Capitulo 4

17 4 1
                                    

Ria

Entre las lagrimas y la luz apenas pude ver nada durante unos segundos. Cuando todo se despejó me encontré frente a una chica (cabe decir que era hermosa) de cabellos rubios rizados y ojos azules. Y lo más genial de todo ¡Era igual a mí! (claro, por eso era tan guapa). Ella me miró a los ojos y después dio el grito más agudo que he escuchado nunca, más incluso que los que daba cuando se me partía un tacón. Me preocupé al instante.

-¿Estas bien?-le dí una sonrisa.-Parece que has sufrido la transformación del patito feo... ¡Estás genial!-le dije con verdadera alegría. No me había olvidado del enfado que tenía con ella, pero de igual modo había sido un cambio demasiado bueno como para preocuparse por los porqués o por cómo lo ha hecho.

-¡¿Cómo voy a estar bien?!-me respondió con cara de desagrado.-¡Soy tu!

-Eso no puede ser tontita.-le di una palmada en la cabeza con cuidado de no estropearle el peinado.-Si tu fueras yo, yo no sería yo, por tanto yo sería otro,así que tu debes ser otro tu con aspecto de yo pero siguiendo siendo tú.-Me miró con cara rara.-¿Qué? ¿No es así?

-Sí, bueno...-la vi fruncir el ceño y arrugar los labios.-Pues explícame porqué tú ahora tienes mi cara y mi aspecto mientras yo tengo el tuyo.

Agarré uno de los trozos de espejo y me miré.

-¡Horror!-grité en cuanto me vi.

El maquillaje se había marchado y me había dejado una cara delgaducha y llena de mugre con la cabeza sucia. Había bajado al menos cuatro tallas de golpe, y mi preciosa ropa ahora no eran más que harapos marrones y negros que no combinaban para nada entre sí. Me llevé una mano a la cara para comprobar si era real. Mi reflejo lo hizo también. Quise balbucear alguna queja, pero me congelé al ver que mis uñas no eran más que medias lunas marrones y medio comidas en vez de la perfección larga y bien coloreada de rojo que tenía antes. 

Volví la vista con envidia a la muchacha que estaba frente a mí. Ahora ella era la que llevaba las ropas lujosas y demás. Me quedé un instante en silencio asimilándolo. Ahora no parecía más que... que... ¡una plebeya!

-¿Qué me has hecho?-dije con temblor en la voz.

-Nada, lo prometo.-respondió ella.-Ha sido el espejo.-afirmó con un tanto de inseguridad. Bajó los ojos al pedazo que tenía aún entre manos.-Ha sido cuando nos hemos mirado.

Yo resoplé y me rasqué la cabeza con una mano, aunque en cuanto toqué la grasa que tenía ahí arriba la aparté con repelús.

-¿Cómo va a haber sido el espejo?-dije con escepticismo. Tras un segundo más establecí mis prioridades.-En realidad eso da igual ¡Devuélveme a mi cuerpo!

-No se hacer eso. No se ni porqué a sucedido.-respondió ella.

-Me da igual. Espabila y encuentra una solución.-continué yo.

-¿Señorita?-dijo mi sirvienta, apareciendo por el camino con el cochero detrás cargando con la rueda. Yo suspiré con alivio mientras continuó caminando hacia mí.

-Hay, que alegría que hayáis...-comencé pero me detuve en seco al ver que no me miraba a mí, sino a la otra chica, la que se supone que era yo. Me quedé con la boca abierta y no fui capaz de cerrarla mientras observaba como le daban todos los mimos y atenciones a ella.

-Señorita, espero que no lo hayáis pasado mal.-le decían.-No se preocupe, en menos de lo que canta un gallo la rueda estará arreglada y podremos marcharnos.

-Pero...-decía ella.

-No se preocupe, de verdad señorita, ya está todo casi listo.-se giró hacía mí, aquella mujer que me había servido toda la vida y ahora no reconocía mi cara.- Gracias, chica, por hacer compañía a la señorita. Ya puede marcharse, ya está bien.

Ahora fue mi turno de intentar protestar sin conseguir nada.

-Pero...

-Señorita, ya está todo listo.-dijo entonces el cochero, y con prisas, metieron a la impostora dentro del carro dorado y comenzaron a alejarse. 

Yo, ta anonadada que no podía hacer nada, me quedé allí, sola en medio del bosque con un cuerpo impropio y ningún sitio a donde ir. La yegua se acercó a mí, con una mirada inteligente apoyó su hocico en mi hombro a modo de consuelo. Y aunque parezca increíble sí sirvió de bastante tenerla allí, mientras veía mi carro irse, y con él puede que mi vida tal y como la conocía.      

Destino cambiado (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora