Domingo, 27 de abril de 20—
¿Es posible que sea culpable de todo lo que está pasando? La respuesta parece indicar que sí. Hoy en la mañana se ha confirmado el suicidio del Psiquiatra Calozuma, aunque no fue la noticia de primera plana, fue lo que más sobresalía de los obituarios.
Sarita, la señora de setenta años que arrendaba la casa al galeno, recibió la tarde del sábado tres llamadas de tres moradores del barrio comunicándole de un mal olor que parecía provenir de su propiedad. Ella intentó comunicarse con su cliente por todos los medios, pero no lo consiguió. Preocupada porque sería la primera vez que la ignoraba con tal magnitud, decidió ir personalmente a resolver el problema. Tal fue su sorpresa cuando vio el cadáver colgado del doctor Calozuma que emitió de forma automática un grito ahogado que nadie logró escuchar. De hecho, si no fuese por el alboroto que provocó al tropezar con sus piernas temblorosas al salir de la cochera, nadie le ayudaba a marcar el 911.
Como la sesión se veía forzosamente cancelada, he decidido ir a la universidad para seguir ayudando en lo que se pueda. Al llegar, un grupo de estudiantes se estaban inscribiendo como voluntarios para entregar lo donado a las personas en el epicentro mismo del desastre. Dos días atrás en las noticias había visto el reclutamiento a nivel nacional y desde ese momento, ya la idea de formar parte rondaba mi cabeza; pero ahora, que tenía frente a mí la oportunidad, pues he de ser sincero, la duda formó parte de mis temores.
Mientras formaba parte de la fila para colocar mi nombre en el tablero, sentía como el cuerpo transpiraba, el sabor a metal en mi boca a causa de la medicación parecía incluso convertirse en un sabor a pus con el estrés acumulado en la presente semana. Por fin me llegó el turno de firmar la lista, pero no pude hacerlo al ver quienes la encabezaban: Violet y Miguel. Un fuego de celos me quemaba el estómago, me parecía imposible imaginar el compartir escenario con los dos. Bajé la cabeza y con mucha vergüenza me alejé corriendo del lugar. No pensaba racionalmente en ese momento debo admitirlo, parecía un camino sin salida, quería ayudar, pero no si tenía que ir con ellos. Lo sé, parecerá un acto puro de egoísmo de mi parte, pero así es el ser humano, ya lo he mencionado con anterioridad.
Sin darme cuenta había llegado hasta el denominado "Parque de la Páez", la respiración acelerada inflaba mis pulmones con tal fuerza que me lastimaba. Un aroma lacerante a cloro me informaba que la pileta estaba a pocos centímetros. La fatiga se apoderó de todo mi cuerpo y la expulsión del desayuno en un estruendoso vómito, desterró de mí toda duda. Luego de aquel aparatoso incidente, una seguridad salida de no sé dónde, me regresó hasta la universidad y en una tajante firma me inscribí entre los voluntarios. Después de todo, las pasiones mundanas no deben gobernar mi vida, la fortaleza siempre ha caracterizado a mi familia. Mi madre, por ejemplo, tuvo que luchar con la tienda de abarrotes ella sola tras el accidente de tránsito que cobró la vida de mi padre y lo ha hecho con temple y sin decaer.
Como si el destino me quisiera enfrentar, en el momento mismo en el que terminaba de colocar mi correo electrónico, mis oídos escucharon esa característica risa dulce que no podían pertenecer más que a Violet:
-Cris, también vas a ir, que bien, este viaje no sería lo mismo sin ti, sé que esta es una frase cliché pero lo digo en serio
-Mañana salimos a primera hora-; exclamé robótico tras ver el horario de salida que anunciaba las siete de la mañana
Ni siquiera quería verla, no porque estuviese enojado con ella, sino porque el saber que estaba junto a su, hasta me cuesta escribirlo, enamorado, me lastimaba en el fondo de mi ser. Este sentimiento me está matando lentamente y aunque podría evitarla, no lo hago, masoquismo en su más fina esencia.
-Nos vemos mañana Violet
Y fingiendo que contestaba una llamada telefónica, salí pidiendo disculpas.
Seguí con la farsa del celular hasta que de pronto, una voz me respondió al otro lado del auricular. Era la esquina de la Diez de Agosto, una transitada calle. La señal de rojo, además de la tétrica voz, me paralizó:
-Buen chico, así es mejor
Miré la pantalla del celular con incredulidad, con miedo justificado de encontrarme con mi perrita mirando al horizonte como fondo de pantalla. No había llamada entrante ¿Será posible que saliese de mi cabeza disfuncional?
-Aléjate de ella antes de que sea tarde
-¿Tarde para qué?
Pero no obtuve respuesta alguna, insistí en la pregunta dos veces más antes de rendirme. La luz del semáforo finalmente cambió a verde, así que continué mi caminata hacia la casa.
Ya en la merienda le comuniqué a mi madre sobre el viaje que haría el día siguiente. Ella se mostraba algo preocupada:
-¿Estás seguro hijo mío?
-Es bueno ayudar en lo que se pueda mami
-Sí, pero tendrás que ser responsable y tomar la medicación en los horarios prescritos
-Así lo haré, aunque la verdad no creo que me esté ayudando mucho
-Por cierto, mañana iré al hospital para ver quien estará a cargo de tus sesiones
-Muchas gracias por ser tan comprensiva conmigo
-Eres mi hijo, para eso estamos las madres
He preparado las maletas y antes de irme a dormir me he puesto a escribir, quién sabe de aquí cuando vuelva a hacerlo.
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VIOLET
Teen FictionEntre los velos de la locura y la absurda realidad, un amor entre dos personas podría darse si la esquiva y el temor no se atraviesan, simplemente habrá que preguntarse qué hacer