Capítulo 2: La tenebrosa oscuridad

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Entré a aquel extraño lugar, y la puerta negra, que ahora quedaba a mis espaldas, desapareció. Ya no podía volver atrás aunque quisiera. Y ante mí se formó un nuevo escenario.

Una enorme sensación de sed me invadió, la angustia se apoderó de mis entrañas y lo que mis ojos vieron me hizo replantearme si había escogido la puerta correcta

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Una enorme sensación de sed me invadió, la angustia se apoderó de mis entrañas y lo que mis ojos vieron me hizo replantearme si había escogido la puerta correcta. Aquel lugar me daba miedo. La impresión fue tan fuerte, que caí en redondo al suelo. Me hice daño en la columna y se me raspó una rodilla.

Aquello era un paisaje desértico y todos los elementos que lo componían eran de color blanco y negro, con abundancia de tonalidades grises.  Los árboles escasamente tenían hojas y los frutos brillaban por su ausencia. Los ríos estaban secos. La vegetación era seca.

Tenía mucho frio a pesar de que no hacía viento ni aire. Alcé la vista y me dieron escalofríos. El cielo estaba gris y nublado. Y lo peor de todo es que no había animales ni flores, básicamente allí no había vida. Era como un descampado, un lugar remoto y abandonado. El camino era tenebroso. Y conforme andaba mis huellas se iban borrando automáticamente.

Caminé encorvada, por la sensación de frío y soledad. Cada vez tenía más y más sed, pero allí no había ni pizca de agua. No me detuve, camine y camine, con la esperanza de encontrar a alguien que me ayudara a salir de allí, pero no vi a nadie. Caminaba con cautela por miedo a tropezar con una piedra y caer, pues el camino estaba malforjado y era fácil que resbalara o se me doblara el pie.

Cansada ya de todo y perdida en aquel lugar turbulento, me senté en una piedra grande que había a la orilla del camino y me rendí. Me inundaron los recuerdos del sótano y rompí a llorar. Me quería morir. La oscuridad me perseguía.

De repente, el cielo se volvió más oscuro, y de unas nubes negras empezaron a caer gotas de agua, que de forma intensa desembocaron en tormenta

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De repente, el cielo se volvió más oscuro, y de unas nubes negras empezaron a caer gotas de agua, que de forma intensa desembocaron en tormenta. Desesperadamente busqué un refugio, pero me frustré cuando vi que me encontraba  en una explanada donde era imposible encontrar techo. Lo único bueno fue que parecía que con las lágrimas mi vista había recobrado la visión que  el sótano había enturmecido, y ahora veía con claridad cada objeto, la cual cosa me permitió divisar a lo lejos un cartel.

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