SOLIDARIDAD

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Machala, Sábado 26 de abril del 20XX

Esto se ha vuelto una locura completa, el país entero parece emerger de las cenizas de la codicia y el egoísmo en el que se han visto prisioneros desde el principio mismo de la revolución, para sufrir la metamorfosis de la unidad. En los parques, en el gobierno provincial, en el municipio, incluso en clínicas, hospitales y mercados se observan grandes filas de voluntarios recibiendo, apilando, envolviendo, encartonando y subiendo a camiones artículos de primera necesidad.

Me ha llamado Danilo para comentarme que la Universidad no es la excepción. Que se necesitan manos para tanto trabajo que hacer:

-Compita si puede traer algo sería bienvenido

He enfundado arroz, azúcar, avena, dos camisetas y un pantalón. Como resulta pesado he decidido llamar un taxi para dirigirme a la institución educativa.

Desde la puerta los estudiantes se han ensimismado en las diferentes tareas que alguien parece haberles asignado. Cuando bajé del carro, luego de pagar al taxista, lo primero que hice fue buscar una cara conocida que me guiara, María:

-Hola Cristhiancillo, los del curso están adentro, junto al bar, me han dicho que me quedara para guiar a los de mi curso, hay un delegado de cada uno

-Muchas gracias María-; antes de ingresar decidí preguntar;- por cierto, ¿Quién es el que designa las tareas?

-De los alumnos es un compañero de comunicación social, lo reconocerás por su camiseta negra y su gorra morada

-Ah sí, lo conozco, gracias-; dije sin poder disimular la incomodidad

No pasó mucho para encontrar a Miguel, el bar después de todo se encontraba ingresando al patio principal, tras cruzar un leve pasillo de entrada. Desde lejos observaba a mis compañeros en su voluntariado (y es que al parecer yo fui el último en llegar, literal, hasta Dayana había venido desde huaquillas), mientras me chocaba sin querer con Miguel y Violet cogidos de la mano:

-Hola Cris-; me saludó Violet con divina dulzura e inocencia

-Hola-; dije de forma esquiva y me dirigí inmediatamente a su acompañante;-Me dijeron que tú podrías decirme que hacer

-Claro, las donaciones las puedes dejar en el bar, luego puedes ayudar en tu curso a clasificar los artículos...

-Quien está a cargo de eso es Jaime

-Listo, gracias

Esquivé con ellos todo el contacto posterior a esta conversación. Simplemente caminé como un robot hasta que llegué hasta Jaime. El delgado chico blanco de grandes gafas y gruesos labios me recibió con gran timidez:

-Hola Cristhian, que bueno que pudiste venir, nos hará bien toda la ayuda posible, de hecho ahora necesito ir al baño-; esto último fue en voz baja;- Estamos clasificando medicina y alimentos no perecibles, te dejo a cargo-; me sonrió y dando media vuelta se alejó, pero a medio camino regresó para informar;-En esta tarea están Dayana y Miguel

El día con ellos realmente fue ameno. Dayana no paraba de molestarme con sarcásticas bromas de lo tonto que fui por no acercarme a Violet desde el primer día:

-Así que lo sabías-; dije con la cara hecha un volcán de vergüenza

-Claro, porque cuando la viste pusiste una cara de menso

-Tranquilo compita, quien sabe, aun tenga su oportunidad

-No lo creo, ella parece feliz con él, no quiero interponerme en eso

-Ya deja esa cara de chancho porque soy capaz-;....Se detuvo como quien tiene una gran idea;-....Eso es, desde ahora serás Cris cara de coche

Ese alias me pareció tan jocoso que la tristeza que empezaba a sumirse dentro se desvaneció al instante. Cuando Jaime se unió a la conversación, cuyo tema de Violet quedó rezagado para dar paso a otros de cultura general, pude comprender un poco más de él. Le gustaba la lectura y sus conocimientos superaban en creces los míos, además de que tenía cierta afición por la poesía; tal vez esto le daba la sutileza, casi delicadeza al hablar (no con gestos afeminados, sino más bien como aquellos ilustrados hombres de del siglo XVIII en Europa) pero a la vez con una seguridad escondida entre la humildad.

Eran las siete de la noche cuando se nos indicó que la jornada habría terminado por hoy. Dayana, Danilo, Jaime y yo salimos en busca de un restaurante cercano para comer (Hubo demasiado trabajo que ni siquiera almorzamos). A dos cuadras se encontraban diferentes franquicias de pollo a la brasa, elegimos el primero. Entramos y tomamos asiento en la única mesa disponible, en la esquina derecha, al fondo del lugar. Cada uno pidió un cuarto, por supuesto que yo pedí pechuga, mi presa favorita:

-A mí me da una entrepierna, por favor-; pidió Jaime

-¿Cómo puedes comer esa presa, está llena de...?-; pero no terminé con mi interrogante porque Dayana lo defendió

-Tiene mucho más sabor que la pechuga Cris cara de coche, no sé cómo tú puedes comer la parte que parece un insípido estropajo

-Pero la pierna y entrepierna a duras penas tienen carne, además están los ligamentos gelatinosos-; dije con cara automática de asco

Rieron ante mi expresión por unos segundos, que quedaron sosegados ante la llegada de Violet y Miguel. Caminaban pegados el uno del otro, como si de esta manera la empatía de ellos ascendiera. Se dirigieron a la fila de la caja y mientras decidían aquello que ordenarían y llevarían para comer en casa (de él o de ella, no creo que sea importante) compartieron sus labios en un beso que me llenó de celos, pero me llenó aún más de enojo cuando me di cuenta por un breve instante que Violet me sonrió con la mirada, como burlándose de mí, a través del cuello de su enamorado.

En la sien, una punzada me hizo gritar del dolor (la verdad no sé si del hambre, o del estrés), toda la cara me ardía, como si de la nada llamaradas de fuego empezaran a incinerar mi piel. La visión se me nubló y el mareo parecía tenerme de cabeza. No pude resistir por mucho tiempo y acabé vomitando (para mi sorpresa, sangre). Estuve realmente asustado, la oscuridad fue sustituyendo las imágenes borrosas y de pronto el piso se removió, convirtiéndose en un barranco por donde caía a una velocidad considerable. Pasado treintas segundos de picada, todas las sensaciones desaparecieron.

Ya no era yo, el espejo frente a mí me lo decía. Era el doctor Calozuma, en una versión cansada de la vida. Estaba en un baño de paredes color esmeralda. Un ostentoso lavabo de mármol con llaves doradas que giré para dar paso a un chorro de agua con el cual me lavé (o se lavó mejor dicho) la cara. De un estante a mi derecha tomé una de las tres toallas enrolladas, cada movimiento era lento, robótico. Recorrí cada cuarto, en ninguno de ellos había una sola fotografía. En la cocina destapé una botella de vino y me serví una copa:

-Brindo por una vida y una muerte llena de soledad

Y sacando un cabo y colgándolo de una viga de la cochera con un nudo de marinero, me subí encima de una silla del comedor y me lancé hacia el suicidio. Poco a poco la presión de mi cabeza incrementó y la falta de aire daba una sensación indescriptible. Mis músculos se estiraban y encogían con voluntad propia. La desesperación, los latidos cardíacos a mil y el fuerte dolor de pecho eran insoportables. Un velo de arrepentimiento a último minuto al darse cuenta de que aquello era imposible de dar marcha atrás. En el último suspiro se distinguió en frente una sombra femenina con alas que le mostró unos afilados dientes antes de abalanzarse contra el cuerpo colgado...

-Compita despierte-; Danilo me palmeaba el hombro burlescamente;-O me como la pechuga, me como la pechuga aunque no tenga sabor

-Ya lo perdimos, hombre, come por despecho aunque sea

¿Un sueño o una nueva visión? Eso no lo he podido averiguar todavía. Apenas he llegado a casa, intenté contactarme con él, mas no lo he logrado. He buscado en las redes sociales, pero ninguna noticia referente a su persona.

Bueno, creo que me merezco un descanso, si lo que vi solamente fue cosa de mi cerebro, mañana tendré que contar demasiado en cincuenta minutos. Espero que el psiquiatra logré iluminar un poco la penumbra que llevo a cuestas. Sobre todo en lo referente a mis sentimientos por Violet y los pensamientos negativos que he tenido la semana entera. 

VIOLETWhere stories live. Discover now