Capítulo 10

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Nunca había pensado que algo como esto podría pasarme. Nunca pensé que sería una persona especial y que según yo, lo único especial que poseía y que me mantenía viva era mi corazón y esa pequeña pulsera que mi madre me dio antes de que se fuera de viaje y tuviera el accidente.


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-Renata, cariño. Ven aquí.

-¡Mamá!- Corrí hasta llegar a sus brazos, ella me levanto y me dio vueltas hasta que nuestras risas eran una sola. – Mamá para o vomitare. – Ella solo se reía de mi, hasta que paro y me bajo; al pisar el piso, sentí que todo me daba vueltas, intentaba caminar pero me iba de lado, la risa de mi mamá era tan única que a distancia la reconocería, a pesar de mis poco años de edad, era una chica inteligente.

-Cariño, te tengo una sorpresa- Levante la vista para poder verla mejor, desde el piso es un poco difícil, me sentía un poco mareada así que opte por quedarme en el piso mientras pasaba el mareo. Ella sabía que ama las sorpresas, amaba todo lo que tuviera que ser envuelto y de colores.

-¿Una sorpresa?, ¿Qué es mamá? Dámelo, dámelo.

-Tranquila cariño.- Veía como sacaba una pequeña cajita color amarillo con un moño rojo de su bolsa. En el momento que me lo entrego o prácticamente se lo arrebate de las manos, a veces suelo ser un poco desesperada. Una pulsera, la cajita traía una pulsera hermosa, traía piedrecillas muy pequeñas de colores blanco y rojo que danzaban alrededor del elástico color negro.

-Se que todavía estas muy pequeña y que quizá no lo entiendas bien, pero esta pulsera era de tu abuela Rose, ella me lo heredo a mí. Tiene un significado muy único y muy peculiar. Renata, cariño, quiero que siempre uses esta pulsera, no quiero que por ningún motivo te lo quietes. ¿Vale?

-¿Ni para bañarme?, ya sabes cómo es papá, con eso de que no use ropa para bañarme, que tengo que quitarla porque si no, no me limpiare bien, ¿tú crees que me deje usarla?- ella se queda pensando un momento pero solo lo toma para reírse.

-Si cariño, ya verás que si te dejara usarla. Pero eso de que no uses ropa para bañarte es cierto. Estoy de acuerdo con tu papá.

-Pero mamá...

-Renata...

-Está bien- Hago pucheros, me gusta bañarme con ropa, así no necesito cambiarme, y  asi la ropa solita se seca y ya.

-Bien cariño, me voy. Te quiero mucho, cuídate. Ah, y por favor cuida mucho esa pulsera. – Me dio un beso y un abrazo muy duraderos.

-Sí mamá, Adiós. – Y sin más la vi desaparecer por la puerta.


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Sí alguien me hubiese dicho que ese sería el único día en el que vería a mi mama, le hubiera dado millones de besos, decirle cuando la quería. Pero así es la vida ¿no?. Toco la pulsera y la observo detenidamente, hasta ese momento que doy cuenta que una de muchas piedrecillas es de color morado. Nunca me había fijado de esa piedrecilla, es muy raro.


He dado aproximadamente veinticuatro vueltas por toda la casa, a pesar de que solo parece una casa de madera y que por fuera no se ve tan grande, por dentro esta inmensa, he descubierto que hay otro salón uno de baile enorme como los de los castillos, tienen dos ventanas enormes que dan a un paisaje raro, no pude distinguirlo muy bien porque ya es de noche, también sé que hay como seis baños, y unas que otras puerta que no pude abrir, Renata y Kyle, se fueron al pueblo, que según ellos está a unos pocos kilómetros al oeste, desde lo que ocurrió aquel día y de todo lo que me contaron, he estado más consciente de que todo lo que me dijeron es cierto.

El otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora