3. Compromiso.

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Volviendo al tema indicado respondí: —Él es Dimitri, mi amigo y mi invitado.

Dante. Perdón, Mi padre asintió gustoso—. Bueno, como ya lo oyeron. Los invitados de mi hija son mis invitados. Si le pasa algo a Dimitri... —las palabras se quedaron en el aire ya que no necesitaba terminar la frase para que ellos entendieran. Y aparte había mirado a todos los que estaban en la mesa severamente.

Cuando Dimitri terminó de comer, Loana, encantada, se lo llevó a jugar a algún lugar del castillo. La mesa se fue quedando sola hasta que sólo quedamos Fane, mi Padre y yo.

Me limpié la garganta y me moví en mi asiento claramente incómoda por la situación.

—Lady, tu padre quiere hablar contigo, así que los dejo para que puedan hablar a gusto —. Se levantó de su asiento e hizo una reverencia, pero mi padre le interrumpió.

—No, Muchacho, quédate. Hay algo que a los dos les incumbe —. Fane me miró extrañado y volvió a tomar asiento.

Mi padre tenía sus codos apoyados en la mesa y sus manos estaban entrelazadas.

—Bien. Primero: hija, mi Nicolett, estoy feliz de que volvieras a casa, como también estoy eternamente agradecido con Fane por haberte traído—. Su tono era tranquilo y pausado—. Más, como siempre, hay un pero... y en este caso es que, si a tus dieciocho años no podemos encontrar la forma de revertir la maldición, morirás —. Me levanté alarmada. Sentí como Fane me sentaba de nuevo—. Tranquila, estoy trabajando en ello...

—Entonces... ¿Si no encontramos la manera de revertir la maldición moriré el día de mi cumpleaños número dieciocho? —miré a Fane, con la esperanza de que me dijera que solo era una broma, pero el Titan Lume no se iba de bromas. Mi corazón se rompió un poco cuando el asintió—. ¿Y si me vuelven como ustedes? —miré a los dos que tenían la cabeza baja.

—No podemos... podrías morir en el intento. Nicolett... esto es parte de la maldición que aun te acompaña. Y aun así... tu eres una de nosotros, pero a la vez no por completo. Tú ya no eres un humano. Eso es desde que naciste. Estas entre la muerte y la inmortalidad —. Negué frenéticamente. Las lágrimas querían salir.

—Nicolett, todo estará bien, hija —se levantó de su asiento y caminó a mí. Hizo que me levantara y me abrazó. Era tarde, las lágrimas ya habían salido. Necesitada, le regresé el abrazo. Un sentimiento de paz se instaló en mi—. Yo te ayudaré y tú no morirás —parecía que trataba de convencerse a sí mismo más que a mi—, pero, —me tomó por los hombros—, tengo una buena noticia, siéntate, vamos —. Hice lo que me pidió mientras Fane permanecía sentado mirando al suelo incómodo por todo lo que pasaba en esos momentos—. Bueno, por lo que he visto —empezó. Esta vez Fane lo miraba atento a todo lo que salía de su boca—. Ustedes dos se llevan bien ¿no es cierto? —nos miró expectante desde su lugar. Miré a Fane que se encogió de hombros y asintió. Miré a mi padre y asentí—. Bueno, pienso que tu —señaló a Fane— muchacho, serás buen partido para mi hija.

Miré con el ceño fruncido a Fane y después a mi padre— ¿De qué habla, señor? —Fane se limpió la garganta, claramente incómodo.

Mi padre negó divertido—. Seré Directo —aún que los dos sabíamos a que se refería, no queríamos creerlo— ¡Bosheit! —ese gritó fue suficiente creó yo, porque casi de inmediato crujieron las puertas y entró la pelirroja.

—¿Me habéis hablado? —preguntó impaciente. Mi padre asintió y señaló la silla. La pelirroja caminó a la silla y se sentó en ella. Insegura por lo que fuera a pasar tomé la mano de Fane. En cuanto toqué su mano, esta mágicamente me dio paz y tranquilidad. Él le dio un apretón de regreso, supe en ese instante que él tampoco estaba tranquilo.

Monstenitori©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora