Capítulo 5

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Si bien había podido experimentar hacía tan solo dos días que mi vida estaba perfectamente sin hombres (debido a la ingesta descontrolada de alcohol en el pub, sin duda), ahora mismo volvía a estar en mi línea de "desesperada". Estaba completamente dispuesta a dejar a Julio a un lado, ya que no veía ningún tipo de futuro con él. Pero si el destino no quería que Julio fuese nada en mi vida esperaba al menos que a lo largo del verano apareciese alguien en mi vida que pusiera mi mundo del revés.

Tal era mi estado que en los ratos que me quedaba en casa sin salir no podía evitar zamparme un montón de comedias románticas, como si mi vida dependiera de ello. Era patética, lo sé, además de masoquista. Cuatro bodas y un funeral o Bridget Jones eran unas de las tantas que decidí ver esos dos días.

Sin embargo, mi clausura voluntaria finalizó cuando mis amigas propusieron ir un rato a la playa. Odiaba tener que coger el tranvía cargando mi pesada bolsa de playa y con pintas de guiri, pero era verano y claro que me apetecía estar un rato tostándome al sol. Nuestra neverita con cervezas no podía faltar, obvio.

Al mediodía de un día entre semana cualquiera del mes de julio ahí estábamos, en la playa tomando el sol como lagartos.

—Pues a mí no me importaría jugar a las palas si es con ese—dijo Mavi mirando a través del cristal oscuro de sus modernas gafas de sol.

Que Mavi dijera eso era preocupante: ella era malísima en los deportes, por no hablar de las palas en concreto.

—Creo que se cansaría de tener que correr detrás de la pelota todo el rato—contestó Laura divertida mientras echaba un vistazo al chico del que hablaba Mavi.

Yo me apoyé en los codos para mirar también y saber de quién hablaban. Se trataba de un rubiales bien esculpido y de sonrisa tan blanca que, si no fuese porque llevaba las gafas puestas, me habría dejado ciega al reflejarse el sol en sus dientes. Reía y corría y golpeaba la pelota con la pala de modo que sus músculos se flexionaban. Bien, ya que el descanso que se había tomado mi lado amoroso y romántico había sido breve, ya no tenía inconveniente en volver a apreciar la belleza masculina. 

—Acércate y dile algo. Somos una panda de cobardes, pero que no se diga: ¡este es nuestro verano!—exclamó Cris alzando el puño en señal guerrera.

Todas nos reímos y pude escuchar el suspiro que emitió Mavi, como si estuviese contemplando toda una maravilla. Le di un empujón antes de girarme para rebuscar en mi bolso y coger la crema de protección solar. Quería estar morena, no roja como una gamba.

—No te arrepientas toda la vida de cosas como éstas. ¡Va!

—¿Y qué le digo? Está jugando con un amigo, no puedo ir ahí como si nada y presentarme. 

Hice una mueca rara mientras esparcía la blanca crema por mi brazos. Me llenaba de valor cuando la cosa no iba conmigo, pero yo en lugar de Mavi pensaría igual.

—Bueno... Podemos ir a bañarnos y aprovechar para pasar cerca de ellos. No me extrañaría que llamaras su atención.

Mavi me miró incrédula. No le di tiempo a que se lo pensara más, ni a que yo misma me arrepintiera de mi atrevimiento. Me puse en pie y me ajusté el bikini, después la cogí del brazo y la obligué a ponerse en pie.

—Con el cuerpazo que luces estaría ciego si no se fija en ti. No seas cobarde y vive la vida, Mavi. ¡Vamos!

No estaba convencida, pero sabía que si no hacíamos aquello estaríamos siempre en el club de las solteronas. Y una cosa era tener veinte años y otra sería llegar a los treinta largos sin haberse comido un colín. 

Las mentiras del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora