Capitulo 2

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El resto del día fue exactamente igual, o, al menos, muy parecido. Nadie le habló, y por no hacer, ni la miraron. Incluso en la cafetería todos tenían seleccionadas las mesas, siguiendo el mismo extraño patrón que en las aulas, sólo que en esta ocasión era fácil encontrar a chicos y chicas que se sentaban en las mesas del centro entre los chicos y chicas de los dos extremos.

            Novara sacudió la cabeza cada vez más confusa y caminó despacio con la bandeja de comida entre las manos. Al pasar por una mesa donde se oían muchas risas y en la que se veía a un gran grupo de nativos, distinguió la inconfundible mata de cabello dorado de Katrina que hablaba con la cabeza inclinada hacia Derek, quien la escuchaba y asentía con aceptación. Stacie estaba sentada al otro lado, junto a Derek. Comía tranquilamente, sin levantar la cabeza y sin hablar a nadie.

            Sin esperar a que nadie la viera observándolos, siguió hasta una mesa vacía, al fondo, y se sentó de espaldas a todos. Sería más fácil comer si no miraba los comportamientos de alienígenas de sus nuevos compañeros. Aún así no fue capaz de tragar el puré de patatas ni nada de lo que había sobre su bandeja. Dejó la cuchara a un lado y apartó la bandeja. Ladeó un poco la cabeza y miró de reojo a la mesa que se encontraba más cerca de ella.

            Era un grupo en el que la mayoría de las caras le resultaban conocidas. Reconoció a Johanna, una chica que coincidía en ciencias y literatura. A Harry, de matemáticas, Lauren de literatura, historia y ciencias... Tampoco había ningún nativo en el grupo, pero sus rostros no se desviaban con expresiones hostiles hacía las mesas dónde se encontraban. Suspiró derrotada y se levantó, recogiendo la bandeja con la comida prácticamente entera y se apresuró a recorrer la cafetería sin mirar a nadie.

            Al volver a casa, Novara tuvo que esquivar a los coches que salían de forma precipitada del aparcamiento y aceleraban al llegar a la carretera. Por suerte, a medida que avanzaba hacia las afueras del pueblo, fue perdiendo de vista a todos los que habían seguido su mismo camino.

            La casa de Sabina estaba tan vacía como la había dejado al salir. La luz del sol comenzaba a desaparecer y los primeros tonos ocres iban tiñendo un cielo cada vez más de invierno. Novara dejó la mochila en su habitación y bajó a la cocina a preparar algo de cena. No había indicios de que su abuela hubiera acudido en algún momento del día. Todo estaba exactamente como lo había dejado a la mañana, incluso la taza del desayuno seguía en el fregadero, ya que no había querido demorarse en recogerlo para no llegar tarde a su primer día de clase.

            Preparó una cena sencilla a base de ensalada y pescado asado y esperó hasta las once a Sabina. Cuando decidió que ya había esperado suficiente, recalentó el pescado y cenó sola, en silencio, escuchando el constante ruido de una gota al caer sobre el fregadero de metal.

            Sabina no llegó en toda la noche y cuando Novara se levantó al día siguiente, seguía sin haber rastro de ella. Novara se detuvo enfrente de la habitación de su abuela. La puerta estaba cerrada, pero eso no era una novedad, ya que siempre lo estaba, pese a que tenía la mala costumbre, entre otras cosas, de dejar las puertas abiertas. Parecía, como si con ese simple gesto, Sabina le enviase la muda orden de que aquella habitación era prohibida para ella.

            En un acto de rebelión, Novara agarró el picaporte con fuerza, pero antes de girarlo y abrir la puerta se detuvo a reflexionar qué ocurriría si Sabina se encontraba en el interior y la llegaba a ver. Su lado cobarde la hizo desistir y retiró la mano. No merecía la pena soportar los gritos de esa mujer por ver una habitación que seguramente estaría tan desordenada como el resto de la casa.

            Bajó a desayunar y mientras se preparaba un tazón de cereales, peló una mandarina y se asomó a la pequeña ventana que daba a la parte delantera de la casa. El porche estaba húmedo y una pequeña llovizna comenzaba a reblandecer el terreno. Novara gimió y se apartó de los cristales. ¡Menudo camino le esperaba hasta el instituto!

Hijos de las Tinieblas (SUEÑOS OSCUROS 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora