Argh, estaba muerta de sed.
¿Lo malo? Ángelo se había olvidado de dejarme un poco de cosas en el refrigerador que tenía abajo en la cocina de la casa. Sabía que no iba a dormirme de nuevo sin haber bebido un vaso de agua. Era una de las tantas manías mías. El insomnio ya era parte de mí desde hacía años.
Eché un vistazo al camino que había desde acá hasta la puerta trasera de la mansión y suspiré de alivio al notar que había suficiente luz para atravesarlo sin estremecerse de miedo.
El señor Patterson me había dado un juego de llaves de emergencia así que sería bastante fácil; solo tendría que entrar, ir a la cocina, llenar la jarra de agua y salir. Nadie iba a darse cuenta, la casa era demasiado grande como para que alguien me oyese.
Caminé junto a la piscina, se veía tan cristalina y provocativa que me sentí tentada por un momento a lanzarme, pero tenía que enfocarme. Necesitaba agua para tomar, no para zambullirme en ella.
La cocina se encontraba junto a la sala, así que no fue tan difícil pasar desapercibida. La casa de concepto abierto no me daba la oportunidad de tropezar con nada o hacer ruido.
Bien, agua y de vuelta a la casa de huéspedes. Sólo eso.
Todo el plan iba de maravilla, hasta que una silueta se incorporó en medio del lugar, haciendo mi corazón saltar de terror por unos segundos.
—Maldición. —Un quejido salió de aquella silueta, delatando su identidad.
¿Qué carajos hacía un Theodore sin camiseta a las tres y algo de la madrugada deambulando aquí abajo? ¿Acaso trataba de torturarme siempre con su abdomen descubierto o qué mierda?
—Así que no puedes bajar de día, pero sí de noche. ¿Eres vampiro entonces? ¿Debería asustarme? —Decidí hablarle, tanteando la pared en busca del interruptor de la luz.
—¡¿Qué mierda haces aquí?! —expresó el ogro, pegando tal salto que tuve miedo de que fuera a caerse al tropezarse con cualquier objeto cercano.
Me encontraba lista para darle una convincente respuesta, pero al ver su mano izquierda ensangrentada, me alarmé inmediatamente.
—¿Con qué te hiciste daño? —Me acerqué a él para examinar la herida más de cerca. Sentía pánico cuando alguien se lastimaba.
Miré hacia abajo y los vidrios de un difunto vaso sobre el suelo me contestaron la pregunta.
—Oh, ¿cómo pasó? —Comenzaba a molestarme que no estuviese contestando ninguna de mis preguntas.
—No sabía que había un vaso en el camino, lo derribé sin querer. —Al fin me contestó, su mano temblaba un poco, al parecer estaba intentando ocultar su dolor—. Trataba de recoger los pedazos y me corté con el vidrio.
—Déjame ver —mascullé, acercando mis manos a la suya.
En cuanto nuestra piel se rozó, apartó su mano con brusquedad.
—No necesito tu ayuda —me espetó con frialdad, dando un paso lejos de mí—. Eres empleada, sólo limpia los pedazos faltantes.
Tuve el fugaz pensamiento morboso de dejarlo desangrarse por ser tan engreído y estúpido. Pero tenía suficiente corazón como para dejarlo morir en tal caso.
—Soy tu niñera, no tu ama de llaves —le dije mirando alrededor, buscando un kit de primeros auxilios que sabía que tenían por acá—. ¿Dónde está el kit de PA?
—Dije que puedo hacerlo solo.
—Dime donde está, estás sangrando mucho —presioné con voz autoritaria—. Si crees que te dejaré aquí desangrándote, estás equivocado. En mi mente quizá te odie, y créeme que lo hago, pero no quiero ir a la cárcel por tu culpa, así que dime donde está.
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Your eyes ©
Teen FictionScarlett Brandon está desesperada por encontrar un trabajo de verano y así poder ganar dinero para pagar un apartamento propio al entrar en la Universidad de Pensilvania, en la cual fue asignada como becada debido a sus buenas calificaciones. Su me...