1. El lugar al que vamos

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Había una vez, dos huérfanos por la misma razón.
aunque sus personalidades chocaron, pronto encontraron el confort entre ellos
y un lazo muy fuerte término uniéndolos.
Pero al mundo injusto, su relación no le agradaba y acabo con ello.
"La vida es una bastarda, nos juntó sólo para terminar separandonos ¿por qué te fuiste y te olvidaste de mi...?"

--Hey...

--¿eh?

--¡Teo!

--Mhmm...

--¡Papá, despierta!

El joven de cabellos blancos abrió pesadamente los ojos para encontrarse con una niña rubia de mirada impaciente.

--¿Ahora qué quieres, enana? --dijo y se dio la vuelta para intentar volver a dormir; cosa que no logró.

--¡Ya es muy tarde! ¡Tú mismo dijiste que hoy teníamos que levantarnos temprano! --la niña estaba alzando la voz de manera innecesariamente exagerada para hacerse oír. Estaba colmando la paciencia del hombre recostado.

--¡Cállate! vas a despertar a los de a lado con ese griterío --pronunció con obvio enojo.

--¡Te digo que es muy tarde! a estas horas ya no hay nadie acostado. Hace mucho que salió el sol y todos se han levantado.

Sólo en ese momento el de ojos naranjas reparó en el significado de las palabras de la rubia. Como si fuera impulsado por un resorte, Teo se irguió de la cama y dirigió su mirada cual cohete al destartalado reloj que estaba colgado en la pared de la habitación. Unos instantes después, sin tardar ni un segundo, saltó de la cama y se calzó sus botas negras de suela gruesa.

--¡Maldición! He dormido demasiado.

--¡¿Qué es lo que te acabo de decir?! --habló con el mismo tono la pequeña oji azul, causando que el muchacho le dirigiera una mirada de enojo.

--Guarda silencio --gruñó el hombre mientras se ponía un abrigo del mismo color de sus ojos-- y apúrate, no hay tiempo que perder.

--¡Sí! --articuló con energía para después tomar una cinta roja de la cama que posteriormente usaría para recogerse el pelo, y salió corriendo de la posada para viajeros junto a su acompañante--. ¡Te dije que no te quedaras hasta tarde leyendo!

--Tch, es mi trabajo, enana --dijo--, un informante debe saber de la ciudad en donde piensa buscar.

--¡No soy enana, tengo nombre! -- reclamó la pequeña--, ¡E F I N A!

--Como digas, enana --habló remarcando la última palabra para molestarla.

--¡Para de correr! ¡Estoy cansada!

Teo paró la carrera y miró hacia atrás dándose cuenta que Efina hace mucho que venía sin poder alcanzarlo.

--¿No se supone que los dragones son más resistentes que los humanos?

--¡Es tu culpa, si no te hubieras quedado dormido no habríamos salido corriendo!

--Ya te dije la razón. Y deja de quejarte tanto o no te daré dulces durante una semana.

--¡¡Waa!! ¡Lo siento! --chilló la de ojos azules con desesperación con algunas lagrimillas en las comisuras de los ojos.

--Sí, sí. Apúrate a caminar --le dio la espalda dispuesto a continuar su marcha.

Efina empezaba a seguirlo a paso apurado cuando se llevó un dedo a la boca pensativa, había algo que faltaba y no sabía que era... ¡Eso es!

--¡Papá! --casi gritó ella.

--¡Cuántas veces debo decirte que no me llames así!

Ignorando olímpicamente las palabras del mayor, Efina preguntó:

--¿A qué ciudad vamos ahora?

Teo comenzaba a impacientarse, ¿es que acaso no podría tener nunca más una caminata tranquila? Tomó aire y procedió a responderle a la responsable de sus jaquecas.

--Nos dirigimos a Yellow Town.

--... ¿Y para qué?

Cuenta hasta diez : 1 2 3...

--A encontrarnos con la señorita plumas a darle la información que conseguimos en Gold Town.

--Ah... --fue su respuesta. El de cabellos blancos respiró tranquilo, tal vez la rubia quedaría satisfecha con estas explicaciones, pero para su desgracia...-- Pero este es el camino hacia Bermellon Town.

Cálmate, cuenta hasta mil.

--El camino hacia Yellow Town es largo, así que como queda de paso nos quedaremos una noche allí antes de seguir nuestra ruta, llegaremos alrededor de las 3 de la tarde.

--¡Sí! --saltó con alegría Efina mientras sus ojos despedían un brillo recordando a los hermanos Rigfire, sin embargo, una duda se le cruzó por la cabeza y no tardó nada en mirar acusadoramente al más alto--. ¡¿Y no podías haber esperado a leer allí en vez de la posada?! --reclamó de nuevo con un poco fuego escapando de su boca.

¿Quién fue el idiota que dijo que los niños eran encantadores?

--Recuerda los dulces, Efina.

La niña se llevó las manos a la boca y asintió con energía dando a entender que se quedaría callada el resto del camino con tal de no perder sus amados dulces. Aunque ella no estaba del todo mal, tenía más sentido el estudiar la ciudad en Bermellón Town, tomando en cuenta que ahí llegarían temprano por la tarde y habría tiempo para leer y dormir a buena hora, no como en la posada a la que habían llegado a más o menos a las 10 de la noche.

Pero eso no podía ser, Teo tenía algo pendiente en el pueblo que desde hace tiempo tenía deseos de realizar y no iba a desaprovechar la oportunidad que le estaba otorgando el camino hacia ciudad amarilla.

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Lo único que quería ahora era llegar a Bermellón Town y deshacerse de la molestia que tenía por nombre Efina.
Aunque la niña había dicho quedarse callada no había parado prácticamente en todo el día, dejando al pobre Teo sin un solo momento para respirar y trayéndolo totalmente fastidiado, claro, sin contar el terrible sol que brillaba sin piedad sobre su cabeza y el difícil camino que estaban recorriendo hacia el pueblo.

--¡Ahh! --exclamo con cansancio la pequeña dragón--, ¡Cómo quisiera saber volar para recorrer los caminos en un solo instante! --volteó a ver al de abrigo con expresión soñadora--, ¡Igual que la señorita Iris!

--¡Pues aprende! --dijo con enojo aumentado al recordar a la molesta y chillona "oficial de policía"--, nada te lo impide, tienes alas.

--¡Pero me da miedo! --el mayor tuvo que aguantar las ganas de darle un capirotazo justo en la frente--, además aún no las controlo bien y me cansa tenerlas afuera.

Suspiró con pesadez, a cada paso que daban estaba más ansioso de llegar a su destino.
Miró el camino recorrido y se dio cuenta que casi estaban el pueblo, alzó la vista y miró una llanura que impedía ver más allá.

--Rodeando eso podremos ver el pueblo.

--¿De verdad?-- pregunto Efi con alegría, Teo se limitó a asentir con la cabeza--, ¡hurra!

El oji naranja sonrió ampliamente dentro de sí mismo al ver a lo lejos el letrero que decía:

"Bienvenidos a Bermellón Town"

El Estafador de Muchos Nombres y La Informante del Sombrero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora