Capítulo 4

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Sin poder evitarlo, Kougyoku se había escapado con Kouha. Arrugué su carta en mi mano. Nadie la había visto salir y eso solo podía significar una cosa: conocía otra salida.

Caminé con solemnidad hacia mi despacho, debía informar a Koumei para que lo tuviese en cuenta. En el camino me crucé con mis hermanas, que cuchicheaban sobre la ausencia de Kougyoku. Ante tales calumnias solo pude negar con la cabeza, ellas no entendían la hermandad que había entre Kouha y Kougyoku. Aun así, decidí que aquella noche les notificaría que Kougyoku había sido enviada a una misión, aunque mentiría sobre su naturaleza.

****

Tras tres días de camino, llegamos a Balbadd. La verdad es que mi pequeña hermana tenía una imaginación que desconocía totalmente y que era capaz de trazar planes perfectos. Había cerrado cada pequeño detalle para que no nos descubrieran, aunque algunos de esos detalles no me agradaran mucho.

Al llegar, nos dirigimos a un barrio pobre. No eran los suburbios, pero eran bastante parecidos. Tuvimos la suerte de que una mujer nos escuchó hablar sobre donde viviríamos y nos cedió una habitación en su casa. No es que me entusiasmara la idea de compartir casa, pero era la mejor opción por el momento, tampoco es como si tuviéramos mucho dinero para poder sobrevivir viviendo en un hotel. La mujer nos dejaba alojarnos a cambio de que llevásemos comida, no importaba de donde la sacásemos. La peor parte es que deberíamos vivir también con tres criajos molestos.

Al llegar a la habitación dejé caer la bolsa con la poca ropa que nos habían dado y me tiré sobre el estrecho colchón. Solo había una pequeña cama, un armario y una mesita. Lo esencial. Kougyoku entró y cerró la puerta tras de sí, luego observó con una mirada toda la habitación y se sonrojó.

- ¿Qué? -pregunté con voz malévola, me podía suponer en lo que se había fijado.

- Solo hay una cama. - dijo tapándose la cara de vergüenza, era tan graciosa que no pude evitar soltar una carcajada.

-Tú eres la que pensó que sería más fácil decir que éramos pareja y que habíamos huido de casa porque nuestras familias no aprobaban nuestra relación. - dije entre risas mientras ella se seguía sonrojando más y más-. Haremos una cosa, tu duerme en la cama y yo dormiré en el suelo ¿vale? - le dije levantándome y haciendo un gesto elegante para invitarla a la cama.

- No-no es justo. - dijo ella-. ¡Nos turnaremos! - me reí y asentí.

De pequeños muchas veces dormíamos juntos. Estaba muy acostumbrado a que se metiera en mi cama mientras dormía y despertarme con ella al lado. Después de perder a Reim aquello se volvió una costumbre y luego, poco a poco, empezó a darle vergüenza. Me senté en el suelo, con la espalda apoyada y miré como Kougyoku se sentaba en la cama y suspiraba de cansancio antes de dejar caer su cuerpo para quedar tumbada.

-Me daba miedo venir. - confesó, aunque no me pillaba por sorpresa, lo deduje en el momento que llegó y pidió perdón-. Pero... recordé el primer día que nos escapamos de palacio.

- Técnicamente solo seguíamos a Reim...- dije, al mismo tiempo que mis ojos empezaban a cerrarse de cansancio.

- Lloraste. - dijo ella, abrí los ojos rápidamente y en su rostro había una fina sonrisa-. Lloraste cuando la dejamos atrás.

- No mientas. Eso nunca pasó. - dije molesto, volviendo a cerrar los ojos. Kougyoku soltó una risita. Me negaba a aceptar aquella realidad.

- ¿Por qué crees que volvió? – dijo pensativa-. Quizás si no lo hubiese hecho seguiría viva...

La emperatriz erranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora