Prólogo

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Aquel cachivache era realmente genial. Si lo ponía con cierto ángulo los rayos del sol abrasaban a las hormigas. Era divertido poder elegir quien vivía y quien moría. El jardín estaba bañado por el silencio y, si agudizaba el oído, podía escuchar el sufrimiento de las hormigas. Justo cuando dirigía la lupa hacía mi próximo objetivo un griterío hizo que me asustara dejando caer el objeto.

Olvidándome de la lupa, me dirigí curioso hacia la entrada de palacio donde se originaba el ruido. Allí mis hermanos mayores estaban muy rectos observando el panorama. Me acerqué a ellos y me paré a su lado. Los soldados estaban tirando de una niña arenosa, vestida con harapos y que estaba muy, muy sucia. La estaban arrastrando hacia nosotros. Hice una mueca al verla. ¿Por qué había alguien tan sucio en palacio? Uno de los soldados la alzó del brazo, intentando obligarla a caminar. La niña se giró bruscamente y le clavó los dientes en el brazo, generando que un hilo de sangre cayera del brazo del soldado al mismo tiempo que éste gritaba de dolor. El otro soldado corrió a atender a su compañero, liberando a la niña que sonrió con los dientes manchados de sangre. Acto seguido, pareció percatarse de nuestra presencia. Y con una posición felina saltó hacia la puerta.

- Es inútil.- dijo Kouen negando con la cabeza-. Ya está cerrada.- se acercó hacia ella y la niña se puso a la defensiva, gruñendo a mi hermano-. Bienvenida.- dijo poniéndole la mano en la cabeza-. Deberías ducharte y ponerte ropas limpias. Luego te presentaré a la resta de mis...nuestros- se corrigió- hermanos.

Ante esa declaración hice una mueca. Genial. Otra niña con la que compartir palacio. Giré sobre mis talones y emprendí el camino de vuelta.

- Kouha, ¿Por qué no la guías por el palacio?- me preguntó Kouen.

- Tengo hormigas que matar.- contesté.

- Hazlo luego.- me giré para protestar al mismo tiempo que vi como la niña arañaba la cara de Kouen con sus uñas-. A ambos os gusta agredirme, creo que os llevareis bien.- dijo cuándo la sangre empezó a salir de su rostro.

- Deberías dejar de decir cosas geniales cuando te ves tan patético, Kouen.- dijo Koumei mientras emprendía el camino hacia sus aposentos.

Kouen empezó a caminar en la misma dirección de Koumei y me hizo un gesto con la cabeza. Resoplando me acerqué a aquella niña. Podía tolerar a mis hermanos, pero eso era todo. Cuando estuve frente a ella no pude evitar hacer una mueca, olía realmente mal. Me alejé un paso e hice un gesto con la mano para que me siguiese.

- ¿Cómo te llamas?- me dijo, sin moverse del sitio.

- Ya lo has oído.- dije, sin esperarla.

- Así que Kouha...- dijo, oí como se levantaba y me seguía-. ¿Todos vuestros nombres llevan "kou" delante?- me giré sin entenderlo y empecé a analizar los nombres de mis hermanos y hermanas. ¿Cómo no me había dado cuenta? Bueno, tampoco tenía tanta importancia.

- ¿Cómo te llamas tú?- dije, emprendiendo el camino, sin esperarla. Era una real molestia.

- Reim.- contestó ella con orgullo.

Me giré de repente. ¿La nueva hija del hermano del emperador se llamaba como el imperio enemigo?

- Reim...- susurré sin salir de mi sorpresa.





La emperatriz erranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora