Epílogo

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 Oprimí el botón de off del DVD y me dirigí a la cocina, a buscar algo para tomar. Hoy era nuestro último día en París antes de regresar a casa, y Sophie y mis padres habían decidido salir a dar una vuelta para despedirse de la ciudad. Yo, por mi parte, no podía seguir moviéndome; y, teniendo en cuenta que había pasado más de dos semanas extras en la ciudad, podía permitirme quedarme en el hotel este día.

Cuando regresé al living, con dos latas de Coca en las manos, descubrí a Erik mirando fijamente la pantalla negra de la televisión, con una expresión seria.

—¿Fue demasiado?—pregunté, mordiéndome el labio—. Sabía que no tenía que dejar que me convencieras.

Él negó con la cabeza.

—No, está bien. Realmente no fue ni de lejos tan malo como esperaba.

—Te dije—sonreí, y le pasé una lata, que miró sin entender mucho.

—¿Qué es esto?

—Coca-Cola, una de las nuevas maravillas del mundo. Se toma—expliqué, al ver que todavía no le veía el chiste.

—Mmm. ¿Tienes una copa?

—Voy a hacer de cuenta que no dijiste eso—dije, dejándome caer a su lado en el sofá—. Se toma directo de la lata, sino pierde la magia.

Erik arqueó una ceja, pero aun así no me contradijo. Le enseñé como abrirla antes de que empezara a investigar otra vez.

Lo había hecho mucho últimamente; a decir verdad, no me había sorprendido del todo cuando lo encontré desmantelando la cámara de fotos.

—¿De verdad te gustó?—quise saber, interesada. Ante muchas insistencias de su parte, había accedido a mostrarle la película más reciente para que calmara su curiosidad. Al principio no pensé que había sido buena idea, pero no parecía haber tenido una mala repercusión. Al parecer, mi plan había funcionado, y Nadir había podido trasmitir toda la historia a Leroux, por lo que esta seguía intacta.

—No lo sé—confesó—. Es demasiado...extraño. Todavía no me acostumbro a la idea. Y no puedo creer que lloraras.

—No me avergüenzo de nada.

—Debo admitir que la música está bastante bien—agregó, dejando la lata sobre la mesa, al lado de su máscara—. El tipo tiene talento.

—Ya lo sé—coincidí—. Espera un segundo... ¿te imaginas si audicionaras para el show de Broadway? ¡Daría todo lo que tengo por ver su cara cuando comiences a cantar!

—Eso hasta que descubrieran que hay debajo de la máscara.

—¿De qué estás hablando? Te amarían. ¿Sabes lo que deben gastar en equipo de maquillaje?

Erik pareció querer decir algo, pero negó con la cabeza y dejó escapar una pequeña sonrisa. Recosté mi cabeza contra su hombro, y él se relajó casi enseguida. Todavía no estaba acostumbrado del todo al contacto. Permanecimos así unos minutos, en un silencio cómodo.

—Estuve pensando—comenté luego—. Cuando consiga mi título, en unos meses, tal vez podríamos volver a París.

—¿Más vacaciones?—negué con la cabeza.

—En realidad estaba pensando en algo más... permanente. Por lo menos durante una temporada. ¿Qué te parece?

Fijando sus ojos en mí, Erik pareció estudiarme.

—¿No lo estás haciendo sólo por mí, verdad?

—Claro que no. Siempre quise vivir en Francia—dije, aunque era mentira; mi amor por esta ciudad era grande pero reciente.

—Entonces me encanta la idea—admitió.

—Y siempre podemos volver a la Ópera—agregué, y mis pensamientos parecieron volar lejos por un instante—. Ópera... ¡ópera!

Salté fuera del sofá y busqué la computadora, esperando con impaciencia que se prendiera. Una vez en Internet, tecleé Don Juan Triunfante en el buscador.

Nunca me había preguntado qué había pasado con la ópera de Erik, la cual había quedado en manos de los inexpertos directores.

Ahora lo sabría.

—Erik, ven aquí—lo llamé, y cuando estuvo frente a mí, comencé a leer:

"Don Juan Triunfante es una pieza de música reconocida mundialmente no sólo por la increíble maestría reflejada en su composición, sino por haber atraído a millones de oyentes hasta el momento. Ha sido representada numerosas veces en las casas más prestigiosas de ópera, siempre atrayendo a un enorme público, y sirviendo de inspiración para numerosos artistas.

Compuesta en la segunda mitad del siglo XIX en París, se dice que tuvo su origen en la prestigiosa Ópera Garnier, donde fue presentada por primera vez, aunque algunos músicos aseguran que nació en Italia.

Sonreí mientras seguía leyendo.

Se desconoce su autor, aunque la leyenda lo atribuye a un extraño músico enmascarado que vivía debajo de los sótanos del Palacio Garnier. Andrew Lloyd Webber, compositor contemporáneo, decidió avalar esta versión, usando a Don Juan Triunfante como inspiración para muchas de las canciones de su musical.

Sin embargo, nadie duda que esta obra será conocida, ahora y siempre, como la extraordinaria ópera del llamado Fantasma de la Ópera."

Bajo la ÓperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora