Prefacio

387 26 3
                                    


Como regla básica cuando tenía cuatro años amaba el Ballet. Lástima que para bailar tengo (y tenía) la misma gracia que para los deportes (ninguna). Sería lo que se define según algunas novelitas juveniles, como una babosa muerta.

Pero digo regla básica porque soy de ese grupo de niñas que se crio viendo películas y series estadounidenses donde bailar, cantar o escribir son una regla de oro para ser alguien. De modo que yo quería ser alguien, por eso empezamos por ahí, por la primera cosa en mi vida (de la que tengo memoria) que desee ser.

¡Vaya tontería!, ser bailarina de Ballet cuando apenas camino, feo, pero camino. Aunque recordando también quise ser ingeniera agrónoma. De eso tengo destellos de consciencia porque en el cuarto grado, cuando la maestra preguntó y le di esa respuesta, rio con todos los niños diciendo que eso no existía. Vah, otra ignorante. También intenté con el canto, pero sueno igual a un elefante moribundo. Para la gimnasia tengo la misma habilidad que para todo lo demás, así que me quedé ahí: con el resto de las niñas que no sirve para otra cosa que para respirar.

A decir verdad, eso no me decepcionó ni un poquito. Debo agradecerle eso a mi madre, nunca fue de esas que se esforzaba porque su hija fuese lo mejor en todo; no me presionaba por otra cosa que mis estudios, digamos que eso es gracias a su profesión de profesora universitaria.

Después de todo, seguí buscando algo en qué ser la mejor. Mi familia no ayudaba, le enmarcaban los logros a mis primas y recuerdo que solían decirme que estaba loca. Supongo que esa es una de las razones por las cuales preferí crecer sola, una de miles.

Esa fue mi única presión, ser mejor que ellas. Creo haber sido tremenda hipócrita por eso; jugábamos cuando estaban los domingos, pero en secreto las odiaba. A veces me apeno de esto que contaré a continuación: llegué al grado de reírme de mi prima llorando cuando su abuela murió (de verdad se veía graciosa)

No he sido buena, lo acepto, nunca quise serlo en realidad; a ciencia cierta, no quise ser muchas cosas de las que he sido, tampoco llevar las etiquetas que me han puesto. Sin embargo creo que todos hemos pasado por algo así, por una historia como la que contaré a partir de aquí.

Todos hemos salido del capullo de papel.

Capullo de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora