- 5 - El chacal del Puerto

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Atención, ésta historia es totalmente fictisia, muy lamentablemente a mi parecer, hay casos similares, ya que a veces la realidad supera a la ficción. Solo dejar en claro que la historia es de total invensión de la autora, no me base en nada ya existente. Ahora disfrute la lectura.

Hugo Navarrete, más conocido como el "mocho", debido a un notorio defecto físico, por el hecho de que le faltaba una oreja, era un personaje típico de Valparaíso, pasaba las horas sentado jugando naipes, junto a otros señores aficionados a las apuestas y al juego de cartas. Tenía una casa, una familia, pero al parecer su señora lo tenía hace un tiempo vetado de ésta, y pasaba los días a veces viviendo en la casa de su madre, que se encontraba en la misma calle del cerro Mariposa.

Desde pequeño que se crió en el mismo cerro, deambulaba de calle en calle, subiendo y bajando junto a los mismos niños que ahora ya adultos apostaban en un pequeño bar cercano como era de costumbre. Nunca tuvo hermanos, siempre se mantuvo solo, con la compañía de sus padres, pero no le deprimía la idea de ser único como hijo, muy por el contrario, jamás se le pasó por la cabeza la idea de tener un hermano, y no por el hecho de tener que compartir el amor de sus padres, sino, porque desde muy pequeño la presencia de un niño menor que el, lo perturbaba, lo enfurecía, odiaba a esos pequeños mocosos llorones que acaparan la atención de todos, los detestaba con violencia.

Cuando conoció a su actual esposa, dejó muy en claro en su relación que tener hijos no estaba dentro de sus planes, pero su esposa pese a todas sus advertencias, realizó su deseo de ser madre, deseo que era más grande que tales advertencias y letanías que tantas veces de daba su esposo, era algo instintivo, mucho más grande incluso que todo en su vida, y así fue como llegó a tener tres varones.

Desde ese momento todo cambió, Mocho no lograba encariñarse con ninguno de sus tres hijos, cada vez le incomodaba más los llantos de los chiquillos, si llegase a acercarse a uno de ellos, lo hacía, pero muy a contrapelo de su propia voluntad, y cualquier cosa que le hicieran era motivo de alegatos y escándalos por parte del él.



Ahora ya estaban crecidos, dos de los mayores tenían ya su vida totalmente independiente de sus padres, el cariño paternal lo conocieron después de los 10 años de vida, pero ninguno le guardó rencor a su padre, no así su esposa, que siempre tuvo que mantenerse 100% pendiente de cada uno de los chicos, nunca tuvo descanso, y tampoco algún apoyo de su esposo en la crianza de los niños y cada vez que veía a su marido, le sacaba en cara todo el esfuerzo que le había costado criar a sus hijos, que el hecho de que ahora dos de sus niños fueran hombres de profesión era totalmente mérito de ella y que él aun seguía siendo el mismo inútil de siempre, pero él le recordaba a ella cuantas veces le dijo que nunca quiso hijos, desde el principio de su relación, a pesar de que a medida que fueron creciendo sus niños, fueron llenando el corazón de su padre, con cada sonrisa con cada gento de amor, doblegaron por fin al duro Hugo, llenándolo de orgullo y ternura hacia sus hijos, y cada que podían pasaban las horas con su padre haciendo alguna actividad que les gustara a los cuatro.



El diario vivir de ésta familia, era como cualquier otra de Valparaíso, Hugo trabajaba por el día, y aunque ahora estaba cesante, su vida no había cambiado mucho. Su mujer laboraba en la casa, su hijo menor aún iba en el colegio con sus respectivos horarios, y terminada la jornada, el hombre llegaba directo hasta el bar donde sus amigos, luego pasaba a su casa a bañarse o cambiarse la ropa del trabajo, saludaba a su hijo, y bajaba hasta la casa de su madre que todos los días sagradamente le tenía preparado pan recién horneado con una taza de té, a veces se quedaba para dormir, en realidad muy pocas veces dormía en su propia casa, la relación con su mujer era casi insoportable debido a tantas peleas y reproches por parte de ambos.

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