4.

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Hay promesas que no podemos cumplir...

—¿Puedo hacerte una pregunta?—mis ojos estaban fijos en mis nudillos.

—Dime.

—¿Por qué sigues aquí?

Aquella pregunta iba dedicada a entenderlo.

Ese día estaba de mal humor, sentía que todo me salía mal y que no podía seguir luchando contra la corriente; pero lo que me impedía derrumbarme era Guillermo. No sé por qué le confío cosas tan secretas que solo pocas personas las saben, ni por qué me sigue animando a pesar de que mis palabras lo atraviesen como cuchillos, y a pesar de querer darle la estocada final para que su miseria termine, me tranquiliza con palabras.

—Eso hacen los amigos...

No, eso no es normal. El aura helada que protege mis sentimientos le da advertencias, las palabras caen como estalactitas sobre su cabeza y las constantes avalanchas de rebeldía lo entierran hasta la frente, y sigue allí. No lo hago a propósito, pero cuando me dan mis ataques depresivos suelo ser extremadamente borde para que me den mi espacio, porque quiero estar solo. Una persona normal me hubiese mandado a la mierda hace mucho rato, pero él sigue luchando por entenderme. Hay algo más en todo esto...

Hablaba conmigo hasta altas horas de la noche, me confió su secreto más preciado, me regaló un brazalete y un trofeo de mejores amigos en Navidad y solía decirme "te quiero", aunque no le respondiese nada.

—¿Guillermo, yo te gusto?

—Sabía que algún día harías esa pregunta—suspiró—es algo... Complicado de explicar, porque no eres el único que se pregunta el por qué de estas cosas—rió irónico y desvió sus ojos cafés—te he hecho varios regalos, como el de navidad, y claro que era en tono de amistad, así que espero que no hayas llegado a esa conclusión por eso, porque no tienen nada que ver, a mí me gusta hacerle detalles a mis pocos amigos para demostrarles que los aprecio mucho. Ya sabes lo que pasó con Kyle, que era mi mejor amigo y cometí el error de enamorarme de él, y desde ese entonces he tenido miedo que esto me estuviese pasando...—hizo una pausa y continuó, aún sin mirarme—estoy confundido, ¿sí? A veces siento algo, pero tampoco le he prestado mucha atención al tema porque sé que voy a salir lastimado de nuevo, e igual me da mucha ansiedad que esté sintiendo... Un poco de eso.

—Quizás no quieras hablar de eso, pero sólo quiero saber. No me voy a molestar, ni te voy a dejar de hablar por una cosa así—lo tranquilicé.

Me miró por un segundo, respiró profundo y soltó—no estoy seguro si me gustas, y la verdad no quiero pensar en ello.

Sabía que había algo más..., y puede que no, pero esa declaración era todo lo que necesitaba para unir las piezas que me faltaban del rompecabezas.

Tú sí que estas bien jodido—bromeé con el tema para quitarle tensión al momento.

—Tienes tantos secretos, que pareces un bosque en donde la gente se pierde. Eres intrigante a veces, y me da curiosidad saber cómo funciona esa mentecita tuya, así que cuando miro a los lados, no encuentro la salida, y claro, no me malentiendas, no es culpa tuya, ni me haces daño de ninguna forma—miré al suelo apenado, pero con una media sonrisa.

Chasqueé la lengua—no tengo nada que pueda llamar la atención de nadie.

Pensé en voz alta, y recibí un bufido de su parte.

—Fernando, no te das cuenta porque no miras desde los ojos de las otras personas, tienes cualidades que cualquier chico quisiera tener: eres apuesto, tienes una sonrisa que nadie puede dejar de mirar, tu mirada cautiva... y muchas otras cosas más. Un poco de gym y una pizca de seguridad es lo que te falta para sacar suspiros que puedas notar.

—Si tú lo dices...

—Mira—me miró a los ojos seriamente—yo sé que te sientes mal por lo de Alejandra, pero es momento de que te animes y sigas adelante con tu vida, ya sea con o sin ella. Si quieres, sigue intentando, pero dudo que seas feliz con eso.

No estoy de humor para recibir una charla, él no lo entiende.

—Entonces olvida el tema, no quiero que te compliques. Gracias por intentar subirme la autoestima.

—Lo que tu digas... Pero antes...—me miró con seriedad—debemos prometer que nunca vamos a cambiar el uno con el otro, y que si te llegas a sentir incómodo con algo, me lo vas a decir al instante y sin rodeos.

Pienso en seguida que va a lamentar querer escuchar mi sinceridad, pero de verdad no tengo ningún problema con todo esto.

—Lo prometo.

Líneas CruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora