Capítulo 17

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Vamos a ser claros: pasé unos días de mierda. Creo que no me convenía una ruptura cuando estaba a punto de empezar el curso. No dormía bien, estaba más callada, apenas tenía ganas de hacer nada, me inflaba a comer, porque soy de estas personas que cuando están nerviosas o pasan malos ratos en vez de que se les cierre el estómago éste se convierte en un agujero negro. Eso sí, no hizo falta que mis amigas me llevaran a rastras a tomar unas copas después de que Julio cogiera aquel avión. Es decir, que aunque no tenía ganas de nada, sí me apetecía ahogar mis penas en alcohol. Al menos así después podría recluirme en mi habitación las semanas previas al inicio de las clases.

No pudieron alegrarme todos los comentarios de apoyo de mis amigas, ni sus chistes malos (tampoco los buenos), ni sus abrazos ni nada de nada. Creo que era uno de esos momentos en la vida que requieren su tiempo. No estaba preparada para dejarlo ir todo de golpe, para olvidarme y seguir con mi vida como si Julio no hubiese pasado por ella.

Y bueno, tres chupitos de tequila ayudan a calentar el cuerpo y el alma. Después está bien algún cubata de... ¿Ginebra? Un gintonic no está mal después de los chupitos. Si tu amiga quiere invitarte a las tres de la mañana a una cerveza tampoco va mal. Pero entonces, cuando es demasiado tarde, te das cuenta de que te has pasado bebiendo y que estás como una cuba. Apenas sabía lo que decía y tengo un montón de lagunas de lo que pasó aquella noche, pero sé que bebí mucho, bailé otro tanto, mis amigas me abrazaron un montón de veces y luego acabé sentada e un taburete de la barra porque apenas me tenía en pie.

Un chico se acercó a mí en algún momento de la noche con claras intenciones de ligar, pero mi novio y yo lo habíamos dejado oficialmente no hacía ni veinticuatro horas, o sea que no estaba por la labor de lanzarme a los brazos de cualquier otro que no fuera él.

Conseguí no echar los tres chupitos, los dos cubatas y las cervezas. Era un récord. Pero no podía alegrarme por una tontería así.

-Lilian, hay mil peces en el mar.

-Mavi, tú cuida a tu novio. Cualquier día puede irse a Londres a... hacer algo, y pasará el tiempo, se olvidará de ti y se liará con una de esas inglesas secas y de cara roja como una gamba y...

-Por Dios, hay que llevarla ya a casa. Está fatal-dijo Laura, con un toque de sensatez. El problema es que yo estaba como para pensar en sensateces.

-Oh, pobrecita. Pero Lilian, escúchame, él volverá algún día. Solo va a estudiar un máster dos años y vendrá a Valencia. Tendrá que trabajar de algo. Y conforme está la economía y todo eso en este país (y en todos en general) puede que no consiga una oferta pronto...

-¡Eh, eh, eh! Para. No. Él se va y se va. Son dos años, Cris, dos años fuera...-Hice el gesto con la mano y puse los dedos en su cara; casi le saco un ojo. No sabía ni cómo conseguía hablar. Arrastraba un montón las palabras y me trababa con ellas.

-La borracha tiene razón. ¿Por qué darle falsas esperanzas si ella ya es consciente de la realidad?-dijo Mavi.

-Todo pasará, reina-añadió Cris y entonces me abrazó.

Ese día me desahogué todo lo que pude. La semana siguiente estuvo llena de lloros, penas y quejas mías. No cambiaría ningún momento vivido con Julio, pero si él sabía que lo nuestro iba a terminarse más pronto que tarde no entendía por qué aun así había preferido seguir adelante. Quizás él no estaría sufriendo como yo. A lo mejor los hombres tienen otro mecanismo y son inmunes a las rupturas o tienen más facilidad para ignorar el dolor, mitigarlo o reducirlo o quitarse importancia a las cosas. No sé, lo único que sabía era que estaba bastante jodida. El primer amor de mi vida se había ido al traste y, aunque había tenido un sexo magnífico, ahora estaba otra vez sin novio y... bueno, sin sexo. El club de las solteras volvía a acogerme, aunque tardaría un poco en estar de vuelta en el mercado, porque no podía dejar de pensar en Julio y lo echaba mucho, mucho de menos.


Las mentiras del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora