Uno de los temas más curiosos de discusión sobre el hundimiento del Titanic es cuál era la música que tocaba la orquestina hasta el último momento. Muchos supervivientes recuerdan el himno ¡Más cerca, oh Dios, de Ti!; otros, uno de origen episcopal llamado Otoño; aunque a algunos les sonaba a algo más alegre, como jazz. Lo que hoy nadie duda, es que tocaron hasta el final. Aunque en cierto momento pararon, ¡claro!
Cien años después, cruzaba la noche del hundimiento el Canal de la Mancha, leyendo un nuevo libro que se ha publicado sobre el tema. Lo ha escrito mi amigo Steve Turner, un poeta y periodista evangélico, especializado en temas musicales. Se llama The Band That Played On -La banda que siguió tocando-. Y lo ha publicado en Estados Unidos, la editorial Nelson.
Habla de cada uno de los ocho músicos que formaban la orquesta. Cuenta cómo se reunieron en el barco sin haberse conocido antes, unidos por una agencia formada por dos hermanos, que no eran de la compañía naviera. Así que no tenían obligación de seguir tocando. Venían de diferentes países y se habían criado en distintas iglesias, pero conocían bien los himnos que los supervivientes recuerdan que tocaban al final -aunque al principio tocaran músicas populares-.
La figura clave es sin duda su director, Wallace Hartley. Venía de una pequeña capilla metodista independiente en Colne (Lancashire) -resultado del Avivamiento evangélico, producido por la predicación de Wesley en el siglo XVIII, pero entonces divididos en cuatro ramas: libres, primitivos, independientes y wesleyanos-. Su padre era el fundador de la iglesia en ese pueblo, donde supervisaba la escuela dominical. Allí Wallace aprendió a tocar el violín, al unirse al coro. Su himno favorito era ¡Mas cerca, oh Dios, de Ti!