Aparté la vista del libro que estaba leyendo. Escuchaba voces en la sala. Lo cual, teniendo en cuenta el lugar en que me encontraba, no dejaba de resultar raro.
Erik había insistido en que, si quería intentar entrar al lago otra vez, debería de esperar unas cuantas horas, y esperar a estar completamente recuperada. Con la autoridad de un médico, me había ordenado volver a la cama y no volver a salir de allí hasta que él considerara que ya estaba repuesta.
Afortunadamente, nunca le había hecho caso a los médicos.
Dejé el libro sobre la cama y me aproximé a la puerta, todavía sin abrirla. La primera voz la reconocí; la segunda, no tanto. Decidí que era hora de investigar, así que me alisé el vestido y salí de la habitación.
Se encontraban sentados conversando tranquilamente, lo que me desconcertó. Al verme, los dos hombres guardaron silencio. El extraño, con una tez olivácea y ojos verdes, que me miraba sorprendido. Tenía un rostro agradable y debía de estar en sus cuarenta, y sus ojos, a pesar de que me escrutaban de pies a cabeza, tenían un brillo y una curiosidad que me gustó.Me era sumamente familiar, y unos segundos después descubrí el porqué.
—Por Alá, Erik, ya habíamos hablado de esto—exclamó, poniéndose de pie. Podía notar el enfado en su voz—. Quedamos en que nada de... un segundo, no es Christine—miró a su amigo, en busca de explicaciones—. No estoy entendiendo.
—Soy Emilly, amiga de Erik—dije, presentándome—. Vine a buscarlo para que me ayudase a resolver un... problema. ¿Usted debe ser Nadir, no es verdad?
—En efecto, Madeimoselle—el Persa me besó la mano educadamente, pero la incredulidad no abandonó sucara—. ¿De dónde se conocen, ustedes dos?
Miré a Erik buscando ayuda, pero él se cruzó de brazos y negó con la cabeza. ¡Traicionada por el Fantasma! Bien, tenía que sacar esto adelante sola.
—Yo era... sobrina del maestro arquitecto de Erik en Roma, Giovanni—mentí. Me percaté que las partes visibles de su rostro se habían vuelto blancas. Así que si había existido Giovanni, después de todo.
El Persa entornó los ojos, con un dejo de sospecha en ellos.
—Ya veo—dijo, tomando su lámpara de aceite de la mesa—. Si me disculpan, creo que debo retirarme. Los dejo con sus...trabajos. Erik, Madeimoselle.
Y, diciendo esto, se perdió por uno de los pasadizos. Me dejé caer en el sillón, liberando el aire contenido. Eso había estado cerca.
—¿Qué otras cosas sabes de mí?—preguntó Erik, mirándome con fijeza.
Todo. Nada. No sabía cuales partes de la historia eran ciertas, o cuales eran mera ficción. Por qué sabía que había ficción.
Tuve una idea. Pedí papel y algo para escribir—porque dudaba que existieran las lapiceras— y le indiqué que se sentara a mi lado.
—Bien, hagamos una cosa. Yo pregunto algo, y tú respondes verdadero o falso. ¿De acuerdo?
—¿Por qué tanto interés?—preguntó de repente.
—En parte, porque una parte de mi tesis es acerca del Fantasma de la Opera, y me gustaría que sea lo más realista posible; estoy analizando la influencia del periodismo en la literatura.Y, por otro lado...curiosidad—confesé.
—De acuerdo—dijo, quitándose los guantes—. Pregunta.
Medité durante unos segundos. Había tantas cosas que quería saber.
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Bajo la Ópera
FanfictionCon venticuatro años y casi a punto de obtener su título, Emilly decide pasar sus vacaciones con su familia en la ciudad de Paris. Mientras que el esplendor de la ciudad tiene caudivados a todos, a Emilly sólo le interesa una cosa: la Ópera Garnier...