DÍA PRIMERO: DIAGNÓSTICO

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Machala, domingo 20 de abril del 20XX

Soy Cristian Méndez y acabo de regresar del médico psiquiatra que me derivaron. El especialista, luego de una gran charla de cincuenta minutos ha decidido medicarme, según él, para controlar mi cerebro. He comprado este cuaderno para anotar todo aquello que me suceda, para poder guiarme en el tiempo y en el espacio, que gran falta me hace.

¿Hoy comenzó todo? Creo que no, siempre fui diferente a los demás. Un chico solitario que a los siete años ganó el concurso de redacción de su escuela por un relato sobre un anciano que encerrado en su casa junto al pantano, un día decide arrojarse a la laguna para ser devorado por los caimanes. He traído esta memoria porque cuando fue la competencia, el instante mismo en que me dieron el esfero y el papel, me transformé. Las formas de homicidio y suicidio comenzaron a interesarme, no para ponerlos en práctica, sino para plasmarlos en tinta. Mi mente funcionaba diferente a la de los demás, siempre tuve ese interés por la muerte, por lo desconocido, por lo macabro. Nadie me entendía, yo tampoco entendía a nadie.

La mente humana para mí es un misterio, una caja de Pandora imposible de descifrar completamente, sobre todo de aquellos que somos diferentes al común denominador de la sociedad, es por eso que decidí estudiar psicología. Una verdadera ironía que justo hoy, un día antes de iniciar mi primera clase en la universidad, se haya descubierto aquello que ocultaba por años...

Esta mañana desperté, me bañé y me vestí como todos los días, preparado a disfrutar de las últimas horas de vacaciones. Sirviéndome el desayuno es cuando mi imaginación se desbordó: La tortilla de verde al ser partida con la cuchara mostró dentro un relleno de gusanos y cucarachas vivas que volaron a mi cara directamente. Llamé a mi mamá para preguntarle sobre la comida, pero nadie respondió. No había nadie en casa, ni siquiera "Nena", mi perrita, respondía. Y entonces me di cuenta, no escuchaba ningún ruido del exterior, ni carros, ni personas conversando, nada. Un silencio sepulcral que te hiela los huesos.

Salí a la calle y comprobé que efectivamente ni una sola alma ¿Dónde estaban todos? Fue lo primero que me pregunté recorriendo las aceras del barrio, caminé varias cuadras y entonces sentí su presencia, me estaba mirando desde la copa de los árboles, unos ojos de color violeta pertenecientes a una sombra femenina con alas. Me miraba fijamente, con curiosidad, como la víbora que hipnotiza al ratón para que este quede inmóvil mientras ella se prepara a devorarlo.

El cielo se hizo naranja y las nubes rojas derramaron gotas gruesas de sangre, me sentí empapado, mi cuerpo se sintió pegajoso, viscoso y mis zapatos parecían de plomo y que formaban parte de mi piel. Me quedé paralizado en ese lugar observando como las alcantarillas rebotaron y provocaron que en lugar de asfalto solamente se pudiese apreciar un caudal carmesí. Estuve en ese trance hasta que unos dedos esqueléticos tocaron mis hombros desde detrás, mi primera reacción fue dar la vuelta y tirar un puñetazo. Qué vergüenza cuando descubrí en el piso a la Sra. Inés, la anciana de la casa de al lado, acomodándose la dentadura y escupiendo unos hilos espesos de sangre mezclada con saliva.

La lluvia y el río de sangre, los ojos violetas, la sombra, todo se esfumó de repente; dejando en su lugar la abrumante realidad ruidosa de la Boyacá. Los comerciantes habían dejado de arreglar los vegetales en alfombras tendidas sobre la calzada, los carros pitaban estruendosamente por el congestionamiento, dos perros peleándose por una costilla de cerdo que se le había caído a un carnicero y yo, en shock por lo sucedido. Era cierto que antes mi imaginación provocaba en mí pesadillas que me despertaban empapado en sudor, pero era la primera vez que lo hacía estando ya despierto.

Apenas me recuperé de la impresión, ayudé a la geronte a levantarse; mientras solicitaba que alguien me ayudara llamando una ambulancia. Los curiosos que se habían amontonado en un círculo, revolotearon como cuervos contra mí. Unos me empujaron mientras me gritaban improperios. Incluso la vecina me veía con temor y lágrimas en los ojos.

VIOLETWhere stories live. Discover now