Detrás de la batalla de un rey

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Sus pies se detienen delante de una ladera, donde ha de observar el palacio infestado de pequeñas llamas. Aun cuando sus instintos le suplican, le corroen la mente, solo tragará y se adentrará más allá de los arboles, donde ningún mortal ha de habitar. El motivo es simple, un ligero peso en su espalda y una respiración despreocupada le basta. Son ordenes directas, después de todo, indiscutibles y absurdas.





Su fiel espada es manchada con vitalidad de inocentes, de pacíficos habitantes del bosque. Destruye, porque siempre fue así, porque no existe otra razón para hacerlo, con tal de excusarse, usará la protección como coartada. Cuando reza sobre los restos, implora que lo perdonen, que disculpen a la desesperación que siente, que ha sido provocante de aquellas muertes. Se ve inválido de confiar, está atado a cuerdas invisibles, que lo controlan, que lo usan.




Cuando ha de encontrar la compuerta, entre las raíces de un roble, acomoda con suavidad a su protegido, velando por el sueño ajeno, aquel que aunque quisiera no podría conseguir. Es un lugar hueco, tan solo un colchón añejo y una mesa. El aroma es asfixiante, siente como si bajo del mar estuviera, que sus vías respiratorias se vieran obstruidas. No se siente incomodo, mas, la libertad en sus movimientos no era ilimitada. Le disgusta, no el lugar ni la lucha, es el quedarse mirando a la nada, no poder correr, saltar, luchar, chocar espadas. No ser consciente de su vida, no poder sostener al corazón entre sus brazos. Le mortifica, lo agobia.




Sin embargo, las palabras sagradas fluyen en su mente. Su deber no es preocuparse, no se trata de esperar ni de encerrarse en su mente. El chico tendido entre mantas viejas es la razón, el motivo de su presencia bajo la tierra. Suspira, acariciando los cabellos ajenos. Prometiendo lealtad total durante el tiempo necesario, donde se convertirá en él mismo, en un adorno más de la sombra misma.




Cesa toda acción cuando nota dos orbes sobre su estructura, lo mira con recelo, como si en cualquier momento pudiera atacar. La atmosfera y el escaso oxigeno se vuelven pesados. La incomodidad, la reina de la escena, se encarga de que las miradas se desvíen y las presencias se borren en silencio.




Él no tratara de persuadirlo, su existencia es un adorno más de aquel refugio. La distancia mantendrá, solo se encuentra ahí para asegurar la vida ajena, sacrificando la propia si el caso apareciese. Sin embargo, es un estorbo, su conciencia se lo recuerda, le obliga a prestar atención, a no realizar esto de la peor manera. Por eso, sus primeras palabras han de ser un chiste sin gracia, humillándose, ridiculizando su pensar.




Una risa no le es devuelta, solo un naufrago asentimiento. Como si pudiera ver a través de todo lo que piensa, como si aquella barrera no existiera. El príncipe ha de levantarse y se posiciona frente a él, acompañado de una sonrisa. Sus ojos están perdidos, los parpados no responden. Osomatsu no se reprime, se asusta, deja a un escalofrío vivir. La diestra ajena se posiciona en su hombro con fuerza, despertándolo de su nube temblorosa.




—Jamás te perdonare — Susurra — Nunca.




— ¿Por qué? ¿Acaso yo me he rebelado contra su voluntad? — Interroga, manteniendo el respeto, aquel que lo separa, que los diferencia.




— No. — No puede relacionar, no conoce la razón de aquellas palabras ni actitud — Tú, que junto al reino has luchado; Has condenado a un inocente al pecado eterno, me has arrebatado a lo más preciado — Solloza — Y, ahora, ¿Cómo tienes el descaro de abandonarlo? ¿No eres tú el que librador se ha de llamar? ¿Cómo osas a aprovecharte de la voluntad de mi sangre?




— No entiende, él planeó esto — Le mira —este es su deseo.




Las cejas de Ichimatsu flaquean, es difícil, lo sabe. Asume su nueva posición, ha de ser un cobarde nuevamente, se merece ser tratado como tal. Parece que el presentimiento es mutuo, que no se trata de una coincidencia. La desgracia se entrelaza con su pensar, espera equivocarse, que no sea más que una desesperación ansiosa.




Lo abraza, trasmitiendo la escasa confianza que contenía. Simplemente deja que el atrevimiento se prolongue, también, que aquellas lágrimas sean secadas en su hombro y que el orgullo desaparezca. Es un trato de iguales, algo nuevo, es una revelación que pocos saben. Que todos los seres humanos sienten, inclusive los que gozan de bienes o los que sufren de hambre.




Aquello llamado dignidad, que al pequeño confuso se le hace, lo entiende. Comprende que de ella se ve falto, que el respeto que tanto ha de proclamar no existe.




— Ve — Pronuncia — Búscalo, tráelo, sálvalo — Golpea fuertemente el pecho donde se ve refugiado
— No te atrevas a volver si de su destino a él no lo has apartado — Señala la salida — Te lo imploro, no lo hagas por mí que tanto te he maldecido en silencio, lógralo por su vida, por las vidas que durante mucho has protegido.




— Imposible. — Sentencia — ¿Tomas a la ligera a la naturaleza? En soledad, para cualquier hombre, es imposible sobrevivir. Aún con el don de la sangre o con la protección mental. Los días se te serán acortados, mi misión se trata de evitar ese sufrir.




— ¿Has de subestimarme a mí? ¿El próximo gobernante? — Ichimatsu sabe que todos sus recursos deben ser utilizados, incluso cuando la moira todopoderosa le comunica su final.




— Lamento decirle, majestad, que por su joven sangre no conoce distinguir más allá de lo que Morfeo promete. Que lo que quiero decirle, no me corresponde.




— ¿Está bien entonces que una muerte halle lugar en los infiernos?




—Las esperanzas son características de los jóvenes ¿Dónde se encuentra la suya? — Cuestiona, aburriéndose de correr sobre un mismo lugar.




— Con mi don me fueron quitadas. — Confiesa, orgulloso — Uno que no comprenderás, más fuerte que todos los adivinos que podrías encontrar. Un rayo olvidado por Zeus, un pedazo del mismo cielo. — Respira hondo — Si he de rebelarme contra la voluntad del Olimpo es porque, me han conmovido, mi corazón inexperto flaqueó ante ustedes. Lo que sienten, aunque no conozco su inicio, es ciego y peligroso. — Una punzada en su cabeza sintió —Los acabará, morirán con ello brotando en su interior.
Por eso, ve, disfruta de tus últimos días. Trata de escapar, de amar entregándote.




Y no se pronunciaron más palabras para que Osomatsu se disculpara y saliera, olvidándose de su objetivo principal. Sonrió, es un deseo egoísta. Lo que siente aquel que corre y lo que experimenta él que recibe al felino de sus males. Lo acaricia. Sin importar lo que conoce.




El maullido le pregunta levemente el por qué, qué es aquello que lo motivó a cambiar de lugar. Ichimatsu le mira, acariciando las puntiagudas orejas.




— Si te lo dijera, no podrías entenderlo, porque yo mismo he de desconocerlo. Es ilógico en cualquier ser, buscar lo que he apresurado, sin embargo, el arrepentimiento no es notable en mí.




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Y así termina un semi- relleno (? Estoy nostálgica y desesperada, esto esta terminando y aún no he puesto una escena super tierna ni  provocativa D; ¿Dónde esta el OsoKara aquí? 




Si no entienden algo, preguntenme ¡Es gratis! Por otra parte, sé que el tema de Ichimatsu se está haciendo un poco más profundo que todo el resto. Y tal vez, ha ido mutando que ya perdió el sentido. Me ha pasado muchas veces, por eso lo menciono. 



¡Perdonen las faltas de ortografía! Y muchas gracias por seguir la historia y dejar sus comentarios. Me alegran mucho <3

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