Capítulo 17. Pensamientos estúpidos.

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Harry empujó bruscamente de Louis y se abalanzó hacia adelante, con las venas sobresaliendo de su tensos brazos y los ojos más rojos que nunca.

- ¿Cómo mierda has entrado? – gritó; su voz haciendo eco en toda la habitación.

La rubia continuó con la mandíbula caída durante unos tres minutos más antes de romper en carcajadas y cubrirse sus aceitosos labios en un estado de shock.

- ¿Eres Harry o estoy alucinando? – soltó, riendo a sus anchas, mientras negaba con la cabeza -Diablos, ahora entiendo por qué te haces tanto de rogar...

Harry adelantó un largo paso y lanzó una patada sobre una silla cercana, estallando un puño contra la mesa, al tiempo que sus músculos se estrujaban y comprimía ambas mandíbulas, rasgando sus dientes de forma violenta.

- ¿Cómo carajos has entrado?

- Tu sirvienta me abrió... - la rubia tomó un nuevo respiro y soltó otra carcajada, todavía agitando la cabeza - No sabía que eras... gay... ¿Y quién es este, eh? Creo que en hombres, no tienes buenos gustos.

Caminó hacia adelante con la misma sonrisa sarcástica en su boca y sus enormes tacos resonando sobre el suelo, colocando de repente toda su atención en Louis.

- ¿En qué instituto estás, cariño? No te he visto antes, ¿sí sabes con qué tipo de hombre te estás metiendo, verdad?

La muchacha estuvo al borde de volver a reír, pero su voz se ahogó cuando la mano de Harry se prendió de todos su cabellos, sacudiendo su cabeza salvajemente para luego elevarla y estrellarla contra la pared en un golpe seco.

- Hazz, cálmate... - la susurrante y quebrada voz de su empleado resonó en toda la habitación como el sonido del aleteo de un ave.

Sus ojos se volvieron hacia él sin soltarla y lo encontró con el rostro totalmente enrojecido y las lágrimas deslizándose por la curva de su nariz y de sus labios.

- ¿Hazz? – la rubia intentó empujarlo, al tiempo que la risa alborotaba su boca -¿Tú le dejas llamarte de esa manera? ¿Tú, Harry Styles? No puedo creerlo, debo estar teniendo una especie de pesadilla cómica...

La regresó a mirar, encontrándose con sus irónicos ojos verdes y sin pensárselo ni un segundo más, aprisionó su cabellera entre sus dedos y empezó a arrastrarla con fuerza hacia la calle, ignorando sus gritos y los gritos nerviosos de Louis, que sollozaba suplicándole que se calmase. Abrió la puerta y sacudió su cuerpo de un lado a otro, aunque la tipa solo se reía y fingía pedir auxilio.

- ¿Es tu novio? Yo venía a invitarte a la fiesta de esta noche y mira con lo que me encuentro, ¿no quieres ir conmigo? El instituto se jodería de risa si se entera de esto.

- Di una sola palabra y estás muerta – masculló contra su oído, tirando más de su cabeza hasta hacerla gruñir – Créeme que estás muerta.

La muchacha presionó sus ojos y acomodó su bolso sobre su hombro.

- No pienso decir nada, es más, ¿este será nuestro secreto, verdad, Harry? – la sonrisa volvió a apoderarse de sus labios - ¿O debería decirte Hazz?

Harry agitó su cuerpo una vez más y finalmente la empujó, escupiendo al suelo antes de volverla a mirar con sus oscuros ojos esmeraldas encendidos en llamas y sus puños temblándole.

- Lárgate de una maldita vez antes de que te mate.

La observó tambalearse antes de sonreírle con picardía y subirse a su camioneta, desapareciendo de su vista antes de lo previsto.

Maldita estúpida. Estaba cagado.

Estuvo al borde de empezar a maldecir en plena vía pública cuando el automóvil de sus padres apareció frente a él y la única opción que tuvo fue meterse de nuevo a su casa y dejarse caer en el sofá, con las manos a ambos lados de su cabeza. Lo había visto. La rubia lo había visto besándolo, pero no importaba tanto. No era alguien que lo conociera y si se atrevía a abrir la boca, la hundiría.

- ¿Ibas a salir, Harry?

Echó una fría mirada a su madre, que ingresaba con su bolso en su mano derecha y se empezaba a ajustar el abrigo, dejando caer sus cosas sobre la mesa. Sin responderle, sus ojos se movieron instintivamente hacia la cocina, recorriendo todo el espacio que le era posible, sin lograr encontrar rastro de lo que estaba buscando.

- Aunque sea fin de semana, no puedes salir, lo tienes prohibido. Si tu padre se entera que andas saliendo, tomará acciones graves y...

Sin prestarle la más mínima atención, sus ojos continuaron pegados en el mismo lugar de siempre durante los cuarenta minutos restantes antes de que su madre regresase de donde se había metido y le mirara con la misma seriedad de siempre.

- Pasa a la mesa, el almuerzo está servido.

Con su cabeza echa un lío, se sentó de mala gana y se quedó mirando la mesa. No entendió por qué demonios cuando vio el plato de comida frente a sus ojos, toda su rabia y tensión desapareció. Se llevó un pedazo de carne a la boca y se bebió el agua de un solo porrazo. Tenía buen sabor, como la del día anterior.

- Me alegra ver que ya tienes apetito, Harry.

Terminó la comida y se quedó sentado en la silla, incapaz de hacer algo más que mirar a su celular y a la cocina, sin cerrar los ojos durante el resto de la tarde. No soportaba el no poder responder a ninguno de los jodidos pensamientos que se cruzaban por su cabeza a cada segundo. Su madre apareció junto a las escaleras.

- Iré a dormir. Avisa que no me lleven la cena.

Cuando la anciana le dejó la cena sobre la mesa, le dio una rápida mordida a la pizza y se levantó del asiento, caminando hacia la cocina con agilidad. Las luces del patio se veían apagadas y no había señal alguna de movimiento. Echó una mirada a los platos recién lavados y el fresco olor a lavanda que se desprendía del ambiente se infiltró en sus fosas nasales. Tuvo ganas de quedarse ahí más tiempo, pero tomó un poco de aire y empezó a caminar hacia el pasadizo de las habitaciones de servicio.

Y de repente, unos ruidos extraños empezaron a sonar.

Apresuró los pasos y se plantó frente a una familiar habitación, colocando la mano sobre la perilla de la puerta y girándola, sin sorprenderse de que no esté asegurada. Frunció el ceño cuando encontró a Louis arrinconado sobre su cama con el rostro entre sus manos, sollozando como un niño de cuatro años. Empujó la puerta con su misma tosquedad de siempre y el menor se sobresaltó, mirándolo y levantándose enseguida.

- ¿Qué te pasa?

- Lo siento, Hazz. Lo siento tanto.

Inocencia Pasional; larry stylinson |adaptación|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora