Capitulo 3

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Ubel

Puede que fuera la chica más repipi del planeta. Parecía que la señorita Ria nunca había visto insectos o que nunca había tenido que sufrir el ataque de los mosquitos. Estuve casi seis horas con ella, acompañándola por pena, y sufriendo sus constantes quejas. "Se me ha enganchado el vestido", "Se me a ensuciado una uña"  y demás cosas por el estilo eran las que tenía que escuchar. Al final no pude más.

-¡¿En que estabas pensando al venir al medio de la nada si no aguantas estar aquí?!-pregunté a voces.

-Mi amor me espera al otro lado del puente.-contestó con aires de superioridad, acicalando uno de sus rizos rubios.-La boda está pensada para dentro de un mes. Justo el día en que cumplo lo dieciocho-miró a la nada con aire soñador.-Oh, mi príncipe... Ojalá pudieras venir a buscarme...

-Oh, por el amor de...-no pude evitar decir mientras me pasaba una mano por la cara con desesperación.-¿Cómo te aguantan los sirvientes?

-Porque soy adorable.-su sonrisa sencilla y sincera me hicieron creer que ante lo que realmente me encontraba era una mujer tonta.

-No eres adorable. Eres insufrible.

-¡¿Como?!

Y llegados a ese punto Ria y yo estábamos tan cansada la una de la otra que empezamos a pelear. Y he de decir que incluso las princesas se olvidan de la compostura cuando discuten. Terminamos a empujones la una con la otra, bajo la atenta mirada de mi yegua. En uno de esos empujones el espejo que ella llevaba en la mano cayó al suelo rompiéndose en mil y un cachos. En ese instante ella se olvidó de la pelea y se agachó a coger el espejo del suelo, juntando alguno de los trozos más grandes, pero ya estaba irreparable.

La culpa me inundó, y puse una mano en su hombro. Ella estaba tan concentrada que ni siquiera la apartó asqueada. La escuché lloriquear.

-Era un espejo de mi madre...-su voz apenas era un hilo, temblaba de inseguridad.-Me lo dio cuando era pequeña...

Mi corazón se compadeció de ella, cogí un trozo entre los dedos y vi mi reflejo en él. Pero era extraño. En todo el trozo de espejo solo se reflejaba la mitad de mi cara. Quizá fuese cosa de la posición. Se lo tendí a ella. Lo miró de reojo y se ella también tendió la mano para cogerlo. En cuanto ambas manos estuvieron encima del espejo una luz dorada salió de él, y estoy segura de que eso no fue cosa de la posición.   

Destino cambiado (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora