Memoria

1.1K 52 3
                                    

V

El eco del cerrar de su puerta se extendió por el pasadizo, resonando sobre sus paredes hasta llegar a la solitaria sala que lo esperaba. Saitama dio un suspiro; los "Bienvenido Sensei", como hacía tres semanas, no llegaron a sus oídos. No es que lo extrañara o algo por el estilo, pensó; o al menos intentaba convencerse de ello, mientras atravesaba el corredor hacia la cocina.

Aborrecido del silencio que lo rodeaba, Saitama tiró las compras sobre el mostrador de la cocina; levantando exageradamente, el ruido de las bolsas plásticas; y agitando las llaves, de las cuales pendía una diminuta jirafa. El llavero seguía girando de un dedo. Lo cierto era que estos días monótonos, después de convivir con alguien tan considerado como Genos, comenzaban a frustrarlo; sin mencionar la paranoia que le causó la "predicción" de aquella anciana, días atrás.

– "Los sueños son realizaciones disfrazadas de tus reprimidos deseos... – recordó, con fastidio, su apesadumbrada voz – "Son los deseos de tu inconsciente..." –

Ignorante de su propio entrecejo fruncido, a causa de sus recuerdos, Saitama comenzó a guardar las compras. No siempre le ponía atención a muchas cosas, meditó, tal vez las supersticiones se le fueron de la mano con todo el trabajo de la asociación de héroes. Como fuera, Genos había desaparecido sin dejar algún mensaje que justificara su ausencia; y, supersticioso o no, sólo podía comparar los solitarios días del pasado con los que vivía en el presente.

– Ahora que lo recuerdo, él iba a preguntarme algo. ¿Necesitaba mi opinión para marcharse? –

Consultando la hora en el reloj de la pared, su memoria no pudo haber retrocedido tan lejos en otras circunstancias. Rememoró esa tarde cuando King, Charanko y él jugaron ese videojuego; Genos no actuaba como naturalmente lo hacía y parecía muy confundido por algo. También recordó haberse preguntado, como nunca antes, si su discípulo se encontraba bien de la cabeza.

Más hambriento que cansado, pero sin los ánimos suficientes para cenar, apartó algunos tazones sucios que se encontraban cerca de su futon y volvió a acostarse. Era la quinta vez el día de hoy, pero es que no había razón para quitarlo del suelo. El pasar de los días era aburrido sin Genos; llevaba admitiéndolo desde la segunda semana de su desaparición y, a todo esto, la condición del departamento fue decayendo al igual que su paciencia. Comenzaba a molestarse.

– Ese mocoso.... – arrugó la almohada, apretándolo contra sus oídos – Si quería irse, sólo bastaba con decirlo... – bostezó; extendiendo los brazos y empujando aún más los tazones vacíos.

Por donde volteara a mirar, la casa estaba en completo desorden. A excepción de las visitas a la casa de King, todo parecía ser la vida monótona de antes a la que no tardó mucho en volver a acostumbrarse. Aunque... tampoco es como si se sintiera conforme con la simple idea de actuar como un vagabundo, reconoció, al igual que sus muchas otras noches de insomnio. Suspiró con pereza y, dejando de lado su orgullo, Saitama decidió ponerse a limpiar a mitad de la noche.

– Tal vez hizo lo correcto... – encendió el televisor, afrontando el resentimiento.

Sepultado bajo pesados escombros, rodeado de oscuridad y en medio de un profundo silencio; Genos apenas podía percibir la extraña luz frente a él, al otro lado del "túnel". Sin embargo, pese a su confusión, no había pretendido cruzar al otro lado de todas maneras. Genos era escéptico pero ¿No era acaso un dicho el "no vayas hacia la luz" cuando se está en agonía? Bueno... Genos pudo haber olvidado lo que era vivir como un ser un humano pero no era estúpido. No existía ningún túnel ni salida luminosa. Sólo se trataba de él, su distorsionada visión y el petrificado cuerpo del monstruo que ardía muy cerca de su rostro. La batalla había llegado a su fin.

One Punch Man - Inteligencia ArtificialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora