No podía decidirme cuál faceta de Theodore me gustaba más. Si la de ogro o la de atento.
Bueno, probablemente un poco de ambas.
Trataba de no hacerme ilusiones con todo este asunto, ya que en todo el día nunca salió el tema de qué se suponía que haríamos luego de que la magia del día se esfumara y volviésemos a la realidad de... que yo era una empleada, y él era algo así como mi jefe.
Un jefe que me sonreía, que me abrazaba y me robaba besos con sabor a helado de pistacho.
Él parecía una persona completamente ajena al chico que conocí el primer día.
Incluso, fue un jefe que de vuelta a casa, dejó que escuchara tranquilamente mi CD de Coldplay, sin quejarse, ni ofender mis gustos musicales.
Bess iba a morirse cuando le contara sobre esto.
Era muy bueno para ser verdad, cosa que me tenía inquieta. La mayoría de las cosas buenas que pasaban en mi vida eran muy buenas para ser verdad, y siempre terminaban yéndose a la mierda. Esperaba que esta no fuese otra de esas ocasiones, porque creo que no lo soportaría.
Aparqué el auto en su respectivo puesto en el gran garaje y apagué el motor. Una ola de nervios de apoderó de mí mientras abandonábamos el Sedán en silencio.
Debía preguntar al respecto antes de que cruzáramos por esa puerta.
—¿Qué se supone que haremos a partir de este momento? —le pregunté, deteniéndome en seco al igual que él—. ¿Volveremos a la actitud de querer matarnos? ¿Fingiremos que nos seguimos odiando? ¿Cómo deberíamos proceder desde ahora?
Se movió hasta quedar frente a mí y lo segundo que supe, fue que ahora me encontraba acorralada entre el auto y su cuerpo.
—¿Tú crees que pueda seguir fingiendo que te odio? —inquirió, sonriendo—. Debo parecer un tonto ahora porque no puedo parar de sonreír.
Su nariz rozó la mía de lo cercaba que se encontraba.
—Pero, a pesar de todo esto, no quiero que pierdas el trabajo —retomó—, sé que es importante para ti y que necesitas el dinero, así que... no lo sé, voy a intentar no besarte cada vez que estemos en la misma habitación.
—¿Estás proponiéndome entonces tener una relación clandestina con mi jefe? —indagué, divertida.
Él se echó a reír.
—Sé que no se vería bien en tu currículo... pero sí —admitió entre risas—. Una discreta y secreta relación con el chico ciego al que cuidas.
—Eso suena retorcido cuando lo pones así.
—Creo que sonó más retorcido cuando dijiste que te gustaban los chicos gruñones —se burló.
—Tienes razón, ogro.
—Bueno, ya cállate y bésame, intrusa.
Y eso hice.
Todo su peso cayó sobre mí en cuanto nuestros labios se unieron por segunda vez en el día, aprisionándome contra su auto. Sus dedos se enredaron en mi cabello, haciéndome cosquillas detrás de mi oreja y los míos apretaban su cuello, apretando nuestros rostros, nuestras bocas, nuestras lenguas, disfrutando de nuevo de la exquisita sensación que experimentaba besándolo.
Pensé que sus besos no podrían ponerse mejor, que ya era suficiente con que tuviesen el poder de convertir a todo mi cuerpo en gelatina, pero entonces Theo tomó mi labio inferior entre sus dientes y tiró de él con suavidad, dándome la bienvenida a un nuevo mundo de sensaciones. A un mundo donde mi cuerpo pasó de ser gelatina a estar en llamas en cuestión de microsegundos.
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Your eyes ©
Teen FictionScarlett Brandon está desesperada por encontrar un trabajo de verano y así poder ganar dinero para pagar un apartamento propio al entrar en la Universidad de Pensilvania, en la cual fue asignada como becada debido a sus buenas calificaciones. Su me...