Las luces de los árboles de navidad son impredecibles cuando las colocas en función de apagado y prendido automático: a veces, se haya todo el árbol iluminado, pero en un abrir y cerrar de ojos, la luz se atenúa y queda en penumbras.
Así es Fernando.
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El chico miró el reloj de su muñeca, que marca las diez de la noche, y ve atentamente desde la cama que, al otro lado de la habitación, su teléfono iluminaba repentinamente el techo, así que se abalanzó encima: era ella de nuevo.Desde hace casi un año, Fernando ha hablado con una chica por Whatsapp todos los días y a la misma hora. Un día que le llegó una solicitud de amistad en las redes sociales y su rostro se le hacía muy familiar: aquella chica la conocía desde hace muchos años, cuando era un niño, y de nuevo la volvía a ver. Imagínalo: una niña de cabellos ondulados, con dientes frontales grandes como un conejo y con una voz chillona se había convertido en una chica hermosa, con el cabello por la cintura, una figura esbelta y aparatos.
El primer encuentro que se dio después de doce años de haberse escrito por primera vez, fue gracias a la madre de la chica. ¿Quién pensaría que el hecho de que un chico y una chica se escribiesen a diario fuera el motivo de emoción en ambas familias? Fernando nunca había estado enamorado de nadie, pero no hasta el punto de que su familia le nombrase a la chica cada vez que podían para saber cómo seguían y cuando serían novios.
Y lo mismo pasaba con ella, es una frase que se repetía infinitamente. Gustos musicales, opiniones sobre la vida, los problemas que tenían en la escuela, personalidad, sentido del humor...
En fin, el punto es que la primera vez que se vieron luego de tanto tiempo fue porque era el cumpleaños de la chica, y su mamá llamó a Fernando para que fuese a su fiesta sin decir ni una palabra. Le resultaba divertido al chico pensar que iba a salir de un gran pastel de cumpleaños con ropa de stripper, aunque no era el caso, y la noche del evento fue el mejor día de su vida, al ver frente a frente a la chica con quien hablaba a diario por las redes sociales, escuchar su voz y a revivir las pocas memorias que tenía de ella. Su corazón latía fuerte y amenazaba con delatarlo.
No sucede muy seguido que un chico muy solitario tuviera una especie de relación con alguien, y menos de esa magnitud, y al parecer, la chica pensaba lo mismo de él en silencio: los dos estaban enamorados.
Fernando era muy tímido, y acostado en su cama de nuevo, respiró hondo y escribió lo que hacía un año quería decir: dar el paso definitivo a pesar del temor a ser rechazado y arruinar la amistad de su vida. Escribió un gran testamento y, pensándolo dos veces, lo mandó finalmente.
La chica estaba en línea... y se quedó en línea mientras el chico se mordía los labios de nerviosismo se reñía una y otra vez por la estupidez que acababa de cometer. No era el típico mensaje de solicitud de noviazgo, sino expresando sus sentimientos para clarar las dudas. "Tú me gustas y quería que lo supieras. ¿Yo te gusto también?"... y Alejandra contestó.
Alejandra era su nombre.
E irónicamente, ella admitió que el sentimiento era mutuo, pero el problema era que ella vivía en otra ciudad del país, y dejó en claro que no le parecía cómodo una relación a distancia. A pesar de haberlo rechazado, Fernando durmió feliz ese día.
Pero pasaron los meses, y su felicidad se convirtió en sufrimiento constante.
Ambos sabían que eran sólo amigos, pero nunca decían esa palabra para referirse al otro porque sabían que eran más que eso, hablaban de sus pensamientos más profundos, los celos que sentían si alguien alterno se acercaba, las experiencias que tenían con la gente que los confundía como pareja y, la mayor parte del tiempo, hablaban de cómo les gustaría besarse y tener sexo, pero poco a poco, cuando la realidad les pegaba en la cara y despertaban de la situación, sólo seguían siendo simples amigos con demasiado en común.
Poco a poco, Fernando anhelaba que Alejandra le diese una oportunidad con respecto al noviazgo, porque... piénsalo por un momento: ya eran novios, pero sólo les faltaba llamarse como tal. Muchas chicas que conoció a lo largo de su vida se morían por él, y Fernando las rechazó, pensando en cómo se sentiría su amiga si él se atrevía a hacer una cosa como esa, además que en su pensamiento estaba enmarcada la frase "no hay nadie como ella, ni lo habrá nunca"
Esa regla era invisible, nunca lo habían acordado ni hablado, pero se obedecía al pie de la letra como si alguien se la hubiese escrito en la frente a cada uno. La pregunta es: ¿Por qué? ¿Se están esperando?
Pero solo bastó que ella rompiera esa regla para que, casi tres años de amistad, se viniese abajo.
Esta historia sitúa a Fernando en un hoyo sentimental donde no puede salir, está allí por voluntad propia, cegado ante la esperanza en el futuro y sufriendo cada segundo, pensando que en algún momento vendrá alguien a rescatarlo.
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Líneas Cruzadas
Short StoryFernando, un chico que lidia con sus cambios de humor repentinos, se encuentra en sus habituales clases de actuación para ser un gran actor. Guillermo, otro chico que busca un alivio al dolor del rechazo que causa su condición sexual, decide ir a pr...