Cuidados Intensivos

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VII


Saitama despertó de un gran bostezó, abandonado en un incómodo asiento de hospital al otro lado del largo corredor que llevaba a la sala de cuidados intensivos. Cegado por pequeñas luces blancas sobre su cabeza, entornó los ojos hacia el frente, divisando el parpadeo de la luz roja que no le permitía entrar a la sala, por encontrarse en un estado de emergencia. Sin nada que pudiera hacer, Saitama se reincorporó en su asiento y alivió el dolor en su cuello por la mala posición en la que cayó dormido. ¿Cuánto tiempo habría pasado? Todo se veía muy desolado.

– Tal vez aún es muy temprano – susurró Saitama, clavando la mirada en el suelo, encontrándose con los delgados tobillos de una desconocida mujer que acababa de caminar frente a él.

No pretendió tomarle importancia a su presencia aunque se había sentido muy atraído a ella y por su tentadora manera de caminar. Sin embargo, se vio intrigado por el neblinoso tono gris que lo rodeaba y el violento frío que calaba sus huesos. Si bien antes todo se veía desolado, ahora todo parecía muerto y abandonado. Pero aún más espelúznate fue el susurrante canto de aquella fémina el cual meció sus más profundas preocupaciones en un insoportable vértigo del que no pudo escapar. ¡¿A qué se debía este sufrimiento?! Saitama cayó de rodillas al suelo, siguiendo con la mirada la curvilínea silueta que transparentaban esos preciosos tejidos carmesí.

– Saitama – irrumpió Mumen, rescatando al héroe al mundo real con una fría bebida energizante helando su mejilla – En serio eres increíble, te pasaste toda la noche esperando por Tatsumaki.

Aún sumergido en un estado mental extraviado, Saitama recorrió los alrededores con la mirada mientras alcanzaba torpemente la bebida que Mumen le ofrecía. Claro que nunca llegó a cogerla sino hasta que Mumen le obligó a sostenerla. La extraña mujer había desaparecido, al igual que la neblina gris y la sumisa posición en la que se había encontrado antes de que... ¿despertara?

– Gracias... – dijo muy extrañado aunque con notable alivio en su rostro – Mírate, no tardaste nada en recuperar fuerzas – bostezó, refrescando la tensión en su nuca con su bebida en mano.

– Tú luces mucho peor que yo – agradeció, sentándose a su lado; los músculos le dolían a gritos pero podía tolerarlo – Creímos que volverías a luchar y no sabíamos qué hacer o a dónde irías.

– ¿Qué hay de King, aún sigue recuperándose? – indagó Saitama, concentrando su mirada en la puerta de cuidados intensivos al otro lado del corredor – Espero no verlo ahí dentro por mi culpa.

– Descuida, él está bien – Mumen apresuró su bebida hasta casi terminársela – Gracias a ti no sufrimos más que algunos severos golpes y quemaduras de segundo grado – dijo sarcástico.

– Vamos, creí haberme disculpado por eso – reprochó Saitama, enfatizando que sus acciones de ayer fueron para bien aunque tal vez no la más ortodoxa ¿Elevar la ciudad a los cielos? – Joder...

– No dije que estuviéramos quejándonos – Mumen dejó su bebida energizante en el suelo, entre sus tobillos, y frotó las palmas de sus manos – No hubiese querido terminar como ellos...

– ¿Pudiste verlo por ti mismo? – indagó Saitama, percibiendo el asentimiento de Mumen.

Si Genos no se encontraba en la sala de cuidados intensivos, como todos los demás ¿No tendría sentido que aún estuviese en medio de la batalla o a salvo en alguna otra parte? Claro que... éstas no eran más que vanas suposiciones teñidas de esperanza. Incluso alguien como ellos, ignorantes del complejo funcionamiento de un cyborg, sabían que alguien como Genos dependería de las modernas instalaciones de un especializado mecánico, no las de un hospital.

One Punch Man - Inteligencia ArtificialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora