Capítulo Primero: Como hemos zarpado desde el puerto de Eivissa y llegada a Cuba

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Beaucoup de personnes se aglomeraban en el puerto de la isla de Eivissa a 30 días del mes de Mayo del año 1503, mais debo aclarar que tal público estaba allí quizás debido a la curiosidad de voir alboroto, puis nunca habrán visto una tripulación tan nerviosa y ansiosa por zarpar como admito que éramos nous. Nos alejamos del puerto a mediodía, intentando despedirnos de alguien, pero las personas habían regresado a su trabago. Al momento de cruzar el estrecho yo vi otro barco, que llegaba bastante destruido, el almirante Argón de Castañedo insistió en dejarlos allí, argumentando que la police de la costa iría a buscarlos. Carlos Ferrer instó en rescatarlos mais Argón de Castañedo impuso su autoridad y yo vuestro servidor, Lothaire du Grandpré logré calmar a su furioso co-almirante.

Para mi sorpresa y creo hablar por toda la tripulación, durante la noche a tres días de zarpar del puerto, el ciel se fizo presente debajo de los barcos pero aún más estrellado que el mismo ciel, el mar estaba tranquilo, así que toda la tripulación disfrutó aquel fenómeno que solo notre Dios sabrá explicar. Algunos tripulantes, sin permiso de ambos almirantes, decidieron saltar de la embarcación para "nadar en el ciel". El almirante Albor de Castañedo furioso lanzaba gritos por los siete mares ordenando que subiesen al barco. Yo estaba asombrado por lumières emanadas al mover el agua. Las consecuencias nos tomaron desprevenidos un animal gigante más grande que nada hayamos divisado anteriormente saltó a la vez que giraba y luego cayó y creó un oleaje que sacudió bastante a las embarcaciones. La mitad de los hombres que estaban nadando sufrieron graves lesiones al chocar violentamente contra los barcos. A catorce días del maravilloso (porque realmente fue maravilloso) accidente, uno de los heridos falleció, por lo que imploramos a Dieu por su descanso eterno, y a órdenes del Almirante Albor de Castañedo, arrojamos el cuerpo del difunto al agua, dejándolo a la deriva del Señor. La tripulación, incluído votre servidor, estaba asustada y decaída, Castañedo solo daba órdenes sin tener en cuenta mi opinión pues consideraba que yo al ser menor que él carecía de derecho para contradecirlo.

Encallamos en la isla de Cuba a 20 días del inicio del mes de junio y estuvimos veinte días vaciando las heces de los barils y juntando provisiones, el duro de cabeza del Almirante Albor de Castañedo solo reposé en la embarcación más grande, mientras yo y la tripulación quedábamos a la intemperie del ciel nocturno. Unos indiens de Cuba nos ofrecieron un techo, o eso habíamos comprendido mediante las señas que hacían, pero el Almirante Castañedo se negó y me comunicó que si daban más problemas los esclavizara, pero si me quedaba con ellos yo sería el esclavizado. Debido a que la tripulación estaba furiosa con el Almirante yo usé mi autoridad y les di permiso para dormir bajo toit indigène. Yo reposé bajo techo de una familia indigène de una mère, un père una enfant y una mademoiselle de mi edad. La enfant me enseñó algunas palabras en su lengua pero ellos no me entendían y yo les hablaba en señas; Castañedo se enfureció al enterarse que son tripulación reposé bajo toit indigène y ordenó que me azotaran frente a toda la tripulación. Esa noche no hubo cena para mí, pero la familia indigène curó mis heridas. Gracias a la enfant aprendí los nombres de ellos, Sinhue la mère y Alexandro el père, la enfant era llamada Sophía y la mademoiselle Camila quien no pudo jamás pronunciar mi nombre correctamente.

Tres días pasé sin comer con la tripulación, pues Castañedo me quitó el cargo de almirante. Pasaba yo los días juntando frutos con Camila quien ayudaba a alcanzar ramas altas ya que era más baja que yo, y las tardes cazando con Alexandro quien le asustaba las armes à feu entonces cazabamos con lanzas y objetos primitivos de los indiens, quienes no son tan retrasados e inofensivos como Castañedo piensa que son. Al día de partir en busca de terre para explorar Castañedo estaba furioso, como de costumbre, y me amenazó que si llevaba conmigo a los indiens me lanzaría al mar con ellos. Intenté despedirme de la familia quien cuidó tan bien de mí pero la prisa hurgó y solo llegué a despedirme de Sophía quien me dijo que era bienvenido en su terre.

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