsillo del pantalón, para después levantarse. El de pelo celeste no sabía que hacer. Bajo aquellos grandes lentes, podía apreciar el débil reflejo rojizo delos ojos de Bonnie. A su memoria volvió el aspecto que ofrecía aquel mismo chico, con su pelo recogido y la mirada iluminada por la excitación que aquel nuevo desafío proporcionaba. Sencillamente, no era fácil ver las dos caras de una persona.

Un silencio incómodo se instaló entre ambos, ninguno sabía que hacer exactamente. Hasta que, rompiendo el contacto visual, el de melena morada se giró hacia su guitarra para poder desenfundarla. Bon, sin saber qué hacer, lo imitó, apoyando su bolsa sobre el asiento de madera.

Ya cada uno con su instrumento en mano, Bonnie le tendió unos papeles.

-¿Eh? ¿Para qué es?-preguntó extrañado el ojiverde, agarrando una de aquellas hojas.

-Algunas notas de lo que tendríamos que revisar o practicar.-el de tez pálida se pasó una mano por el pelo, para luego poder amarrarlo en una pequeña cola.

Mientras que el peliceleste observaba atentamente las anotaciones, el otro chico terminó todo lo que necesitaba para poder concentrarse un máximo. Cuando Bon desvió la mirada de aquel folio, sintió que su rostro empezaba a arder: ahí estaba de nuevo, él, mirándolo con una sonrisa pintada en la cara, sus ojos titilantes de alegría. No sabía cuanto tiempo aguantaría sin tartamudear o sin tener que refrescarse el rostro, que seguramente, ya debía de estar rojo a más no poder.

Intercambiando alguna que otra palabra, se prepararon para empezar la práctica: intentaron hacer lo máximo, además de dar lo mejor de sí mismos. Dejaron que las notas los envolviesen, corrigiéndose mutuamente si uno de los dos fallaba algo o simplemente para mejorarlo.

Cada uno parecía entregarse a la música, como si no hubiese nadie más, sin preocuparse de absolutamente nada.

Al cabo ya de un buen rato, decidieron parar. Guardaron sus guitarras, charlando animadamente.

-Deberíamos hacer esto más seguido...-dijo Bonnie, colgando la correa de la funda sobre su hombro.

-Pues sí... Tal vez algún día podamos.-respondió su acompañante, encogiéndose de hombros.

¿Cómo que ''tal vez''? ¡Pues claro que quería repetirlo!

-Anda, vamos a tomar algo,que me ha entrado sed.

-Vale, te sigo, que pareces conocer este lugar mejor que yo.

Empezaron a caminar, uno al lado del otro. El ojiverde observó a su amigo de reojo, para después imaginarse como sería andar, cogidos de la mano...

Supo que ya no podría evitar aquellos pensamientos y, resignado, suspiró débilmente.

Después de unos minutos, encontraron un pequeño kiosco y no dudaron ni un segundo en acercarse a el. Ambos pidieron un refresco, unas bebidas de naranja, y decidieron sentarse en otro banco cercano, para no tener que seguir avanzando con su pesado ''cargamento''.

Pasaron otro rato más, conversando de cualquier cosa que se les ocurriese a alguno de los dos. Pese a estar ocupados, Bon no podía evitar perderse, quedándose o bien mirando a Bonnie o bien enfrascado en sus pensamientos.

-¿Bon? ¿Te ocurre algo?-preguntó el pelimorado, terminado su bebida en un par de sorbos.- Hace un rato que te noto distraído.

-¿Hm? No, no para nada...-se apresuró a contestar el aludido.- No te preocupes, estaba... pensando en otra cosa, nada grave...

-¿Seguro? Puedes decírmelo, si quieres, claro...

Se miraron fijamente. Seguramente su rostro debía de estar completamente rojo, pero Bonnie no pareció prestarle atención. La mirada de uno se perdió en la del otro... El de ojos verdes cerró los ojos con brusquedad, inspiró fuertemente, y se lanzó.

-Bu-bueno, yo que-quería decirt-te que, esto, tu...-tartamudeó, nervioso. Notó como lo observaban, y eso lo estresaba aún más.- Tu m-me... ¡Me gustas much-...!

Abrió los ojos de golpe. Inclinado sobre él, una mano sobre su pecho, se encontraba su compañero. Lo único que no encajaba era que ambos se estaban besando, tal como debería ser un primer beso. Una simple presión entre los dos, a lo mejor los labios levemente entreabiertos, algo inocente, dulce. Bon, después de la sorpresa inicial, cerró de nuevo sus ojos y, simplemente, se dejó llevar.

Al cabo de unos instantes,ambos se separaron, las mejillas ardiendo.

-¿Qu-qué...? ¿Por... Porqué?-balbuceó el peliceleste, atónito.

El otro solo sonrió.

-¿Sabes...? Cuando te ruborizas no pasas desapercibido...

Cuando te ruborizas... | FNAFHSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora