Capítulo 4 Clases y Duelos
-Elegit...-susurró Hadras.
-¿Qué?
Hadras no la contestó. La agarró por la muñeca recién marcada y la llevó a un rincón dónde nadie pudiera oirles.
-En mi despacho, dentro de cinco minutos. Trae a Nathan y Jennifer.
Dicho esto se marchó con aire majestuoso agitando su túnica escarlata. Todos parecían mirarla. Nathan se acercó con preocupación, Jennifer le siguió.
-¿Qué te ha dicho?- preguntó él.
-En su despacho dentro de cinco minutos, vosotros también- dijo mirando tanto a Jennifer como a Nathan.
-Al menos tenemos tiempo para quitarte esta túnica. Te puedo prestar ropa mía. En cuanto a tí...- dijo mirando a Nathan- mejor pídele algo a Jake, no creo que te sienten bien los tacones- dijo con aire divertido.
***
La ropa de Jennifer le quedaba ligeramente grande, pero no hasta el punto de hacerla parecer ridícula. Llevaba una blusa roja sin mangas y unos pantalones blancos. Se había calzado con sus propias deportivas a pesar de que estaban manchadas de café arrojado por su profesora psicópata y una costra que parecía sangre seca.
Nathan apareció por el hueco de las escaleras. Llevaba una camiseta verde oscuro con unos pantalones vaqueros largos. También había conservado sus deportivas. A su figura le siguió Jake. Jennifer, que estaba a su lado, se mostró alarmada.
-Hadras dijo...
-No he podido convencerle de lo contrario- le cortó Nathan con expresión cansada.
Jake se encogió de hombros mientras la puerta de madera del despacho se abrió de igual manera que el día anterior, sola y sin apenas hacer ruido. Los cuatro entraron. Hadras esperaba en su escritorio. Tenía un enorme libro extendido sobre éste. Enarcó una ceja.
-Vienes con mas gente de la esperada- dijo con un tono de voz seco- es igual- cortó a Anna antes de empezar a explicarse-. Os he tradído aquí para explicar el incidente de esta mañana. Lo prudente habría sido llamar solo a Anna pero dado que en cuanto te lo contase se lo dirías a alguno de tus amigos por mucho que hubiese insistido en que no lo hicieras... Decidí llamarlos a ellos también. Antes de nada quiero dejar claro que lo que voy a decir no saldrá de esta habitación. Aparte de vosotros solo lo sabrán los profesores. Lo dijo pasando su mirada por todos los presentes. Estos asintieron obedientes.
-Bien, como sabreis, o no- dijo dirigiendo una mirada a Anna y Nathan- muy raramente un Mágico nace con los Ojos de la Verdad. A estos curiosos casos se les llama Videntes. Hubo uno especialmente poderoso, un Elfo del Bosque, se llamaba Nïrios. En su vida recitó algunas profecías, todas se cumplieron con el tiempo. Pero hay una en concreto que fue la más inquietante y que todavía no se ha cumplido, al menos por ahora- dijo alzando la vista hacia Anna-. La recitó en su lecho de muerte y...
-Creía que los elfos no morían- interrumpió Jennifer- que eran seres inmortales.
-Y lo son, si no yo no tendría setecientos cincuenta y tres años- dijo Hadras como si nada- pero ver el Futuro del Mundo desgasta hasta la muerte, incluso a los Elfos. Lo que recitó en su lecho fue esto- dijo mientras bajaba la vista al gran libro de su mesa.
Un Elegit se alzará en los albores de la tormenta,
blanca la muñeca, puro el Corazón.
La Luz robada sume el Mundo en tinieblas.
Un enfentamiento en el Fin del Mundo
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El robo de la Luz
FantasyAnna es una adolescente normal. Lleva una vida normal, va a un instituto normal, dónde tiene amigos normales. Pero todo esto cambia cuando es castigada junto con su amigo Nathan por la señorita Hinster, la más odiada de las profesoras, el último d...