4.

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Justin Bieber

—¿Te gusta Michael Jackson?—pregunte una vez dentro del auto.

La mire detenidamente, estaba cepillando su cabello con un pequeño peine lila.

—Oh, si, un poco—sonrió en mi dirección.

Le devolví el gesto y prendí el estero donde mi disco favorito del rey del pop se había quedado.

El auto se llenó de una atmósfera tranquila mientras manejaba hasta el edificio donde Juls vivía.

—Es por ahí—señaló—donde esta la florería.

Aparque donde me dijo mirando al rededor, muy pocas personas caminaban por la acera y varios autos pasaban por la calle.

—¿Vives aquí?—mire el establecimiento, había varias luces encendidas en las ventanas de arriba,

—Si, es pequeño pero me gusta—sonrió acomodando su mochila—bueno, gracias por traerme señor Bieber.

—No es nada, sólo... No me llames señor Bieber más ¿quieres?

—Oh, hum, ¿entonces como le digo?—pregunto ladeando su cabeza.

—Llámame Justin—me incline besando su nariz—por ahora.

Sus mejillas se tornaron rosadas y me maraville con el efecto que producía en ella.

—Am, yo... Ya... Tengo que... Que meterme—se aclaró la garganta—a-adiós Jus-Justin—cohibida se separó de mi y cuando iba abrir la puerta tome su mano volviendo acercarla a mi cuerpo.

—Juls—me acerque más—¿puedo acompañarte dentro?—acaricie el nervio en su muñeca—quiero asegurarme que llegues bien a la puerta de tu casa.

El suspiro más femenino que he oído en mi vida salió de sus deliciosos labios, alarmando al ya no tan flácido bulto entre mis piernas.

Necesitaba estar dentro de ella, profundamente, ahora.

—Vamos—murmuro soltando su mano y saliendo del auto antes de que me lanzara a ella.

Solté un bufido pero controlando mi euforia salí detrás de ella hasta la puerta doble de vidrio. Entramos topandonos con una escaleras rumbo al segundo piso, en el pasillo a la derecha había un montón de buzones de cada departamento.

—¿En que piso vives?—pregunte cuando oí como cerraba la puerta.

—En el tercero—dijo parándose a mi lado mientras guardaba las llaves en su mochila.

—¿Caminas hasta el?

—Es mejor que subir por el ascensor,—señalo a la izquierda donde un agujero oscuro igual a una puerta se encontraba—esta medio descompuesto.

—¿Medio?—fruncí el ceño.

—Aveces funciona y aveces no, tienes suerte si no se para a medio camino—explicó.

Tome su mano tomándola desprevenida pero seguí encaminandonos por las escaleras hasta su piso.

Cuando finalmente pise el ultimo escalón y la mire.

—Puerta ocho—señaló. Una vez enfrente de la puerta blanca con el muero ocho de color plata nos quedamos parados, yo mirándola y pensando en mi siguiente movimiento y ella con la mirada baja jugando con las mangas de su suéter.

—Pues aquí es—rompí el silencio que se había formando entre nosotros.

—Si, aquí es—comenzó a hurgar entre su mochila y sacó de nuevo las mismas llaves con un colgante de sailormoon, lo metió en la cerradura y cuando esta dio un chasquido me miró—hum, ¿quieres o... Gustas pasar?—sus ojos se achicaron sin saber que decir, pero las palabras que salieron de sus labios me llenaron de satisfacción.

Daddy's café ✧ jb : shortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora