Capítulo 9

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Hakuryuu estaba muy quieto mientras cubría su cuerpo con paños húmedos. Había despachado a las enfermeras, estaba claro que ellas no sabían hacer bien su trabajo. Le aparté el cabello y contemplé la venda que le cubría el ojo izquierdo. Mi pobre hermanito...

-Madre dice que se casará con el tío Koutoku.-le informé, convencida de que podía oírme-. Lo hace para protegernos, no se lo tengas en cuenta.

Hakuryuu movió ligeramente el cuerpo con un sonido similar a un gruñido.

-Vamos, vamos.- dije, como si me hubiese respondido-. Tú solo tienes siete años, no puedes gobernar. Y ahora que nuestros hermanos...-se me cortó la voz por un nudo de tristeza en la garganta-. Eres el único que me queda.- cogí su manita derecha, que estaba ilesa y la besé antes de presionarla contra mi rostro.

El chirrido de la puerta me sobresaltó y me preparé para echar a las enfermeras, pero allí no había nadie. Bajé la mirada y vi a Reim mirando a Hakuryuu escondida tras la puerta.

-¿Quieres saludarlo?- le dije con voz cariñosa, apremiándola a acercarse.

Caminó hacia la cama, donde descansaba mi pequeño hermano, como un fantasma y se paró a la altura de su rostro.

- ¿Se va a curar?- preguntó con voz triste.

- Eso espero.- dije, preocupada.

- Yuu y Ren...-empezó con voz rota, yo me limité a asentir en silencio a pesar de que ella estaba de espaldas a mí-. Me duele.- dijo, abrazándose a sí misma.

- Lo sé, pequeña.- le volteé hacia mí y la abracé con todas mis fuerzas. Ella rompió a llorar desconsoladamente.

La alcé en brazos y me moví por la habitación, tratando de calmarla. O quizás lo hacía para no llorar yo. Mis hermanos habían muerto y tenía que ser fuerte, por él. Por Hakuryuu.

Durante las semanas que siguieron a la recuperación de Hakuryuu, Reim venía casi todos los días a verle. Pero nunca más la vi sonreír. Sus ojeras, antes del incendio inexistentes, se acentuaban a cada día que pasaba.

El día que Hakuryuu despertó hacía una semana que habían coronado a Koutoku como Emperador. Ese día, Reim también vino. Entró moviéndose como un fantasma y se encaramó a la cama.

- ¿Reim?- preguntó débilmente Hakuryuu. Ella asintió en silencio-. Estás rara...

Hakuryuu estiró la mano para tocarle la cara y ella dio un respingo cuando sus dedos la rozaron.

- Tranquila.- le dije con suavidad.

Coloqué lentamente mis manos sobre sus hombros para tranquilizarla. Ella giró la cabeza lentamente, mostrándome el pánico en sus ojos. Entonces un destello de luz me cegó momentáneamente y una gran fuerza me lanzó contra la pared. Sin comprenderlo, miré a Reim que seguía inmóvil, con la mirada bañada en terror.

- Lo siento...- murmuró antes de salir corriendo.

*****

Toda esta situación me ponía me ponía nervioso. De la noche a la mañana había pasado de ser un simple noble a primer príncipe. Aquello era serio. Muy serio. Yo jamás podría aspirar ni a ser un simple reflejo de Hakuyuu o Hakuren. Dejarme barba era mi idea para tratar de parecer más maduro, pero era consciente que solo serviría para darme mejor apariencia no hacerme mejor príncipe. No me acostumbraba a aquella palabra. Príncipe.  A pesar de todos los cambios que habían habido, padre había decidido que podíamos seguir viviendo en la misma ala de palacio y que solo él y su esposa se mudarían. Ya no habría más comidas ni cenas con padre, eso sin duda alegraría a Kouha.

La emperatriz erranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora