12. Juntos.

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Isabelle:

Me despierto gracias a los rayos de sol que escurrían por una pequeña ventana y caían directamente sobre mí, de inmediato trato de levantarme, pero mi cuerpo tarda mucho en reaccionar y todo da vueltas a mí alrededor, así que me incorporo poco a poco hasta quedar sentada.

Estoy en una celda –Si es que se le puede llamar así– con dos camas, una en cada extremo, pero me llevo una gran sorpresa al ver que la otra cama no está vacía, hay alguien en ella, Jem.

No hago caso a las protestas de mi cuerpo y corro hasta él, cayendo por el mareo a su lado, parece estar inconsciente, aunque suelto un exhalo de alivio cuando veo su pecho subir y bajar.

Tomo su mano feliz de saber que está vivo, y veo como sus ojos se abren al sentir su mano contra la mía.

Izzy– Dice– ¿Qué..?

No lo dejo terminar de hablar, me lanzo sobre él y lo abrazo. Unos segundos después, siento sus brazos rodearme y descanso mi cabeza en su hombro.

Pero que escena tan conmovedora– Dice un hombre, entrando en la celda– Lamento interrumpirlos.

Jem se incorpora de golpe, tratando de ocultar, que igual que yo cuando me desperté, que esta mareado y tiene poco control sobre si mismo; me empuja detrás de él, haciendo una barrera entre el hombre y yo con su cuerpo.

James Garcés– Dice el hombre, con tono de burla–Deja respirar a Isabelle, no les haremos daño; por lo menos no por ahora.

Es un hombre alto, vestido con un uniforme militar del que cuelgan muchas medallas, y en el lado derecho, una pequeña bandera bordada que reconozco como la de Venezuela.

¿Quién es usted y que quiere de nosotros? – Pregunta Jem, empezando a alterarse.

Me acerco más a él y tomo su mano, tratando de tranquilizarlo, aunque sé que también es para tranquilizarme yo.

Que niña más tierna James, cuídala– Dijo el hombre, saliendo y cerrando la puerta detrás de él.

Después de que se fue, Jem se da la vuelta hasta que quedamos cara a cara.

Saldremos de esto, sea lo que sea que esté pasando aquí, te prometo que saldremos de esta juntos, tu volverás con tu familia– Me dice.

¿No lo entiendes? – Le digo, y siento como las lágrimas corren por mis mejillas– Cuando me desperté, y te vi ahí, inconsciente, estuve a punto de entrar en pánico, pero cuando vi que respirabas, sentí como si un peso que ni siquiera sabía que cargaba fuera retirado de mis hombros. Hasta que empecé a pensar que tal vez ya no estarías conmigo, no me di cuenta de que no se vivir sin ti, siempre estuviste cerca, no puedo imaginar un momento de mi vida sin ti en él, ni hoy, ni nunca.

Jem se queda pasmado unos segundos al oírme y empiezo a pensar que tal vez no debí haberle dicho todo esto ahora.

Antes de que yo pudiese replicarle, decirle que no tiene que sentirse obligado a responderle, que no me importaría hacer mis sentimientos a un lado con tal de que fuera feliz; me rodea con sus brazos y me besa dulcemente.

No sabes el tiempo que he estado esperando escucharte decir eso – Dice, y me estrecha más en sus brazos– Ahora más que nunca, te prometo... No; te juro, que saldremos de aquí, y podremos ser felices al fin.

Cuando abro mi boca para responderle, aparece una mujer cargada con un rifle, y se acerca a nosotros. Al abrir la puerta de la celda, veo claramente su rostro, Teresa.

Por segunda vez en el día, Jem me esconde detrás de él y puedo sentir como sus músculos se tensan esperando su siguiente movimiento.

Tengo órdenes de llevarte fuera– Dice Teresa a nadie en específico.

Jem y yo intercambiamos miradas, esperando saber quién tendrá que irse.

Dios, no tengo todo el día– Dice, después de unos segundos, visiblemente irritada– Isabelle, te esperan.

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