Capítulo 11

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Narra Miguel.

—¡AAAAH! —grita Isma, la nenaza ratafobica que se me prende del cuello y que no para de mantener la boca abierta, se le está metiendo agua, pero agua con mierda— ¡Rogel, eres el tío más engreído y egocéntrico del mundo, eres un hijo de puta, eres un gilipollas y hasta subnormal, pero que sepas aún así seas un tonto que se cree gracioso, yo te quiero mucho!

—¿¡Es en serio!? ¡Vamos a morir y ¿me vienes con esas idioteces?!

—¡¡Me retracto, te odio!! ¡¡Te odio!! —escupe en mi cara, pues prácticamente está a dos centímetros de ella.

—¡Cierra el hocico, intento morir en paz! —lo alejo de mi empujando su rostro con una mano.

—¡Aquí el animal eres tú! —deja de agarrarse de mi cuello— ¡Hijo de puta, muérete ahora mismo —sostiene mi garganta y empieza a estrangularme, joder es que Isma en serio pierde los estribos—, muérete!

—¡Aggh! ¡Aaagh! —mi cabeza se menea de izquierda a derecha como si fuera un muñeco de trapo, bueno, no me estoy resistiendo, pues dejo que Isma me estrangule pero de broma, es de broma, ¿verdad?— ¡Ey, mira, una luz! —alzo mi mano y señalo delante nuestra, hemos llegado al final del tunel.

Isma mira hacia donde señalo sin soltarme todavía, nuestros ojos se achican por la repentina claridad que nos ataca las corneas, pues la costumbre de estar a oscuras hizo que nos quedemos ciegos por un momento al percibir la luz amarillenta de los postes de alumbrado publico. Sí, estuvimos tan ciegos que no nos fijamos en qué momento caímos entre la aparente cascada de mierda que nos empujó hacia abajo, hacia un pequeño río debajo de un puente mohoso y mal oliente, no es sólo mierda, es podedumbre y descomposición. No tenía idea de que algo así estuviera en París.

Al caer siento un agudo dolor en mis rodillas, pues el río es bajo y prácticamente reboté contra mis pies. Isma cae de culo un poco más a la orilla. El agua me llega hasta el pelvis. Salgo del río completamente empapado de agua con posibles infecciones o virus mortales, me siento en la orilla, en la tierra pestilente y la basura de entre las pequeñas plantas que recién germinaban. He perdido mi móvil y el número de mi Rubius junto con él.

—¡Auch, joder, mi culo! —Isma corre hacia mi con ambas manos en su trasero, dando pequeños saltos— ¡Mierda, caí justo donde no había agua!

—Sabes, he perdido mi móvil, ¿tienes el número de Rubén en el tuyo? —pregunto, mientras quito un condón usado que está sobre mi hombro, no dudo en estirarlo—. ¡Hostia, este condón está grandísimo...!

—¡Suelta eso, pedazo de puerco! —me manotea la mano haciendo que suelte el condón—. Pues no tengo el número, pero sabemos su dirección, no es el fin del mundo.

—Bueno —suspiro y me pongo de pie—, estamos vivos así que... vamos al hotel para quitarnos toda esta mierda de encima.

—Y luego hacernos exámenes a ver si no pescamos alguna enfermedad que nos mate.

Sólo asiento con una sonrisa. Caminamos hasta una escalera que nos guía hacia la estrecha vereda del puente, los coches pasan rápido y hace bastante viento, la noche está jodidamente fría y se me calan los huesos por lo mojado que ando.

—Saca tu móvil, necesito llamar a mi limusina —estiro mi mano hacia Isma y éste me mira mal.

—También perdí mi móvil —dice, bastante enfadado.

—¿¡Qué!? —dejo de caminar— ¿¡Entonces debemos tomar un taxi!? ¡Qué horror!

—Miguel, nadie aceptará a unos tíos que apestan a mierda y que la llevan encima, ni unos billetes mojados que igualmente llevan mierda, ¿y tú dices "Qué horror"?, serás gilipollas, de milagro un taxi querrá llevarnos al hotel.

Malos pensamientos #2. ➝RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora