Capítulo dos. Quién decía ser mi mejor amigo...

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—¡Ahhhhh! —grité con desesperación mientras manejaba mi recién chocado carro—. ¿Se ha vuelto Richarson loco? ¿Tiene algún problema conmigo? ¿Por qué narices me pone de pareja con Tanner? ¿No nota lo mal que nos va? ¡Odio la escuela! —Hablé casi gritando. Definitivamente ser compañera de Christopher Tanner, no era uno de mis planes para mi año perfecto.

—Alex, deberías calmarte, solo es un proyecto... —Dijo Daniel.

—¿Qué debería calmarme? —Pregunté con una ceja levantada—. ¿Es en serio? ¿Debería calmarme porque el tipo más vulgar del mundo es mi compañero durante todo el año? ¿Debería calmarme porque la persona que me ha jodido la vida estos últimos tres años cuidará de un perro conmigo? ¿Debería calmarme porque tendré que verle la cara al idiota más idiota? ¡¿Debería calmarme porque seré la compañera del mejor amigo que me dejó botada como si fuera una basura?! ¡No lo creo, Daniel! —Grité mientras sentía como me hervía la sangre. Detuve el auto violentamente y salí dando un portazo. Sí, Christopher Tanner había sido mi mejor amigo.

Conocí al imbécil cuando ambos teníamos siete años, en una de las subastas de caridad a las que mi madre solía asistir cada año y que por casualidad, la Señora Elizabeth Tanner también. En ese tiempo, Tanner era una lombriz, caminaba encorvado y sus piernas eran tan flaquillas que ni idea de cómo aguantaban su peso, el cabello lo usaba siempre peinado a un lado y tenía una sonrisa chueca. Luego de eso, su madre lo cambió a la escuela dónde Daniel y yo asistíamos y fue para entonces que hacíamos todo juntos; desde jugar, estudiar, salir a comer, divertirnos, todo eso. Hasta que un día Tanner se largó, casualmente el día de la muerte de mamá, teníamos trece para ese tiempo. Traté llamándolo, enviándole correos, mensajes de texto, miles de cosas, pero él jamás respondió. Luego de dos años regresó convertido en lo que es ahora; el tonto egocéntrico altanero sacado de una caja de Barbies. Patético.

Nunca más volvimos a hablar a menos que fuera para insultarnos, porque él ni siquiera se acercó a darme una explicación o al menos un pésame por la muerte de mi madre. Nuestra amistad se había arruinado para siempre y yo nunca tuve la intención de reparar nada. Nunca la tuve y no voy a empezar ahora, cuando nos emparejan para hacer un tonto proyecto de biología.

****

—Lo siento —dijo Daniel saliendo del auto. Él bien sabía la historia, porque fue parte de ella. Tanner también fue su amigo y también le había fallado. Natalie por otra parte, había llegado cuándo cursábamos el noveno año y habíamos congeniado rápidamente, teníamos los mismos gustos en comida, música, ropa y un montón de cosas más. Ella llegó a enseñarme que no importa lo que piensen los demás de ti, lo importante es ser uno mismo y estar feliz con ello.

—No es tu culpa después de todo —dije con la voz ronca, mirando mis pies jugar con una piedra.

—Sí lo es. Tenía que haber dejado que te desahogaras —dijo mientras se apoyaba en la arrugada parte delantera de mi auto, yo me acerqué repitiendo su acción.

—Odio todo esto —señalé mientras me mordía el interior de la mejilla.

—Vas a estar bien, lo estuviste estos tres años —respondió mirándome.

—Hablo en serio —dije dándole una mirada de obviedad.

—Si lo quieres matar, yo te defenderé cuando te estén llevando a la cárcel. No te preocupes —dijo y yo reí.

—Está bien, ya lo prometiste —dije mientras lo señalaba con mi dedo índice.

—Ya lo prometí —asintió mientras yo le daba una sonrisa, él sonrió de vuelta.

—Hora de irnos camarada —dije golpeando la tapa del auto. Daniel abrió la puerta trasera del automóvil negro para luego entrar.

—¿Todo bien? —preguntó Natalie quién se había quedado todo este tiempo dentro.

El rey de los idiotas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora