Era él. Miré sus ojos grises. Su cabello negro. Tenía un gran parecido a mí.
Con mi mano acaricie el cristal. Un leve movimiento captó mi atención. El movimiento provenía de sus ojos. Él... él parpadeo... ¿¡Él parpadeo?! ¡Él Parpadeo! ¡Está Vivo!
Desesperada jale y empuje la vitrina, pero no se movía ni un solo milímetro. La vitrina no cedía y no quería cooperar. Obviamente tenía llave. ¡Carajo!
Camine alrededor de toda la habitación. Estanterías con un millón de libros. Escaleras para poder alcanzar los libros que estaban colocados en la parte más alta de las estanterías. Unos libros eran viejos y otros no tanto. Unos tenían inscripciones raras y sin sentido. Otros estaban en diferentes idiomas. Las paredes ya estaban desgastadas, por lo tanto, la pintura se caía si tan solo golpeabas algo contra ella. En el techo había una pintura, al parecer estaban luchando y lo más razonable era que estuvieran en una guerra. En unas partes había cuadros, unos amarillos por el paso del tiempo y por lo desgastados que estaban, si los tocabas, esos caerían ante ti como polvo. En ciertas partes había moldes para poner velas, pero algunas ya estaban por terminar, por lo tanto, su luz era tenue y la cera que estaba goteando a su alrededor ya estaba seca y ya no tenía vida útil.
Había unos cuantos muebles, pero estos estaban llenos de polvo. Había una mesa con cajones. Corrí a ella tomando mi vestido y así también dejando que mi capa volara un poco. Me detuve antes de chocar con la mesa y provocar que por consecuencia alguien escuchara y viniera a ver qué era lo que sucedía.
Abrí cada uno de los cajones, revolví todo, pero no encontré nada. A veces me encontraba uno que otro hueso, lo cual, me parecía espeluznante. Arriba de la mesa también había libros y papeles regados, unos eran más bien una especie de pergaminos y otros tenían impresos o dibujados territorios que planeaban conquistar o tal vez ya estaban conquistados por ellos. Revolví todo y hasta hojeé unas cuantas cosas, pero no obtuve resultado, no había ni una sola llave.
Resignada, volví a la vitrina donde estaba Alek. Mis ojos se empezaron a aguadar por la impotencia. Mis manos ahora eran puños. Algo estaba en mi contra últimamente. No todo me salía como esperaba y este era el caso. Me sentía impotente, no podía hacer nada. Con mis manos hechas puños golpee el cristal con furia, pero no pasó nada. No espere que pasara algo, porque, realmente era muy débil y mi fuerza no era suficiente como para romper un bendito cristal.
Apoyé mis brazos en el cristal y agache mi cabeza, cerré mis ojos y respire un poco. Tendría que calmarme para poder hacer algo al respecto y sacar a Alek de aquí, este no era un lugar muy lindo para alguien como yo y no aguantaría mucho.
Si era necesario cargaría con el cuerpo de Alek y también moriría en el intento, yo solo quería que Alek, al menos tuviera un entierro decente y digno de un caído y un rey. Estaría dispuesta a todo. Y si la suerte estaba de mi lado llegaría con vida al castillo de mi padre y Alek estaría muerto, pero al menos estaría durmiendo en paz eterna.
Respiré, pensé un momento más. Una brillante idea vino a mi mente e inmediatamente me aleje del cristal buscando la pieza que me hacía falta. Sonreí maliciosamente mientras buscaba por todo el lugar. Buscaba y buscaba. Anteriormente había visto unas cadenas, la verdad no quería saber por qué maldita razón estaban allí, pero, igual y eran útiles.
Las tomé entre mis manos, las entrelacé con mis dedos y las amarré a mis muñecas. Camine a donde estaba la vitrina de Alek. Tomé impulso y gire las cadenas para después dejarlas ir y lograr que golpearan la caja de cristal haciendo que explotara y los pedazos de cristal cayeran ante mis pies. Sonreí con la gloria alrededor de mí.
Lo peor fue que el impacto que tuvieron las cadenas contra el cristal provocó que Alek se tambaleara en su lugar y callera estrepitosamente al suelo. Preocupara me acerqué a él rápidamente, mis manos tomaron su armadura y lo colocaron en mi regazo. Peiné su obscura cabellera y admiré sus facciones, sus ojos no tenían vida. En ese instante pude oír un crack que había hecho mi corazón cuando cayó en la cuenta que Alek no tenía vida alguna en su cuerpo.
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Monstenitori©
FantasyUna historia que relatar. Rumores que esparcir. Mentiras que contar. Secretos que descubrir. Recuerda que detrás de cada una de mis palabras hay un secreto que debes descubrir. «No eres una Monstenitori.» «-Mi padre y yo encontraremos la...