Capítulo 10

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Dejé las zapatillas bajo la cama y me escabullí de la habitación como un ladrón. Aquél falso cumpleaños había servido para algo y aquel niñato impertinente resultaba ser bastante amable. Semanalmente nos hacía llegar una carta de Reim a Kougyoku y a mí. Ella no podía salir de palacio, así que lo hacíamos nosotros dos por ella y compartíamos con sus amigos, ahora nuestros, las nuevas. Luego jugábamos a algún juego de pobres antes de volver a palacio. Curiosamente, la gente de los suburbios se había acostumbrado a nosotros y nos ignoraban o, incluso, nos ofrecían alguna manta si era una noche fría.

La carta que me había enviado hoy Judar era solo para mí. Tenía instrucciones de cómo llegar a las habitaciones de Reim, por fin había encontrado un camino seguro. Podría haberla compartido con Kougyoku pero, desde luego, era mejor que comprobase yo que, efectivamente, el camino fuese seguido. Si pillaban a Kougyoku donde no debía estar no sabría justificarse y acabarían ambas metidas en un lío. En cambio, yo tenía mis recursos.

Me escondí detrás de una estatua cuando pasaron los guardias y continúe por mi camino. Ya casi había llegado. Me paré a observar las puertas dobles, talladas con la historia del imperio. Habían añadido una representación del incendio y la figura de padre, erguida como emperador. Cogí aire y caminé muy despacio. Si despertaba a padre, sería niño muerto. Cuando hube pasado el peligro, solté el aire contenido y avancé feliz hacia la puerta de Reim, que a pesar de estar abierta, estaba ajustada. La abrí y ella se lanzó a mis brazos.

-¡Lo has conseguido!- me dijo, dándome un beso en la mejilla.

Me hizo entrar y cerró la puerta tras de mí.

-¿Y Kougyoku?- preguntó sentándose en la cama.

- No quería traerla sin asegurarme que el camino fuese seguro. - le expliqué, embobado.

Aquellas habitaciones eran mejores que las de Kouen. Era grande, a pesar que tenía una cama individual junto a la pared, pero disponía de un balcón privado al fondo de los aposentos. Y lo que la hacía mejor habitación de palacio era la cantidad de juguetes que habían ella. A mí nunca se me había permitido tenerlos.

- Es increíble...

- En realidad es horrible.- dijo, tiñendo de tristeza su mirada.

Sacudí la cabeza, quitándome el embobamiento. No había venido a admirar sus habitaciones, si no a verla a ella. La miré sentada en la cama con un camisón nuevo y delicado. Las mangas largas tapaban sus muñecas. Tragué saliva al recordarlo.

- Reim...- empecé, con temor a que me obligase a irme-. Vi tus muñecas...- murmuré.

Reim bajó la mirada y luego se miró los brazos. Trató de sonreír para calmarme, en vano.

- Hace un tiempo que no lo hago. ¿Sabes que cumpliré nueve la semana que viene?-me dijo, tratando de cambiar de tema, e invitándome a sentarme con ella en la cama.

- Podría volver a verte ese dia.- propuse contento, sentándome a su lado-. Llevamos cinco años sin vernos.- dije, suspirando.

- No exageres.- dijo con una risita-. Solo hace un año que padre es emperador.

- Parece más.- dije de morros.

-¡Vega, anímate!- dijo, haciéndome cosquillas y provocando que riera a carcajadas-.Tengo buenas y malas noticias. – dijo, cuando logré calmarme. La miré, expectante a saber más-. He descubierto la única manera de escapar.- me dijo, rodeando sus palabras de misterio.

Me tomé unos segundos para reaccionar. Sabía que lo mejor que podía hacer era escapar pero al mismo tiempo no quería que se alejase de mí.

-Sé lo que estás pensando, pero tengo que irme Kouha.- asentí triste.

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⏰ Última actualización: Jun 10, 2019 ⏰

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La emperatriz erranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora