-3- La calle

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Su padre, le gustaba pararse en la esquina del pasaje junto a los otros borrachos. Pasaba la vida ausente, gastándose lo que no tenía para llenar un profundo vacío en su alma con alcohol. Su madre, sumamente esforzada, no pasaba en casa, tratándo de ganarse el poco sustento. Para mantener a su hijo, ella alimentaba el hogar, ella era la proveedora.

Con apenas 10 años de edad Michael, ya había aprendido a delinquir. Había sido criado por la calle, la mejor escuela, para los asaltantes prematuros como lo era él.

Desde muy pequeño, encontró en la calle, un escape de la realidad que lo ahogaba, pues, desde que tenía memoria que en su casa siempre había violencia, maltratos físicos y verbales de parte de ambos padres, asi que prefería salir de casa a pasar tiempo con sus amigos, amigos que luego lo influenciarían para aprender a ganar dinero del modo más fácil, robando.

Ahora tenía 15, y se podría decir que ya se había graduado, y con honores asaltando, pues hace unos días antes, él y su grupo de amistades, o más bien dicho, la pandilla a la que él pertenecía, habrían concretado el robo de un auto, un hermoso Mercedes-Benz deportivo del año. Estuvieron casi una semana estudiando los movimientos de los dueños del auto, esperando el momento preciso para despojarle a esa joven pareja el ostentoso carro.

Los cinco chicos, todos menores de edad esperaban cautelosos a que su víctima apareciera para entrar a su domicilio, sabían que luego llegaría del trabajo, y para fortuna de los cinco, sólo lo conducía aquella vez una mujer, no estaban los dos como era de costumbre.

El mayor de los cinco, pronto cumpliría la mayoría de edad, así que debía aprovechar. El sistima judicial penal que hay en el país de alguna manera beneficia a los jóvenes delincuentes, pues pueden ser apresados, pero nunca caerían detenidos por mucho tiempo, nunca irían a la cárcel, nunca pagarían el daño, que le hacían a sus víctimas.

Michael, ya no asistía a clases, llevaba un mes entero sin pisar la escuela que le quedaba muy cerca de casa, no tenía a nadie que le mostrara el camino correcto, para bien encaminarse, para salir de aquel pozo oscuro en el que se estaba sumergiendo poco a poco, sus padres ignorantes de lo que se estaba convirtiendo su hijo, pasaban todo el día ausentes, los dos con propócitos totalemente diferentes, pero al fin y al cabo, ausentes.

El ambiente en el que se había criado Michael, no era justamente uno de los más propicios para la buena educación de un niño, muy por el contrario, su círculo de amistades era formado de niños con familias disgregadas igual que él, pero en peores situaciones, generalmente eran hijos de delicuentes, que seguirían el mismo camino que sus padres, y que desgraciadamente, tendrían el mismo destino que ellos.

El mayor de los chicos, Jonathan, veía por el espejo retrovisor del auto de su hermano que se acercaba aquel hermoso Mercedez -Benz, y su chofer, una joven mujer rubia de unos 23 años manejándolo. Los cinco ya sabían muy bien qué tenían que hacer, habían planeado como quitarle a la mujer el auto, de la manera más eficaz posible.
Aguardaron a que saliera del vehículo, uno la tomo por los brazos al tiempo en que Michael la amenazaba con un destornillador para que no hiciera escándalo. Jonathan se subía al auto junto con los otros dos, para retroceder el carro y ponerlo en marcha rápidamente. Una vez el auto en su poder, lanzaron a la muchacha muy fuerte para el lado y se subieron también al vehículo, dejándola tirada en la verma gritando.

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-¿Porqué haces ésto Michael? -Le preguntó la asistente en el interior de su hogar, su madre lloraba desconsolada, pues no tenía idea de lo que había hecho su hijo, y tampoco podía dar con una respuesta, del porqué del actuar del chico.

Hubo un silencio ensordecedor en aquella pequeña y desordenada casa, Michael no hallaba qué decir, pues jamás se había visto en tal situación

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