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«Es mi vida y hago con ella lo que quiera»

«No te metas en mi vida»

Creo que fue a esa edad donde comencé a usar las frases que me acompañarían por el resto de mi adolescencia. Son estúpidas, lo sé, pero las gritaba a todo pulmón como si de ella dependiera mi vida.

Recuerdo claramente el día que fui a visitar el secundario donde estudié hasta noveno grado (en mi país secundario es hasta quinto) y el director me amaba por mis buenas notas en primaria y alababa el colegio donde estudié. Muy dentro pensaba que necesitaba un cambio, que estaba harta de ser buena y que sus comentarios sobre mi buena conducta pronto cambiarían.

En aquella época también creo que comencé oficialmente a escribir. Tenía un cuaderno –ese de educación física que te hacen comprar y nadie usa-, ahí escribía poemas a un amor tortuoso como es el primero –aunque luego descubrí que era una ilusión estúpida-. Es patético como piensas en esa primera ilusión como el amor de tu vida y esa fue la principal causa de mis problemas.

Ese niño solo quería experimentar, estaba más claro que yo en esas cuestiones y ahora me queda muy claro que nunca lo amé. Puede que mis escapadas del colegio con él me sirvan de experiencia ahora, pero esos problemas en aquella fecha no merecían la pena.

Tenía once y quería comerme el mundo, pero el mundo acabó comiéndome a mí. Era irreverente, inmadura, daba pataletas cuando no conseguía lo que quería; Facebook y Messenger estaban de moda y tuve unos donde escribía tonterías y publicaba imágenes con horrores de ortografía.

2008 en todo su esplendor.

Capullo de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora