CAPÍTULO 5
La nieve que Mangel había colocado en su hombro se derritió por el calor que producían los dos cuerpos. Rubius sintió el agua helada cayendo sobre su torso y se apartó con un gemido. Solo el agua helada, pensó, podía haber roto aquel beso asombroso.
Miguel masculló una maldición y prácticamente saltó de la cama.
-Lo siento -dijo en voz baja, pasándose una mano por el pelo.
Rubius estuvo a punto de soltar una carcajada. Pero estaba demasiado excitado y demasiado atónito por lo que acababa de ocurrir entre ellos. Con los ojos clavados en el cuerpo masculino le dijo:
-Me has dejado de piedra, Miguel.
Él lo fulminó con la mirada.
-¿Qué quieres decir?
-Estás ahí, medio desnudo y más guapo que nunca...
-No digas tonterías.
Rubius estaba perplejo por la nueva imagen de su amigo de la infancia. ¿Su amigo? Un pedazo de hombre.
-No estoy diciendo tonterías.
Mangel volvió a mascullar una maldición mientras se acercaba a la cama.
-Siempre estás de broma -murmuró, tomando su camisa para secarle el hombro-. ¿Te encuentras un poco mejor?
Rubius se dio cuenta de que la conversación lo hacía sentir incómodo y quería cambiar de tema.
Pero no iba a permitírselo. Sonriendo, alargó un brazo para acariciar aquel torso desconocido. Era todo músculo, cubierto por una suave capa de vello oscuro. No había en él un gramo de grasa, solo músculos esculpidos como los de un atleta, muslos largos, anchos hombros, una sólida erección empujando la suave tela de los calzoncillos...
Rubius, con la boca seca, se tia como crecia continuamente su ereccion. Algo más que su hombro estaba húmedo.
-Vuelve a la cama -le suplicó.
-Rubén... -murmuró él, con voz ronca-. Deja de mirarme así.
Él parpadeó, sorprendido.
-No me daba cuenta.
-Ya lo sé -sonrió él, tapándolo con la manta hasta la barbilla-. ¿Has entrado en calor?
-Estoy ardiendo.
-Me alegro.
El roce de los labios masculinos había sido... un cataclismo. Tan maravilloso que quería más. Mucho más.
Eran amigos, se conocían y confiaban el uno en el otro. Él lo deseaba y, a juzgar por el estado de sus calzoncillos o, más bien lo que había debajo de los calzoncillos, Miguel también lo deseaba.
¡Miguel Angel Rogel lo deseaba!
El accidente y la noche en la cabaña podrían ser lo mejor que le hubiera pasado nunca, mostrándole cosas en las que jamás se había fijado; cosas importantes.
Cosas que podrían cambiar su vida.
Rubius levantó la manta, sin dejar de sonreír.
-¿Miguel?
Mangel se dio la vuelta, nervioso. Pero a Rubius le daba igual porque su trasero era tan excitante como su torso. Incapaz de contenerse, alargó la mano y le dio un cachete. ¡Todo músculo!
Él se volvió, de un salto.
-¡No hagas eso!
-¿Por qué? -preguntó él, sorprendido.
-Porque no está bien.
De repente, su Miguel empezó a pasear por la cabaña mascullando maldiciones. Y los movimientos hacían cosas... interesantes en su entrepierna. Rubius no podía apartar los ojos, pero tampoco quería que acabara pillando un resfriado. Entonces se percató de que los anchos hombros masculinos estaban cubiertos de sudor.
Y, de repente, él también empezó a sudar.
-Te deseo, Miguel.
Él se detuvo, pero no se volvió inmediatamente.
-No es verdad. Es la situación... por eso piensas esas tonterías -Rubius iba a decir algo, pero Miguel levantó una mano-. No, escucha. Somos amigos. Buenos amigos, nada más.
-Tú me deseas -dijo él entonces, mirando la evidencia.
Miguel apretó los dientes.
-Has estado con suficientes hombres como para saber que una erección no significa nada. Estamos solos en una cabaña, medio desnudos.
Rubius hizo una mueca de incredulidad.
-¿Estás diciendo que tendrías la misma reacción con cualquier otro tio?
Mangel cruzó los brazos sobre el pecho.
-Sé que nunca me habías visto como un hombre, pero lo soy tanto como cualquiera. Y me excitan las mismas cosas que a cualquier hombre. Un tio como tu medio desnudo en la cama es una de ellas.
-Oh.
Rubén intentó darle sentido a lo que acababa de decir. ¿Era su forma de ser noble, de proteger su honor? ¿O realmente no estaba interesado?
Miguel volvió a la cama y se sentó a su lado. Los ojos castaños, que él adoraba, estaban llenos de preocupación.
-Te quiero mucho, como amigo. Y creo que tú también me quieres, ¿no es así?
-Mucho -dijo Rubius. No tenía sentido negarlo. Miguel lo era todo para él: mejor amigo, hermano mayor, protector y confidente-. Pero...
Él le puso un dedo sobre los labios.
-¿De verdad quieres estropear nuestra amistad haciendo algo que los dos lamentaríamos más tarde?
No lo deseaba. Cerrando los ojos para disimular la pena, Rubius intentó sonreír. Su vida había cambiado con aquel beso y él se disculpaba, como si hubiera sido un error.
-De acuerdo, ya has dicho lo que tenías que decir -murmuró, con voz temblorosa-. He perdido la cabeza y ya está. Puedes volver a la cama. Prometo no meterte mano.
Mangel tardó unos segundos en decidirse, pero después se metió en la cama.
-Deberíamos dormir -sugirió-. Si no nos encuentran, mañana vamos a tener que caminar un buen rato.
Con un hombre tan grande pegado a él, era imposible no ponerse nervioso. Aunque el descubrimiento de la sexualidad de Miguel lo había excitado, saber que él no le gustaba como algo mas que su mejor amigo hacía se sintiera incómodo.
-Bien.
Miguel emitió una especie de gruñido.
-Ven aquí -dijo, apretándolo contra su pecho. Pero Rubius no podía relajarse. Seguía estando excitado y mientras él estuviera tan cerca, eso no iba a cambiar.
-No puedo -murmuró, apartándose.
De repente, sintió una punzada en el hombro. Le hubiera gustado ponerse a llorar... Lo deseaba tanto. Lo deseaba como nunca había deseado a un hombre.
¿Cómo era posible que Miguel no sintiera nada?
-Rubén -susurró él, intentando colocarlo de nuevo sobre su pecho. Él intentó apartarse, pero al apoyar las manos en el sólido torso, emitió un gemido de anhelo-. Intenta entender, cariño. Da igual que los dos deseemos...
-¡Tú no me deseas! Lo has dicho antes.
Mangel dudó un momento.
-No era verdad.
El corazón de Rubius dio un vuelco. Y su estómago también. "No era verdad". En lugar de apartarse, se acercó más, lleno de esperanza y de deseo. Acariciando el peludo torso con la nariz, respiró su aroma: una mezcla a hombre, colonia y... Miguel, el chico al que había querido siempre, pero al que nunca antes había visto como amante.
Qué tonto.
Emocionado, abrió la boca para saborear su piel y lo mordió suavemente. Quería comérselo.
Mangel emitió un gemido.
-Rubius tio, estate quieto.
Pero no podía. El deseo era demasiado fuerte, como una droga. Estaban tan cerca, tan calentitos... Levantó un brazo para pasárselo alrededor de los hombros y aplastó su cuerpo contra el torso masculino, el contacto aumentando el cosquilleo.
-Miguel, por favor. Por favor...
Mangel parecía haberse quedado sin respiración. Pero entonces, con cuidado, lo colocó de espaldas. Y tomó su boca, consumiéndolo, robándole el aliento. Rubius no podía dejar de moverse contra él, buscando, deseando... La enorme pano de Mangel empezo a acariciar su cuerpo desnudo y él ahogó un gemido. El hecho de que el hombre que ll tocaba, que lo deseaba, fuera Miguel lo hacía increíblemente erótico, increíblemente sensual. Él acariciaba sus pezones sabiamente, sin dejar de comerle la boca. Cuando deslizó la mano hacia abajo para agarrar su ereccion, estaba loco de deseo.
-No va a pasar nada -dijo él en voz baja. Rubius no entendió, pero daba igual. Su grande mano acariciaba su polla de manera enloquecedora.
Rubius levantó las caderas, sujetándose a los brazos del hombre. El dolor en el hombro, olvidado, relegado por un placer tan grande que le hacía perder la cabeza.
-Miguel...
Le encantaba decir su nombre, sentir que estaba con él.
-Abre las piernas, Rubius -le ordenó Miguel.
Mientras hablaba, le daba besos en la cara, en la garganta, en el torso. Ciego, reaccionando solo por deseo, abrió las piernas. Quería que lo tocase, no sentía ninguna timidez, con Miguel no. Miguel emitió un sonido de aprobación, un gruñido que lo excitó aún más.
Mangel levantó un poco la mano para meterla dentro de su ropa interior. La bajo suavemente y metió dos dedos dentro de su pequeño orificio. Al mismo tiempo, mordisqueaba uno de sus pezones.
El asalto era devastador y Rubius dejó escapar un gemido de placer, levantando las caderas para recibirlo.
-Tranquilo. No te hagas daño en el hombro -susurró él. Intentaba moverse, pero Miguel lo mantenía cautivo-. ¿Así te gusta?.
Miguel lo masturbaba con la otra mano. Sentia pequeños espasmos de su parte, la fricción de los dedos entrando y saliendo de el. Y como subis y bajaba su otra mano de su ereccion lo estaba volviendo loco...
Ningún otro hombre ni mujer le había dado tanto placer. Ningún otro hombre era Miguel.
Rubius lo miró, atónito. Y entonces cerró los ojos y tembló violentamente al sentir las voluptuosas contracciones del orgasmo.
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Atrapados en la Nieve (Rubelangel)
FanficRubén siempre había visto a Mangel como su mejor amigo, nada más. Y él, fastidiado, había tenido que verlo salir con un montón de hombres y mujeres. Lo último que Rubén parecía desear era una relación estable. Un día, sin embargo, atrapados en una t...