Capítulo 13

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Narra Rubén.

Mierda. Me duele la cabeza.

—Oiga... Oiga... —una mano pasa por mis ojos, pero estoy demasiado mareado como para reconocer a la persona que está en frente de mi—. Jefe, este pelado ya se despertó.

Agh, joder, el estómago me está matando, siento muchas náuseas. Todo me da vueltas. ¿Qué me pasa? ¿Por qué siento tantas ganas de vomitar hasta las tripas?

—¿Está vivo? Mire, y yo que creí que no iba sobrevivir a la droga —ríe, alguien se está riendo, pero no puedo ver nada, todo está completamente nublado-. Levante, no se haga el dormido.

—Um... —no siento mi lengua, pero poco a poco siento la movilidad de mis labios. Giro el rostro hacia un costado y escupo tanta saliba que de seguro he tenido acumulada todo el tiempo que estuve inconsciente. Mantengo la boca abierta, y siento claramente como chorrea baba espesa de mi boca. Qué cojones, ¿por qué estoy fabricando demasiada saliba?

Siento dos dedo entrar en mi boca y las náuseas me atacan con más fuerza. Me dan arcadas pero al que me está metiendo sus dedos parece no importarle que llegue a vomitarme encima, pues me encuentro acostado en una cama, aparentemente. Mete más sus dos dedos, hasta topar mi garganta. Giro el rostro y él me sostiene del cabello.

—Quédese quieto —dice, y al fin puedo reconocer su voz, como me temía, es Nicolás.

Retira sus falanges de mi boca y la baba es increíblemente espesa y pegajosa, tanto así que se crea un grueso hilo de saliba. Escupo unas dos veces en el suelo, luego mantengo la boca entre abierta, con la cabeza agachada hacia el suelo, y cae, cae mucha saliba.

Cierro los ojos, la cabeza me palpita de dolor y los ojos me lagrimean. Me retiro la colcha que cargo encima, hace demasiada calor que no lo aguanto, parece que me sofocaré. Tal parece, ya tengo las fuerzas suficientes como para moverme, pero a penas alzo una mano Nicolás se acerca a mi, y coloca una mano en mi pecho. Ah, no puede ser, creo estoy desnudo, y lo peor es que me encuentro muy excitado y agitado.

Intento hablar, intento incorporarme, intento de todo pero me es inútil, no puedo hacer nada, he perdido la motricidad de todo mi cuerpo, me siento como una maldita estatua humana.

Mis ojos poco a poco van recuperando la visión y con lo primero que me encuentro es con una habitación extremadamente espaciosa y grande, creo que es del porte de mi casa. Nicolás trae su máscara de Jason puesta, está encima mío, y mis piernas rodean su cintura, tal vez si no estuviera drogado lo empujaría y saldría pirado, pero no puedo ni mantener los ojos completamente abiertos.

—Ah... Nicolás... —jadeo, y más saliba sigue emanando de mi boca, chorreando de manera lasciva. No me dice nada, sólo acerca su rostro enmascarado al mío. Su cabello cae sobre sus hombros y crea una especie de cortina entre nosotros.

—Cierre los ojos —se toma unos segundos y alza una ceja—. ¡Que cierre los ojos!

—No... —giro el rostro hacia un lado. Nicolás me sostiene de la barbilla y hace que vuelva el rostro hacia él, clava sus dedos en mi piel, y seguido, sus uñas.

—¡Aaah! —me quejo— ¡Sueltame! ¡Duele!

Escucho su cremallera y el cierre de sus vaqueros. Miro horrorizado hacia Nicolás, quien se quita los pantalones y, después, se quita la máscara de Jason, dejando a la vista su verdadero rostro.

Ya le he visto antes...

—¡No quiero! ¡No quiero, por favor!

Yo le reconozco...

—¡Déjese de hacer escándalo!

Nicolás Arrieta...

—¡Nngh! —aprieta más mis mejillas y sus uñas me provocan sangre. Se baja el bóxer hasta más arriba de las rodillas y toma su miembro erecto con una mano.

Nicolás... Él es...

—¿Qué pasa? —sonríe y a mi me entran escalofríos por toda la nuca.

—Por favor... no... —me tiemblan los labios agresivamente, y la voz se me quiebra. Tomo su mano con fuerza, me arden las mejillas y la sangre me está chorreando hasta la barbilla y el cuello, pero no puedo apartarlo, me duele mucho y siento que estoy a punto de echarme a llorar— ¿Por qué... me haces esto?

—¿Por qué? —retira sus uñas de mis mejillas, y siento un terrible escozor—. Porque me da la gana.

Nicolás toma mi barbilla con una mano para mantener mi rostro firme, luego acerca su boca a la mía, la cual cierro. Nicolás se aparta rápidamente de mi y me mira con el ceño sumamente fruncido. Mierda, me da mucho miedo, parece como si me quisiera matar o algo... Aunque no dudo en que vaya en serio con quererme matar.

—Mire —se coloca una mano atrás y seguido, saca un arma repentinamente—,  lo haré fácil... —apunta hacia mi frente— o difícil.

Mis ojos se abren de par en par y me encojo sobre el colchón. Cierro los ojos, los mantengo bien cerrados, y el cañón del arma se posa en mi cien mientras que los labios de Nicolás en los míos. Su mano libre viaja por mi abdomen hasta mi pelvis y allí baja un poco más, acaricia mi miembro, y a mi se me crispa el cuerpo entero. Toma mi polla y a penas puedo reaccionar cuando la introduce por completo en su boca.

—¡Nng! ¡Nicolás! —me sostengo de su cabello y arqueo la espalda con ímpetu, siento algo indescriptible, algo que me hace querer gritar, algo placentero, algo que se hace más y más intenso, es algo que me recorre hacia los testículos y las piernas se me vuelven débiles. El corazón se me acelera a mil y la calor en todo mi cuerpo me asfixia.

Mangel...

—¡Mierda! ¡Haa... Aah! —muerde el glande de mi pene y me atacan las lágrimas, pues no lo suelta, mas bien, lo estira— ¡No... Nng! ¡Me duele! ¡Me duele...! ¡Por favor, basta! —deja de morderme y una corriente de dolor mezclado con alivio me provocan temblor.

Nicolás coloca mis piernas en sus hombros y sus manos me agarran del trasero. Vuelta introduce mi pene en su boca y ahí siento su lengua dar vueltas como remolino sobre la parte que me ha mordido.

—Duele... ¡Ah...! —aprieto las piernas y Nicolás me vuelve a morder, pero ésta vez un poco más fuerte— ¡¡AAAH!! —echo un grito que me desgarra la garganta. Mi cuerpo se sobresalta y se retuerce de dolor mientras aprieto los dientes y me sostengo de las sábanas— ¡¡NNGH!! ¡Aah...! ¡Suelta...me! ¡Me haces daño! ¡Me duele mucho! ¡Para!

Sorpresivamente parece hacerme caso, pues me deja de morder y solamente se relame los labios. No puedo creerlo... me he venido y ni siquiera me di cuenta, no supe cuando pasó...

—Bueno —sonríe y se acerca arrastrándose hasta mi sin bajar mis piernas de sus hombros—, mañana seguimos —me da un fugaz beso en los labios y se aparta de mi.

Se pone de pie y recoje su máscara. Sale de la habitación con un portazo bastante agresivo dejándome a solas con un enorme tipo, él vio todo lo que me hizo Nicolás, mierda, qué humillación.

—Hora del baño —dice, antes de tomar de mis antebrazos y levantarme como un muñeco de trapo.

—Um... tengo náuseas... —murmuro—¡Quiero... vomitar! —el tipo me suelta de golpe y al caer al suelo me dejo de rodillas. Siento arcadas y arcadas, finalmente no puedo contenerme más y vomito, una... dos... y tres veces— Haa... Jo...der... Me duele el estómago...

—Después se irá a un médico, pero por ahora párese —me toma de la muñeca, mis piernas se flexionan y caigo al piso de lado. El tipo me toma de las axilas y me alza hasta que no pueda topar el suelo con los dedos. Entramos al baño, abre la llave de la bañera y agua tibia comienza a llenarla.

Lentamente, con ayuda de el tipo, entro en la bañera, y me recuesto en ésta hasta tener el agua a la altura de mi barbilla. De repente estoy muy débil, tengo hambre, siento náuseas, me arde el estómago y me duele mucho la mordida que me dio Nicolás.

No, nada puede ser peor.

Ah... Mangel... ¿Por qué no has venido por mi?

Sí, claro, como si llegaras a hacerlo. Apuesto a que Sebastian me está buscando y tú ni te enteras de que he desaparecido.

Maldito ególatra.

Nota: como siempre, he actualizado después de medio siglo, pero eh, al menos he subido capítulo, ¿no?

Malos pensamientos #2. ➝RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora