A la mañana siguiente me sentía incómoda y no quería ir a la escuela más que nunca. Rezaba por no toparme con Tanner y tener que darle alguna explicación o por lo menos una disculpa. No quería poner la situación más extraña de lo que ya estaba.
Caminé por el largo corredor hacia el salón de sin buscar a mis amigos, iba tarde para la clase de historia, qué sorpresa.
Tomé el pomo de la puerta y la abrí con fuerza sin tocar, del otro lado esperaba por mí una mirada no muy agradable del profesor. Caminé rápido entre las filas y me senté en el primer escritorio vacío que mis ojos alcanzaron.
Saqué un cuaderno y comencé a escribir lo que había en la pizarra, que por cierto era bastante. Algunas veces los profesores ponen demasiado entusiasmo en la lección y escriben sin parar, hoy era una de esas veces. Y solo para que quede claro, ¿cómo esperaban que copiara todo aquello en apenas una hora? No pienso estar aquí para siempre.
Me puse a pensar en la revisión de mañana para biología y en que aún no habíamos hecho el reporte, algo que después de ayer, era más que un sueño. Sam estaba feliz y bien alimentado, muy pocas veces hacía cosas indebidas metiéndonos en problemas a ambos con papá.
Después de clase me dirigí a el casillero de Daniel, seguramente Natalie estaba con él. Me puse de puntillas entre la multitud que caminaba por los corredores para así tener más posibilidades de ver mi amigo, sin embargo, no tuve éxito. Es más, solo pude sentir como una mano me llevaba por el brazo con fuerza.
—¡Eh! —grité casi cayéndome. De un solo jalón me liberé y volteé hacia la persona responsable. Instantáneamente rodé los ojos, pero en un rincón en mi mente una vocecita comenzó a sonar. “No has pedido explicaciones y solo lo has juzgado”, decía. Tenía ganas de gritar con todas las fuerzas, de que esa voz se callara.
—Necesitamos hablar —dijo. Parece que últimamente, Tanner y yo teníamos muchas conversaciones pendientes.
Me dirigió hacia un salón, entré de mala gana y me senté en el escritorio. Tanner cerró la puerta y se volteó hacia mí.
—Lo que dije ayer solo fue para dar explicaciones. No quiero conversar al respecto, tampoco que te sientas culpable —dijo seriamente acomodándose la mochila en el hombro.
Fruncí el ceño antes de saltar para ponerme en pie—. Lo que sea que digas —respondí, claramente estaba dando el mayor espectáculo de actuación, porque la culpa me estaba comiendo viva.
—Bien —dijo mirándome directamente a los ojos por un segundo hasta que yo miré mis manos con nerviosismo—. Eso es todo… —dijo haciendo un gesto hacia la puerta. Sin embargo, no me moví, me quedé allí, mirándolo detenidamente—. ¡Deja de mirarme así! —exclamó y salió de la escena con un portazo.
Con los ojos abiertos como platos, miré la puerta. Después de todo tenía un humor particular. Salí del salón pensando que definitivamente debía hacer lo que Tanner me había pedido y olvidar el asunto completamente, sin embargo, ese proceso iba a tardar un tiempo.
—¡Alex, aquí! —escuché la voz de mi mejor amiga llamarme por mi lado derecho. Con la comida en mis manos me dirigí hacia dónde provenía el sonido.
—Días sin vernos, camarada —dijo Daniel cuando me senté. ¿Es que acaso él no tenía jamás diferencias con su compañera?
—Han sido días largos, mi amigo —le respondí mientras masticaba el primer bocado lentamente. Yo solo quería irme a casa.
—Me han contado por allí —dijo y justo cuando mi mirada cayó en él, soltó una risita burlista.
Entrecerré mis ojos con antipatía y en un movimiento rápido enterré mi codo en su estómago haciendo que soltara un gemido.
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El rey de los idiotas.
Ficção AdolescenteImbécil, cretino, idiota, burro, estúpido, media neurona... Son algunos de los adjetivos con que Alex Williams ha nombrado a su nuevo compañero, el cuál no para de lanzársele cada vez que puede. Christopher Tanner es el esteriotipo de chico que tod...