Capitulo 4: La vista exótica del ventanal

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    —Antes de que digas cualquier otra cosa, Letty me mandó aquí —le hice saber—. Aunque, personalmente, creo que deberías bajar a cenar con Evan y tu padre.

Él enarcó una ceja con suficiencia y soltó una seca risa.

—¿Y lo que tú creas debe importante porque...?

Fruncí los labios con disgusto, regañándome mentalmente por haber pensado durante un momento que él tenía algo de atractivo. Bueno, sí lo tenía, pero con tan solo abrir su bocota y soltar idioteces, opacaba cualquier rasgo físico positivo y favorecedor.

—La comida —masculló, estirando ambos brazos hacia mí—. Pon la comida en mis manos y vete.

—¡Ja! Increíble —bufé, incrédula.

Esto ya se salía de control, no toleraría su actitud por más tiempo. Necesitaba ponerlo en su lugar y dejar las cosas claras si de verdad pretendía quedarme todo el verano y soportar sus idioteces.

—De verdad necesitas relajarte un poco, ¿bien? ¿Nadie te ha dicho que actúas como un imbécil la mayoría del tiempo? Que estés ciego no significa que la gente se tiene que tragar toda tu mierda. Si quieres hacerte el miserable y ardido chico enfermo, no tienes por qué descargar tu odio en otras personas y mucho menos a las que se preocupan por ti.

No me importaba si había cruzado la línea. El chico me había realmente cabreado; era un malcriado, creído y no dejaría que estropeara esta gran oportunidad para mí, por la simple razón de que quería llamar la atención o joderme por satisfacción.

Claramente, se sintió afectado por mis palabras, ya que su ceño se frunció, su expresión de suficiencia se desvaneció y se tardó en atacarme de vuelta.

Y me sentí un poco mal, pero solo un poco.

—¿Ya terminaste de hablar? —Entonces, Theo volvió a ser el Theo que llevaba un día conociendo y que genuinamente detestaba.

—¿Acaso quieres que siga?

—¿Sabes qué? Llévate el plato de vuelta a la cocina, ya no tengo hambre —farfulló, arrugando su nariz.

Antes de que pudiera bajar sus brazos, mi mano viajó a la suya para detenerlo. Él dio un brinco de sobresalto en cuanto nuestra piel tuvo contacto. Era la primera vez que lo tocaba, y no pude negar que algo en mi interior también brincó.

—Lo siento, no hay devoluciones. —Puse el plato en la palma de su mano y aparté la mía instantáneamente, viéndome repelida por aquella extraña sensación—. No te desharás de mí, Theodore, tengo mucha tolerancia, créeme cuando te digo esto, he lidiado con personas peores que tú.

—¿Ah, sí? ¿Personas como cuáles? —preguntó, fingiendo lucir interesado, alzando una ceja.

—Mi madre —le contesté con el mismo tono amargo con que él había hecho la pregunta.

Al parecer, la palabra "madre" era punzante para él, ya que las comisuras de sus labios bajaron hasta formar una línea recta y sus hermosos e indescriptibles ojos se entornaron, quedándose en esa misma posición unos aterradores segundos. No sabía si disculparme por la palabra o hacerme la tonta. Su reacción me había bajado la guardia.

Mi estómago se revolvió de culpa, y de la buena.

Sabía que el tema de las madres era delicado para él.

Demonios, acababa de estropear la única esperanza de hacer una especie de tregua con este chico.

—El verano apenas comienza, intrusa, y como veras, tengo todo el tiempo del mundo para hacer que te vayas por donde viniste. —No sabía si alegrarme porque su idiotez había regresado o enojarme por su amenaza (y su ridículo sobrenombre)—. Tal vez Evan esté encantado contigo, pero a mí... —Su rostro se inclinó hacia el mío a tal punto que nuestras narices casi se chocaron—. No me agradas para nada.

Your eyes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora