Los riesgos de un rey

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Es irreal, todo el humo que cubre a la ciudad. Pequeñas manchas carmesíes están por todo el lugar, junto a valientes caballeros en su último aliento, portando a su espada con orgullo, por amor a su patria. Incluso ha encontrado enemigos dispersos, a quienes ha guiado al sueño inmortal.






Su cordura se inquieta, no puede ver nada, no siente las señales, no siente su presencia. El silencio es interrumpido por el rechinar de su caballo que se abre paso por la cortina gris. Solo hay aroma a muerte, a sangre, a fracasos y esperanzas. La nube lo absorberá, igual a la incertidumbre creciente.







Implora una búsqueda exitosa, que su protegido se encuentre con vida. Que el destino no haya cortado el vínculo remendado. No puede detenerse, se baja de su acompañante junto a ríos estorbando su vista, piensa en él, en su sonrisa, en sus metas, sueños, dudas y cargas. Aquellas que desea compartir. Pero de nada servirá su presencia, si no es capaz de hallar, si no es apto para salvar a su rey de la batalla.







Por eso, sus cejas se angustian cuando el compás de las espadas escucha. Corre inmediatamente, ignorando el leve tropezón que sus piernas no pudieron esquivar. Lo ve, lleno de heridas, completo de cansancio. Al igual que él que ha osado a atacar, que lo ha destruido todo por un simple capricho, Todomatsu del reino de las flores. En aquel reino, ideal para las uniones, crecen flores de todo tipo; se dicen que los claveles cantan y que las rosas hechizan con solo verlas. La cultura se rige por amor a la naturaleza, a Dios por la gracia de sus tierras.








No es de sorprender la batalla, aquí donde la gente es libre, donde amar no se condena con la muerte, es común liderar protestas incoherentes. Porque aquellos habitantes que actúan como pecadores errados de Dios se los debe exterminar, sin respeto ni piedad. Aunque otro motivo se interpone, uno que la avaricia misma causa. No es necesario detallar, el clima, las plantaciones y el impuesto a pasar generan esta clase de enfrentamiento. Es un reproche sin fundamentos, ya que, ellos manejan sus finanzas de la misma manera.






Se inquieta al ver que el enemigo se adelanta, cree poder someter con su baja estatura y gran porte. Está seguro de sí, se encuentra cegado por el poder y los halagos. Tan típico de un rey o, en este caso, un príncipe. Sin embargo, un solo paso causa que se tambalee esa esperanza, porque la mirada absoluta se mantiene a pesar de la sangre saliente. Aquella sangre bendecida.








No ha de interponerse, es un impulso de voluntad. Una decisión que le ha causado tanta determinación, es el principio, de una nueva era, de sucesos aun desconocidos. También, es el final, de la alianza, de todo lo conocido. A causa de un nuevo encuentro entre espadas, es capaz de escuchar susurros fatigados, se le permite escuchar una respuesta con su música favorita y ser el único testigo de un ataque sincronizado.







El metal atraviesa a su amor y a la rosa con espinas.








Siente que su respiración cesa, pareciera que el impacto ha inutilizado sus pulmones. Su esperanza se ha caído. La espada que atraviesa el estomago de su amado es arrancada de sus entrañas y cae al suelo junto a su dueño. Sus piernas no tardan y lo posicionan frente a su gobernante, quien al verlo, solo le confía todo y se desploma en sus brazos. Sin conciencia, sin remordimientos de lo que causa en su interior.








— ¿Qué clase de personas serás si piensas abandonar todo sin intentar? — Le susurra, quitándose la armadura y la prenda detrás — ¿Qué clase de rey serás si piensas morir con la frente baja? — No puede hacer más que atar su camiseta alrededor del agujero — ¿Qué clase de hermano eres si piensas dejar a un niño solo en el mundo? — Lo carga en su espalda, emprendiendo camino hacia algún corsel que aseguré rapidez — ¿Qué clase de amor me tienes si piensas que dándome riquezas me ayudaras? —Delicadamente lo acomoda sobre la espalda de un animal, sobre aquel ser que mil batallas ha librado — Dime, ¿Piensas que morirás? ¿Se te ha ocurrido la idea de liberarte? — El viento acompaña las fuertes pisadas — Lamento decirte que no, majestad. Usted está muy lejos de ello — No fijará la vista atrás, es egoísta la oportunidad, tanto que solo una vez se dará — ¿Recuerdas nuestra promesa? Es el momento, juntos, los tres, en la cercanía de los lagos. La cumpliremos, así que para eso, tienes prohibido dejarnos ¿Me escuchaste? No te lo permito.







Dejará que el viento se lleve sus tristezas, dejará que sus inseguridades caigan igual a las hojas, dejará que todo desaparezca para volver a animarse, para llenarse de esperanza falsa. Debe seguir la ruta que le es marcada por un sendero, necesita satisfacer al destino. Seguirá sus instintos, aquellos que le son enviados por el salvador de sus penurias, por la luz en sus miserias. Se encuentra detrás, concediéndole un actuar ilimitado. Sin embargo, se pone en aquel lugar absoluto e imita su forma de pensar. Se llena de seguridad, infla su pecho y lo demás fluye libremente.










La prioridad aparece, desviando su actual rumbo. Debería de haber ido allí desde el principio, las ramas dificultan el paso, las criaturas vengativas interrumpen su pasar, pero han visto más allá de lo que muestra y guardaron su sed para el próximo encuentro.









La compuerta está abierta, tal y como la dejo tres días en el pasado. La decoración se encuentra intacta exceptuando a una criatura naranja acurrucada en su objetivo. Con prisas, los separa, le implora habilidad para marcharse. No le explica, no es necesario, el menor puede imaginarlo con ver a su hermano. El felino se cuela entre los cómodos brazos de su domesticador, se ha vuelto indispensable, cree Ichimatsu, mas se da cuenta, se quita el cariño de sus ojos.








"Eres cruel, por ello no quieres irte, ¿Quieres compañía en los infiernos, verdad? Aguanta un poco más, el trato aún no está cerca de cumplirse."








La competencia se reanuda, el tiempo parece apiadarse, comprende la situación. Las dudas no encuentran lugar, rodean a toda la extensión de su cuerpo, pero se marchan al no poder entrar. Su siguiente movimiento romperá la ley, desafiará a un centenar de órdenes directas. Pondrá en peligro aquellas tres vidas. La situación lo amerita, respira.






— Oye, sabes que no puedes seguir por allí — Reclama el príncipe, destrozando su concentración.







— No necesito que digas lo que ya sé — Reprocha, sin cambiar el rumbo.






— Moriremos.







— No conmigo al frente — Promete, aumentando la velocidad.







El suelo se vuelve árido, las tierras amarillas y el horizonte claro junto al sol que se estrella en sus espaldas. Las temperaturas bajan, ya que, el rey del universo esta en sus últimos rayos. Un escalofrió lo prepara y su estomago exige formar más energía. No importa cómo, debe aguantar. El terreno es extenso y la distancia que anhela transitar no es corta. Cinco días, según cálculos apresurados






Sin embargo, pisar sobre lo prohibido, probar lo sagrado, arriesgar su último recurso es requerido. Los dichos hablan de que llegará en medio día, las malas lenguas aseguran que allí vive un monstruo nacido para devorar, para mantener la tierra inhóspita. Los mitos cuentan sobre dragones, hadas, dioses desterrados del Olimpo, también de que un día equivale a miles de años. Hay tantas palabras mezcladas que creer se ha vuelto imposible.






Incluso puede que se vea envuelto por la tentación y que dé aliento como regalo a un demonio. No importa, nada lo hace. No existe mal que luego la paz no traiga, su maestro le ha enseñado con los años aquel dicho. Le ha animado en la dificultad y curado las enfermedades, le ha regalado que la vida tiene salvación, que el secreto se encuentra en comprobar, experimentar.







Y eso haría, lanzarse ante el pecado, a lo improbable.








Su único tesoro, lo único que desea guardar, proteger, se encuentra detrás, a un paso de la muerte, también de la vida, en el límite de su existir. Por eso, cuando deja descansar a su fuerte caballo, lo toma entre sus brazos, abrigándolo, dándole su escaso calor. Puede sentir un leve movimiento, mínimo como el susurro del viento, frágil como su respiración.






— Tranquilo — Susurra, acomodándolo en un abrazo más atrapante, lo hace con cuidado, intentando no rozar la zona lastimada — Todo está bien, hace un poco de frío — Sonríe al ver como su mano es atrapada débilmente — No te esfuerces demasiado, duerme un poco más, te llevaremos con Chibita y te curará con sus hierbas raras — Ríe, mirando las primeras estrellas — Ichimatsu esta mirándome con una cara rara. Cree que hablo solo, probablemente. Él está bien, molesto, debo decir.







— Osomatsu — Su nombre ha salido irreconocible, sin embargo, lo ha entendido por completo. El esfuerzo es máximo y comprende que no puede pedir más. Se alegra, solo consigue un incentivo para seguir, para derrotar a cualquier mito creciente en esas tierras. Lo recompensa con una caricia, con un regalo en su frente y una nueva profecía de amor.






— Mañana, todo será como antes, si así lo deseas — El sueño lo atrapo, mientras hablando se encontraba. Le dio una seña a su acompañante silencioso y, una vez asegurado el bienestar, se dejo llevar, abandono las sensaciones, los problemas, las metas, las tristezas, las alegrías, todo.






Morfeo se encargará de que sus energías se renueven.





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¡Sé que se dieron cuenta de algo! No sirvo para el fluff, lo sé.  Pero es el comienzo solamente (? Aunque esta por concluir, calculemos un o dos capítulos más, me encargaré de que haya mucho amorsh entre ambos. He llegado a pensar que el único sacrificado aquí es Osomatsu, lo cual, no me gusta .--. ¡Pero no! Aquí es algo mutuo, señores y en el próximo se verá. 



Ahora que lo pienso, será un capítulo muy fuerte el próximo, pasaran cosas que algunos se esperan, que me han sabido intuir. Pero espero que no sea tan predecible. 



Bueno, ya, estoy hablando de más. Gracias por leer, por seguirme hasta aquí y darme otra oportunidad de entretenerte <3 


Nos vemos! 

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⏰ Última actualización: May 24, 2016 ⏰

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