Capitulo 3.

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Louis nunca había sido un estudiante ejemplar. Más bien, en notas, apenas y empujaba para entrar en el rango promedio. Sólo una vez en su vida había conseguido un sobresaliente, y eso había sido en el jardín de infantes. No se consideraba estúpido, retrasado o algo por estilo. El sabía que si se lo proponía, podía obtener mejores notas. El problema es que le daba pereza estudiar. 

Las materias de tronco común nunca fueron su fuerte ni su adoración. Además, su carrera no tenía que ver con ninguna de ellas. Si acaso, él sólo necesitaba saber leer, y lo básico de las matemáticas. A sus padres no les gustaba presionarlo con respecto a sus notas, siempre y cuando se graduara en algo que le gustara. 

No era bueno en la escuela, y sus padres lo sabían. Pero aún así, presentar en casa un examen con cero aciertos no era algo de lo que estuviera orgulloso. 

Él podría inventar miles de excusas, era el mejor en eso. Pero esta vez, no se le ocurría nada. Tampoco tenía una buena justificación por haber reprobado su examen final de Cálculo Integral. Simplemente, estaba colocado (mataría a Zayn por eso después) y en el momento de contestar la evaluación lo hizo con el poco sentido común y razonamiento que le quedaban.

Y al idiota de Philip Blake, se la había ocurrido que justo esa prueba, justo esa maldita prueba, tendría que estar firmada por sus padres. Ahora, sin lugar a dudas, entendía porqué todos los estudiantes y la mayoría de los maestros odian al profesor de Cálculo.  

Ahora, de camino a casa, pensaba en la manera más fácil de evitar un castigo monumental. Desafortunadamente, nada se le ocurría, y sólo estaba a dos casas de su hogar. Venga, joder, piensa en algo, estúpido. Nada. Su cerebro se negaba a cooperar con él. 

Terminó resignándose a recibir un castigo acorde a la falta en cuanto atravesó el umbral de su vivienda. Si su padre se había dignado a llegar a casa ese día, probablemente no le iría tan mal. Pero si sólo estaba su madre... Bueno, tendría que irse despidiendo de futuras salidas por lo menos por unos tres o cuatro meses. 

— ¡Mamá, ya llegué!—. Lanzó su mochila al primer sillón que vio y se dirigió a la cocina en busca de agua. Sólo había dado dos pasos cuando se dio una colleja. Regresó por su mochila y la acomodó en una esquina. No lo empeores Tomlinson, no lo empeores.

Una vez en la cocina, tomó una silla del comedor para subirse y poder bajar un vaso de la alacena. Vaso en mano, abrió el grifo y llenó su vaso. Recargó la mano en la estufa mientras saciaba su sed, cuando de pronto, un líquido caliente le cayó en la mano, quemándolo. 

— ¡Ah! ¡Mierda, eso duele, joder!—. Rápidamente retiró la mano y se la llevó a la boca, tratando de apaciguar el ardor. Miró con resentimiento al aparato electrodoméstico, en busca del causante de su dolor. 

Una pequeña olla de color carmín se encontraba burbujeando furiosamente sobre una de las hornillas, la ebullición era tal, que el líquido que contenía comenzó a desbordarse por las orillas. Extrañado, giró la válvula de gas y el fuego dejó de manar. 

Levantó la tapa ligeramente y el vapor lo recibió inmediatamente, acompañada de un desagradable olor. Lo que supuso, hace pocas horas fue sopa, estaba pegado en las paredes de la olla, completamente quemada. 

 —  ¿Mamá?—. Que su madre hubiera dejado la estufa encendida y sin supervisar no era una buena señal. Volvió a llamarla sin obtener respuesta. ¿Habría salido? Lo dudaba. ¿Algo le había pasado? No se alarmaría tan rápido, mejor revisar la casa antes de sacar conclusiones erróneas.

Por mera precaución (si algún secuestrador loco había decidido meterse en su casa, por ejemplo), tomó un cuchillo filoso de los cajones inferiores y con paso firme subió los escalones hasta el segundo piso. Revisó la habitación matrimonial de sus padres, nada. Revisó su propia habitación, nada. Incluso revisó el ático, pero nada. 

Justo cuando iba a bajar y llamar a la policía, escuchó la regadera del baño corriendo. Suspiró aliviado, su madre sólo estaba tomando un baño, uno muy largo aparentemente. Sólo para asegurarse y para liberarse de esa fuerte sensación de pánico, llamó a la puerta. 

—  ¿Mamá? ¿Estás bien?—. No obtuvo respuesta inmediata, así que insistió con más fuerza — ¿Mamá?

En un gesto desesperado, entró al baño sin avisar, arriesgándose a traumatizarse de por vida al ver a su madre desnuda. Y claro que se sorprendió de lo que vio. Y claro que tendría un trauma de por vida. 

Su madre estaba recostada en el fondo de la tina, la cuál estaba llena hasta el tope de agua, agua que seguía corriendo y empapando el piso del baño. Sin pensarlo dos veces corrió y cerro el grifo del agua, sacando a su madre, colocándola cuidadosamente sobre las baldosas mojadas. 

Llamándola desesperadamente trató de hacerla reaccionar. Joder, ¿que hiciste mamá?  Haciendo fuerza, trató de levantarla, cuando se percató de un pequeño frasquito vacío que rodaba culpablemente de un lado a otro, mojándose. 

Mojado igualmente, en el suelo, se encontraba el celular de repuesto de su padre. La pantalla brillaba, mostrando un mensaje de alguien agendado cómo "Princesa". No habría que ser un genio para descubrir lo que estaba pasando. 

Su madre había intentado suicidarse. 

Su madre había intentado suicidarse porque su padre le era infiel. 

Su padre tenía una amante. 

Y bueno, él, como buen hijo que era, y conociendo la ubicación de su padre, lo visitaría de sorpresa. Tenía dos cosas en mente:

1. Traer a su padre a toda costa y lograr que no viajara nunca más a Holmes Chappel. 

2. Desfigurar la cara de esa zorra para que no pudiera entrometerse en alguna otra familia.  

Y lo disfrutaría, claro que lo haría. 




❝He's not your Daddy❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora