-2- Soledad

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..." Cómo decir que me partes en mil,
las esquinitas de mis huesos"...

La vida de Soledad se había convertido en una pesadilla constante.
Hace 15 años que su vida había dejado de ser la que era antes, transformándose en una especie de avecilla prisionera, encerrada en una jaula, sin poder nunca más ver la luz del sol.

Eran las 16:00 de la tarde, y su casa relucía como espejo, todos los quehaceres estaban terminados, así que ahora podría ver su telenovela favorita que empezaba justo a esa hora, era su única manera de escapar ante la terrible realidad que vivía. "Nostra Terra", ya estaba finalizando, esa semana transmitirían por la televisión los últimos capítulos.

Sentada en el sofá del living de su casa observaba atenta el opening de aquella novela de amor ambientada a principios del siglo XIX. De repente escuchó sonar la puerta, alguien había llegado, el ruido que produjo la puerta al cerrarse hizo que Soledad se sobresaltara inmediatamente, pues ya sabía quién era el que había llegado; su marido Carlos.

-Ya estás viendo esa porquería de telenovela otra vez?! -Le dijo Carlos regañándola, porque no le gustaba que Soledad viera aquel programa. Pensaba que las mujeres al ver telenovelas, se volverían hacía sus maridos rebelándose de éstos y convirtiéndose en mujeres independientes y descontroladas.

-¿Hola Carlos, cómo estás? -Le dijo sin hacer caso a lo que él decía.

-Hola ni que nada, ¿dónde está mi almuerzo?, ¡traéme el amuerzo que ando apurado! -Le ordenó impaciente.

-Bueno, pero se va a tardar en calentar... -Le dijo temerosa.

-No importa, tráemelo luego, no seas imbécil! -Le grito de nuevo su marido.

Ella ya estaba acostumbrada, pues todos los días él la trataba de esa manera, no había un día en que él le agradeciera en algo, o se comportara desentemente con ella, todo lo contrario siempre se había empeñado en hacerla sentir como una basura, siempre hallaba el modo de humillarla y pisotearla.

La comida ya estaba lista, asi que Soledad inmediatamente colocó una buena porción para su marido en el plato y rápidamente partió a servirla a la mesa. Él ya estaba sentado, pero para mala fortuna de Soledad se tropesó cuando iba tan apurada a servirle y la comida que se encontraba caliente cayó encima de Carlos provocando que se quemara y manchara su ropa.

-Perdóname por favor, fué sin intensión, por favor... lo siento - Le decía soledad sollozando al tiempo en que trataba de limpiarle la comida a la ropa de su marido.

Él se levantó de la silla furioso la sujetó del cabello y la jaló fuertemente hacia la habitación de los dos arrástrandola por el piso.

-¡No! ¡por favor no me pegues!, me duele! ¡Ahhh!... -Gritaba Soledad al ser jalada del pelo así de fuerte.

-¡Ahora vas a aprender, o no ser tan burra! -Le dijo mientras la arrastraba con fuerza.

Una ves dentro de la habitación Carlos la levantó, se colocó frente a ella y le dio un fuerte puñetazo en un ojo. Soledad cayó derrumbada al piso. Carlos aprovechó que su mujer estaba en el suelo para darles fuertes punta pies en el abdomen, provocando que Soledad se retorciera de dolor. Después de eso ella quedó ahí tirada en el piso, adolorida, los sollozos no le salían, pero el dolor del alma la consumía, nisiquiera el dolor físico era más desgarrante como la amargura que albergaba en su corazón.

Ese día Carlos no llegó a dormir, seguramente abría pasado la noche con la otra, o se fué a emborrachar con sus amigos, pero a Soledad no le importaba, si quería matarse, que lo hiciera, tenía tanto odio y rencor acumulado hacia su marido que si alguna desgracia le llegara a suceder, poco le interesaría, es más, se vería libre ante esa posibilidad, ya que el amor que en un principio la unió a él, había desaparecido junto con otras cosas más.

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