Capitulo 1

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La nieve caía en copos gigantes, tan preciosos, tan fríos. Mangel Rogel aparcó su viejo, pero fiel, jeep frente a la acera. No tuvo oportunidad de salir del coche e ir hacia la puerta como debe hacerlo un caballero. Ruben Doblas o Rubius como él solia decirle, vestido de blanco de los pies a la cabeza, bajó saltando los escalones de su portal, con una maleta de viaje colgado de su hombro.
Mangel bajó del jeep y se frotó las manos para entrar en calor.
-¿Listo? -sonrió, apartando la mirada de aquella preciosa cara para abrir el maletero.
Incluso forrado de los pies a la cabeza, le parecía el hombre más sexy del mundo.
-Sí -sonrió Rubius, tirando la bolsa dentro del coche.
Después, poniéndose de puntillas, le plantó las manoplas blancas sobre la cara para darle un beso.
Mangel se quedó inmóvil durante un segundo. Debería estar acostumbrado a esos gestos. El era un espíritu libre, afectuoso con todo el mundo, sobre todo con las mujeres y uno que otro hombre, no solo con él.
Pero eso no pudo evitar que reaccionara ante el beso. Habían crecido juntos y Rubius seguía viéndolo como el chico de la puerta de al lado, no como a un hombre maduro.
Mangel, sin embargo, sí lo veía a él como un hombre. Cuando eran unos críos, Rubén invadía sus sueños con inocente sensualidad; como un hombre adulto, hacía que se despertase por la noche cubierto de sudor.
Pero tuvo que sonreír al ver la naricilla roja de su amigo y los copos de nieve que caían sobre su gorro. Solo algunos rizos rubios castaños escapaban del casquete que la cubría hasta las cejas.
Sin dejar de sonreír, alargó la mano para tocar un reciente pircing en la oreja.
-Muy guay -dijo, para distraer sus sensuales pensamientos.
-Gracias, Miguel -sonrió él, tocando a penas su oreja-. Me lo hizo una amiga. ¿A que te mola un huevo?
Mangel tuvo que contener una sonrisa.
-Sí, mucho -afirmó. Un golpe de viento lanzó nieve helada sobre su rostro-. ¿Listo?
-Siempre -contestó Rubius, mirándolo con sus traviesos ojos verdes.
Él sacudió la cabeza. Rubén Doblas era él rey del doble sentido, un coqueto que podría volver loco a cualquier mujer y hombre. Y le encantaba hacerlo.
Mangel había crecido deseándolo mientras la veía salir con otras chicas y un par de chicos ocasionales. Incluso le contaba sus secretos, como si él fuera una de sus amigas, obligándolo a escuchar detalles sobre quién era la que mejor besaba, quién le metía la lengua hasta la garganta o quien tenía los labios más bonitos. Él joven Rubén Doblas había torturado su adolescencia.
Como adulto, y a pesar de que conocía muchos hombres, lo deseaba más que nunca. Pero él solo lo veía como una red de seguridad. Un colega. Eran tan diferentes como la noche y el día y, desgraciadamente, solo amigos. Eso no cambiaría nunca.
Y si Rubius hubiera notado repentinamente que era un hombre y quisiera una relación más íntima, él se habría negado. Tenía demasiado orgullo como para ser uno más. Rubius siempre había tenido más de un hombre o mujer correteando a su alrededor y Mangel no quería ser un nombre más en su lista.
Aquel día se dirigían a casa, en Málaga, para pasar unos días. Mangel por un asunto de negocios, él para asistir a la despedida de soltera de una amiga. Mientras él tendría que dedicarse a la calculadora, Rubius estaría de juerga en un bar con hombres desnudos o algo así. Desde luego, eso definía el estilo de vida de cada uno mejor que nada. Rubius era divertido, alocado, veía el lado bueno de la vida y él... él había estado loco por él desde que tenía doce años.
Dentro del jeep se estaba calentito y Mangel dejó escapar un suspiro. Él se quitó las manoplas y el gorro antes de abrocharse el cinturón de seguridad.
-No sabes cómo te agradezco que me lleves a casa, Miguel. Dudo mucho que mi deportivo hubiera podido subir por la montaña, sobre todo con esta nieve.
Mangel arrancó el jeep y miró por el retrovisor.
-Me alegro de que no lo hayas intentado. ¿Por qué compraste un coche tan absurdo?
-¡Mi coche es maravilloso! -sonrió Rubius, apoyándose en el respaldo del asiento-. ¿Qué querías, que me comprara un viejo jeep como el tuyo? Este es un coche aburrido.
-Pues a mí me lleva a todas partes.
-Siempre hacia arriba, ¿eh?
El sarcasmo no le pasó desapercibido.
-Dudo mucho que mi jeep tenga algo que ver con mi carrera.
-Pero estás consiguiendo lo que querías, ¿no? ¿No acaban de ascenderte otra vez?
Él se encogió de hombros. Lo habían ascendido un mes antes, ofreciéndole una excelente posición en la directiva. Por el momento, estaba consiguiendo todos sus objetivos profesionales. El único objetivo que no había conseguido era que Ruben Doblas lo mirase como a un hombre y no como a uno de sus amigotes... y eso no lo conseguiría nunca. De modo que mejor olvidarse.
-¿Qué tal te van las cosas? -preguntó, cambiando de tema.
Veía a Rubius al menos una vez al mes y hablaban por teléfono todas las semanas. Los dos se habían ido de Málaga a Madrid. Como él tenía tres años más fue el primero en mudarse, después de terminar la carrera, para trabajar como economista en una gran empresa. Rubius lo había seguido poco después, terminando sus estudios en la universidad de Madrid. Luego, encontró trabajo en una peluquería modernísima y de la carrera de derecho... Aún no había empezado a ejercerla. Pero el resultado era que, además de ser vecinos desde pequeños, apenas se habían separado nunca.
Mientras Mangel estaba loco por él, Rubius lo trataba como si fuera su hermano mayor, o un eunuco. Un coleguita. Alguien con quien podía ser él mismo.
-Aún no te he dicho cómo me van las cosas y tú ya estás poniendo mala cara -sonrió Rubius.
-No es eso. Estaba pensando en mis cosas.
-¿Qué cosas?
-Nada que te interese.
Él, juguetón como siempre, le dio un puñetazo en el hombro. Afortunadamente, llevaba una chaqueta de cuero y apenas lo notó.
-Cerdo. Seguro que era algo jugoso.
"Si tú supieras..."
-No era nada importante.
-Eres humano, Mangel. Debes tener pensamientos perversos como todo el mundo.
Mangel se preguntó qué diría si supiera que él era el protagonista de sus perversos pensamientos. Rubius desnudo, en su cama... Pero nunca lo sabría.
-Deja de dar rodeos y dime qué andas haciendo.
O cambiaba de tema o tendría que bajar la ventanilla para enfriarse.
-Muy bien. Pero es un viaje largo, así que acabarás contándomelo todo -suspiró él-. La verdad es que, últimamente, me aburro un poco. No salgo con nadie, no hay nada nuevo en mi trabajo, las chicas estan muy locas, las he dejado por un tiempo... Me teñí el pelo de rosa durante unos días, pero pensé que a mi madre le daría un infarto si me viera, así que me lo quité.
-Rosa, ¿eh? -sonrió él-. Seguro que estabas muy mono.
-¡Por supuesto! -rio Rubius, pasándole una mano por el pelo-. Tú tienes un pelo estupendo, Mangel. Si te lo dejaras un poco más largo, podríamos hacer algo con él.
Al sentir el roce de sus dedos, Mangel tuvo que aclararse la garganta.
-El pelo largo no pega con mi imagen.
-Pues podrías buscar una nueva -sonrió él, inclinando la cabeza a un lado, pensativa-. ¿Qué tal una imagen de play boy?
-Sí, claro. Nadie, y menos tú, se tragaría eso.
Rubius se acercó un poco más, hasta quedar pegada a su brazo.
-Subestimas mis talentos. Creo que deberías considerar la idea. Sería divertido.
En ese momento, Mangel pensó que podría considerar cualquier cosa. En el interior del coche, con el aroma de Rubius rodeándolo... aquel aroma que era tan atrevido y sensual como él y que lo volvía loco.
Como siempre.
Él tenía una mano en su brazo, la pierna doblada y una sonrisa en los labios.
Como había dicho, iba a ser un viaje muy largo. Seis horas por lo menos.
Y tenía la impresión de que iría sufriendo todo el camino.
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Muchas gracias por leer este fanfic, la verdad es primera vez que hago una adaptacion asi que agradeceria que corrigieran en comentarios los errores para yo poder arreglarlos inmediatamente.
El encabezado no tiene nada que ver con la historia pero se veia muy vacio eso ahí, asi que nada xD

Atrapados en la Nieve (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora