Noche entre amigos

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Sé cómo estoy actuando en estos momentos; conozco perfectamente mi forma de ser y no voy a negar que en estos momentos es muy probable una niña de tres años sea más madura que yo. Pero, ¿a quién le importa? Yo solo quiero que mi vida siga como está, ¿entiendes?

Sin embargo, no puedo impedirle a la señora madurez que se asome por mi vida y despierte a mis neuronas barridas sin piedad alguna por el café. Lo llamé y cité al centro comercial, René sonaba preocupado, casi frenético; como un padre al que llaman del colegio para decirle que su hijo tuvo un accidente en clase de gimnasia.

Veo aparecer a mi flacucho amigo por la esquina, entre el montón de gente que camina como si los demás fuesen fantasmas y pudiesen ser atravesados. El sentido común vuelve a mí y mi pataleta de bebé se aleja junto con mi nube de ego. Me lanzo a sus brazos como si fuese el mismísimo príncipe azul con el que me casaré. Cuando me despego lo veo en su cara: se avecina el mal, un tornado viene; fue como esas mujeres que lo presienten con la punta de sus pezones. Desastre.

―Esta noche vamos a salir y no puedes negarte, jovencita.

Quizá mi cara se cayó o fueron mis tacones los que se rompieron, pude haber salido corriendo hasta llegar a Venezuela o algún otro país más pobre. Pero no, me quedé ahí con una clara cara de NOQUIERONOINSISTAS que no le ganaría a su persistencia. Fue por mi debilidad que terminé así, viendo mi closet con ropa de ejecutiva y preguntándome si no pude tener un peor castigo por mis pucheros injustificados.

Pero bueno, entre estas faltas de corte alto y chaquetas de oficina debe haber algo lo suficientemente bueno como para salir de la cueva que llamo departamento. Digamos que este pequeño sitio con un amplio ventanal que deja ver toda la avenida, ese que en los días alumbra con el sol la alfombra blanca que cubre el piso, es mi lugar donde caminar descalza, mi hogar; solo que en estos momentos está vacío.

Suspiro y me tiro a horcadas a la cama. Miro el techo en yeso con un gran candelabro, que no uso y está tomando polvo allá arriba. A veces creo que me caerá encima mientras duermo pero ni me preocupo cuando siento que mis ojos se cierran. No quería dormirme, pero me venció el cansancio y la entrevista con la mujer que solo preguntaba por mi boda fallida, o como le digo: mi intento de boda. Pero bueno, pasó y René me odió muchísimo porque lanzó una falda y una blusa rosa de botones sobre mi cara.

―Levántate ―ordenó mientras corría hacia la peinadora a buscar mi maquillaje.

Abrí los ojos como si estuviese regresando de la muerte y reaccioné.

―Pero ni me he duchado, parezco mujer de Tarzán con estas piernas y necesito cepillar mis dientes.

―Oh, ya quisiera Jane tener esas piernas ―exclamó volviéndose a verme― Pero vamos tarde y yo no veo ningún cabello fuera de lugar en ―señaló mis piernas, a las que les ordené ponerse de pie― esa área.

―Aunque quizá necesite depilar otra cosa ―Trudy apareció vistiendo unos Jeans ajustados que marcaban su trabajado cuerpo y una camiseta azul. No puedo evitar notar como a René se le ilumina el rostro al verlo, pero después de todo el saludo es para mí.

― ¡Osita! ―Trudy se lanza a abrazarme. Amor de amigo gay. Después del de madre el mejor.

―¡Osito!

Al verlo parado en el marco de mi puerta solo se me ocurre una cosa.

― ¿Qué tal si en vez de salir hacemos una noche de amigos, como antes?

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⏰ Última actualización: Apr 12, 2016 ⏰

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Haciendo jugo con mi media naranjaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora