—Yo también te quero, Fane.
Tal vez decir que necesitaba de él era un pecado. Decir que necesitaba sus labios era un pecado porque era una mentira, yo en realidad, Anhelaba sus labios. Los ansiaba. Lo quería. Lo deseaba. Simplemente, era como el oxígeno para mi alma, porque así me demostraba que me quería. Me sentía querida y no era ese sentimiento de amor que tu familia te suele dar, sino era un amor que solo Fane me podía dar. Solo él.
Miraba sus ojos. Un profundo color que me tranquilizaba por completo. Un perfecto marrón mezclado con un hipnotizaste azul. Simplemente la gloria. Cerré mis ojos mientas sentía como sus labios chocaban con los míos. Su tacto era suave como la más fina seda. Sus movimientos eran provocativos pero demostraban que me quería. Sus manos se colaron hasta llegar a mi cadera y presionar cerca de mi trasero. Gruñí en medio del beso, pero, no deje que eso acabara ahí. Me acercó aprovechando el momento de debilidad.
Puse mis manos sobre las de él y las fui subiendo por todo lo largo de sus brazos. Una de mis manos paro en su hombro y la otra siguió el camino hasta llegar a su cabellera un poco larga y clara. Era totalmente perfecto.
Era extraordinariamente asombrosa la manera en la que Fane me podía hacer sentir. Algo que yo y nadie puede explicar. Algo simplemente mágico.
Nos separamos del beso y coloque mis manos sobre mi cabello que de seguro debía de ser todo menos un peinado.
—Déjame ayudarte —. Se ofreció amablemente.
Dejé que sus manos peinaran mi cabello con cautela y elegancia. Aparto un mechón de cabello que atravesaba todo lo largo de mi cara atorándolo con un broche que tenía en mi peinado, pero cuando miré a sus ojos, estos solo estaban fijos en mí. Viajaban de mis labios a mis ojos y perecía como si estuviera estudiando cada una de mis facciones, tratando de descubrir algo. Se acercó un poco y me dio un delicioso beso en los labios.
Le sonreí y él me regresó en gesto. Entrelazamos nuestras manos y nos levantamos de nuestro asiento para después regresar al castillo.
—Sobre la anulación de nuestro matrimonio; no se hizo —lo miré sin entender sus palabras. Como si estuviera hablando otro idioma o tal vez como si fuera un psicópata. Hay que dejarlo solo con que no entendí el "por qué" —. Tu padre intervino en todo eso —rasco con su mano libre su nuca e hizo una mueca—. Nunca se anuló.
Negué divertidamente y después reí un poco.
—Siempre va un paso adelante.
Al llegar y dar una vuelta por ahí, mi padre nos encontró con una sonrisa en su cara y nos dijo que era la hora del show.
Un hombre «el encargado» dio un pequeño discurso en el cual no me molesté en prestar atención, pues era innecesario. O al menos así lo vi yo. Y después el mismo hombre mencionó mi nombre.
Pasé al frente y me puse frente a mi padre. Asentí y él me devolvió el movimiento con orgullo en sus ojos. Me puse sobre mis rodillas e incline un poco mi cabeza. De reojo vi que el mismo hombre iba y regresaba con una almohada roja y encima de esta estaba una espada.
«La Espada del Somnul Etern» la voz de mi hermano se escuchó como eco en toda mi cabeza.
Pero al instante descarté la idea por el hecho de que mi hermano me había advertido que la espada estaba desaparecida y ni siquiera los dioses sabían dónde estaba.
Mi padre tomó la espada con las dos manos. A un lado estaba Dimitri sosteniendo otro cojín rojo con una hermosa corona encima.
Mientras mi padre decía una palabras, tocaba con la espada ligeramente mi hombro derecho y después el izquierdo para finalizar con mi cabeza.

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Monstenitori©
FantasyUna historia que relatar. Rumores que esparcir. Mentiras que contar. Secretos que descubrir. Recuerda que detrás de cada una de mis palabras hay un secreto que debes descubrir. «No eres una Monstenitori.» «-Mi padre y yo encontraremos la...